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Francisco no tendría apoyo en curia romana

El papa Francisco lleva adelante un ”gobierno de tensión” en el que debe implementar reformas necesarias para “marcar un nuevo camino” en la Iglesia católica: “salir de Roma hacia las periferias”, dice el periodista y escritor argentino Marcelo Larraquy, autor del libro “Recen por él” sobre la vida del pontífice sudamericano.

“No tiene muchísimo tiempo para hacerlo. Ese es el gran desafío. Es un hombre al que prácticamente no le admiten errores porque pueden ser muy costosos. Tiene el apoyo de los cardenales externos, pero no dentro de la Curia romana”, afirma Larraquy en entrevista con EL TELÉGRAFO.

Según el periodista, “sus críticos lo ven como demasiado populista. Francisco tiene que gobernar vertiginosamente. Por ello arriesga errores, porque las decisiones son más inmediatas”.

El libro, que saldrá el 1 de noviembre editado por Sudamericana, relata la vida de Jorge Mario Bergoglio desde su infancia, su formación religiosa, su papel como provincial en la Compañía de Jesús durante la dictadura militar (1976-83), su paso por el arzobispado de Buenos Aires y sus primeros meses en el Vaticano.

En uno de sus capítulos mejor logrados, el libro analiza el caso de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, secuestrados por el régimen militar cuando ambos estaban bajo la órbita de Bergoglio y que generó controversias tras la asunción de Francisco.

El libro señala que el caso fue para Bergoglio “una leyenda negra de la que no se pudo apartar en toda su vida”. Yorio, fallecido en 2010, “sentía que Bergoglio lo había dejado librazo al azar por su disidencia con la línea pastoral. No lo había protegido”. Jalics, que vive recluido en un monasterio alemán, afirmó recientemente que había hecho las paces con el Pontífice.

Según el libro, “la política de Bergoglio fue informar de las desapariciones solo por canales internos: la nunciatura de la Santa Sede en Buenos Aires, el arzobispado porteño y al general de la Compañía de Jesús en Roma. Hacía averiguaciones con contactos militares y policiales e impulsaba a otros a que hicieran "trámites" y se movieran por la aparicion de Yorio y Jalics”. Pero “no hizo una denuncia legal ante la autoridad policial o judicial”.

Para Larraquy, Bergoglio “les avisó” a ambos sobre el riesgo que corrían en las comunidades de base en la que predicaban en barrios de emergencia de Buenos Aires. Bergoglio quería cerrar esas comunidades, según él, por presiones de Roma pero “nunca se sabrá si esas presiones eran ciertas”, dice el escritor y agrega: “jugó en esa ambigüedad... como un hombre a la defensiva.  Fue un moderado frente al progresismo más comprometido y por eso termina pareciendo como un conservador”, señala.

“La política de Bergoglio durante la dictadura fue la de silenciar a la Compañía de Jesús. No hizo denuncias contra el terrorismo de Estado y la preservó de las posiciones teológicas y políticas de otros jesuitas más radicales. Pero también utilizó el Colegio Máximo como un refugio para proteger sacerdotes y seminaristas que estaban en riesgo. Los encerró en el predio, les dio asistencia y comida y armó una red logística para facilitarle la salida del país”, indica el libro..

Hoy, dice Larraquy a EL TELÉGRAFO, Bergoglio “es un hombre de riesgo, riesgo que no tomaba en los 70 y ahora los toma por otros motivos y en distinta época. El riesgo antes requería compromiso revolucionario que él no tenía. Ahora entiende que tiene poco tiempo como para fijar reformas de la Iglesia, construir aliados y poder en un lugar donde es visto como
un extraño”.

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