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El fujimorismo muestra una popularidad de 30 puntos en las encuestas
Humala juega sus últimas cartas antes de 2016
El Poder Ejecutivo en el Perú incluye la figura del premier o primer ministro como un delegado directo del presidente peruano, para llevar adelante la orientación política que el régimen intente imprimir en la sociedad. Además, es el encargado de presidir el Consejo de Ministros, organismo que aglutina todos los frentes de acción del gobierno.
Hace más de medio siglo en Perú un premier no era censurado por el pleno del Congreso. Ana Jara, quien a finales de marzo recibiera esta sanción, puso en la primera plana del panorama político esta práctica, y obligó al Ejecutivo a reconfigurar su estructura.
Pedro Cateriano, político de centro derecha, quien hasta entonces se había desempeñado como ministro de Defensa, asumió el cargo.
Las reacciones a ese cambio no se hicieron esperar. Cateriano, abogado limeño de amplia participación política, es visto entre los círculos empresariales como la garantía para que el gobierno de Humala pueda llevarse bien con las inversiones privadas.
Para la oposición política, en cambio, ha sido una sorpresa su nombramiento. No solo porque Cateriano es abiertamente identificado como un crítico mordaz del aprismo y del fujimorismo, sino porque lo saben dueño de reacciones inmediatas, confrontacionales y, suponen que, a la cabeza del consejo de ministros, estas características no le ayudan mucho.
Las acciones emprendidas de inmediato por el nuevo premier han delatado la urgencia que tiene el régimen de Humala por recuperar algo del terreno perdido para gobernar. “No podemos dar la impresión de que este es un país sin gobierno”, dijo Cateriano en una de sus primeras declaraciones a la prensa, justificando con ello la puesta en marcha de una serie de diálogos con distintos actores políticos de oposición, a fin de garantizar que, a inicios de mayo, y apenas a quince meses de terminar el gobierno, el gabinete de Humala no sea censurado otra vez.
La iniciativa ha hecho que Cateriano se reúna con todos los frentes políticos, incluyendo los que han sido declarados como sus enemigos. La semana pasada, por ejemplo, la prensa cubrió con detalle las reuniones sostenidas con Keiko Fujimori y Alan García. Para la líder del partido político, fundado por Alberto Fujimori, la iniciativa del premier merece toda la atención del caso, ya que pensar en Perú implica, dijo, superar las distancias ideológicas con el gobierno actual. Un panorama igual de conciliador fue el emitido por Alan García, quien resaltó el interés por mantener una relación “cordial” con la presidencia de Humala. “Tenemos dos opciones a esta altura: jalonearlo, tirarlo al suelo; o apoyarlo para que termine de la mejor forma su mandato”, destacó el líder.
Por su parte, el primer mandatario, Ollanta Humala, parecería mirar todos los puentes que tiende su premier con cierta desconfianza: para él, según ha dicho, existen diferencias insalvables con la oposición. Aliado de esa premisa ha emitido en la última semana una serie de críticas que han tenido al Congreso como objetivo principal. “Jauría de cobardes”, para referirse a determinados congresistas que, aprovechando la debilidad del gobierno, pretenden profundizar en las denuncias contra Nadine Heredia, su esposa.
Es que las elecciones de 2016 llenan el horizonte político de todos los partidos en Perú. Cada uno calcula la mejor forma de emprender campaña y, definir cuál es el papel que asumirá el nacionalismo es una necesidad para ello. Ya se dice, por ejemplo, que la salida de Ana Jara habría obedecido a roces al interior del nacionalismo debido a la decisión de presentar un candidato oficialista capaz de pasar a la segunda vuelta y presentarse como opción ante los demás participantes.
Las encuestas más recientes muestran a un fujimorismo fortalecido, alcanzando 30 puntos de popularidad, una cifra que le había sido esquiva en los últimos años y que ahora parece garantizarle una vía óptima para alcanzar el poder en 2016. Quizá por eso, Keiko, la llamada a liderar la contienda, ha prometido calma para lo que resta del gobierno de Humala, a sabiendas de que la mejor forma de empezar una carrera política implica mantener a los posibles enemigos bajo la mira.
Aun así, Humala parece no dar todo por perdido. Mientras en Lima su premier se esfuerza por conciliar con las fuerzas políticas capaces de derivar el gobierno, él viaja incansablemente al interior del país, donde inaugura obras, pone primeras piedras para otras, hace promesas, vuelve a decir: “somos el gobierno que más ha hecho por ustedes”, y es aplaudido. (I)