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19 tumbas ilegales han sido halladas en esta zona en las últimas 2 semanas
Iguala, la entrada hacia el horror de las fosas clandestinas en México (Galería)
De tierra y angostas son las calles en Las Parotas, un barrio pobre en los límites de la ciudad mexicana de Iguala. Las casas son humildes, construidas con madera, láminas de zinc y ladrillos de varios tipos; rompecabezas que crecieron cada vez que se pudo, cada vez que hubo recursos.
Los patios se confunden con el campo. Hay gallinas, burros y chivas, además de perros flacos.
Es la puerta de entrada al horror. Desde aquí, caminando unos 15 minutos por estrechos senderos, se llega a 5 fosas clandestinas donde fueron encontrados cerca de 28 cuerpos humanos (Pueblo Viejo). Pero en Iguala el infierno tiene varias sucursales. En un barrio vecino, Lomas del Zapatero, arranca otro camino de terracería que conduce a otras fosas un poco más lejanas. Hay que andar unos 20 minutos en carro y luego otros 10 minutos a pie, por estrechos senderos poco transitados.
Son cerros verdes y hermosos. Están cubiertos por árboles y plantaciones de maíz que suenan musicales cuando sopla el viento. Bajo un sol implacable y un cielo azul radiante todo resulta maravilloso hasta que en el piso aparecen zapatos y ropas, rastros del horror. Hay botas norteñas, un pantalón, cobijas, sandalias de mujer y unas de niño.
También hay basura que dejaron los policías mexicanos que exhumaron la zona. Siguiendo los rastros, caminando entre arbustos espinosos, en unos 10 minutos, se llega a un lugar que la tierra está removida y blancuzca. El inconfundible olor de la muerte invade el vergel.
Hay marcas de huecos cuadrados y rectangulares, no tan grandes, donde horas atrás se escondían cuerpos humanos. ¿Quiénes eran? ¿Cómo murieron? ¿Quién los mató? Las preguntas son infinitas y la tierra no da respuestas. Más silencio aún, las autoridades mexicanas cubrieron los huecos después de sacar los restos.
“Lo único cierto es que las víctimas caminaron en los cerros hacia su propia muerte”, como relató Arturo Cano, uno de los primeros periodistas que llegó al lugar (La Jornada, 8 de octubre). Estos cementerios clandestinos fueron hechos en medio de cerros, lejos de la vista. Pero también están cerca, muy cerca de caminos transitados por campesinos y lugareños.
Nadie ve, nadie escucha
El movimiento es inusual en estos barrios humildes. A cada momento transitan camionetas cargadas con policías y gendarmes armados hasta los dientes, también periodistas y cámaras del mundo.
Algunos miran de frente pero otros agachan la cabeza y evaden. “Yo no vi nada”; “nos acostamos temprano y no escuchamos”, responden al preguntarles por la noche del 26 de septiembre, cuando 43 estudiantes normalistas fueron secuestrados por policías municipales y luego desaparecidos.
- Por esta zona han descubierto muchas fosas, ¿nunca oyeron nada?
- No sé, no sé nada.
- ¿Tienen miedo?
- Yo no le debo nada a nadie, no tengo por qué tener miedo. Pero ahora que están los policías y militares sí estamos más tranquilos, dice un jovencito mientras arrulla a su hija recién nacida, en una pequeña casa sin puertas ni comodidades, la última antes de tomar el sendero hacia las fosas.
El silencio gana terreno en esta ciudad donde los días transcurren con normalidad, como si nada hubiera pasado. La calma es engañosa, asegura Ester Araceli González, una maestra chaparrita y de hablar frontal.
“El miedo es el factor número uno ahora en Iguala. Uno tiene miedo de salir a trabajar, de que los hijos vayan a la escuela… Sabes que sales pero no sabes si regresas”.
Una realidad cotidiana
Diecinueve fosas clandestinas se encontraron en esta zona en las últimas dos semanas. El Gobierno mexicano informó que los primeros 28 cadáveres exhumados no pertenecerían a los normalistas desaparecidos.
Así, el caso Ayotzinapa ha echado luz sobre el drama que vive Iguala, una ciudad de 130 mil habitantes arrinconada por la violencia, como muchas en este país.
“Son cambios drásticos. Cada vez es mayor el número de levantamientos masivos. Hace dos años encontramos fosas pero no en el número que ocurrió este año. Podríamos hablar que en este año ya van 81 cuerpos (en fosas grupales), sin tomar en cuenta los de a uno o de a dos”, lamenta un trabajador del Servicio de Medicina Forense. Pide ocultar su nombre por razones de seguridad, “ya sabe que aquí estamos en riesgo”.
Relata que en abril detectaron la primera fosa con 9 cadáveres y en mayo otra con 19, en los mismos cerros donde ahora han sido detectados otros enterramientos clandestinos. La fatídica cuenta se amplía “luego camino a Taxco 25 y otros 28 van 53, más otros 28…son 81 en lo que va de este año”.
En las fosas de Las Parotas y Pueblo Viejo, halladas en estos días, “había 28 cráneos pero no todos los cuerpos estaban completos”. Fueron calcinados. Además, el forense recibió los cuerpos de 5 personas asesinadas la fatídica noche y horas después el cadáver del estudiante Julio César Mondragón, muerto cruelmente y desollado, le arrancaron los ojos y la piel de su cara. Fue un momento muy triste, relata, pero no una novedad. “Hace como dos, tres años, a 15 kilómetros de aquí hubo otras tres personas desolladas”.
El horror se relata lento y sin tapujos en este edificio con olor a muerte. Forenses y camilleros no se abastecen, la violenta realidad los desborda.
En 8 años han sido halladas 400 fosas
Iguala muestra hoy una escena que ya se ha visto en la historia de México.
En las décadas del 70 y 80, opositores políticos fueron desaparecidos y en muchos casos sepultados en fosas clandestinas. La mayoría de los casos se registró en el estado de Guerrero.
En años recientes han surgido más enterramientos ilegales, sobre todo desde que inició la llamada ‘guerra contra el narcotráfico’ del presidente Felipe Calderón (2007-2012).
Caso emblemático es el de San Fernando, estado de Tamaulipas. En agosto de 2010 fueron hallados 72 migrantes ejecutados dentro de una bodega y ocho meses después sumaban 193 los cuerpos encontrados en 40 fosas clandestinas por la zona.
En 2013 se exhumaron al menos 35 fosas clandestinas en el estado de Jalisco y en junio pasado aparecieron 30 cadáveres en 13 fosas de Cosamaloapan, estado de Veracruz.
Solo 142 cuerpos han sido identificados, según datos difundidos en julio por la Procuraduría General de la República. Extraoficialmente se estima que en los últimos ocho años han sido halladas cerca de 400 fosas clandestinas con unos 4 mil cuerpos.
Lo han denunciado organizaciones no gubernamentales. Lo han gritado familiares de asesinados y desaparecidos. Lo dice frontal el cura Alejandro Solalinde: “Vemos un país que es una fosa común. Por donde rasquen vemos muertos”.
DATOS
Los 43 jóvenes están desaparecidos desde el 26 de septiembre tras ser víctimas de ataques a tiros por policías de Iguala y sicarios, que dejaron 6 muertos.
El gobierno ha desplegado en Iguala y sus alrededores más de 900 elementos de la policía federal, de los cuales 300 están dedicados exclusivamente a encontrar a los estudiantes, además de 350 militares.
El gobierno federal de México asumió el domingo la seguridad de 13 municipios después de detectar presuntos nexos de sus policías con el crimen organizado, en el marco de la investigación de este caso.