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Los españoles volverán a las urnas el 26 de junio
Ayer terminó la legislatura más breve de la historia de España, desde la restauración de la democracia en 1977, tras casi 4 décadas de dictadura del general Francisco Franco (1939-1975), y la única culminada sin haber formado gobierno. El rey Felipe VI y el presidente del Congreso disolvió el Congreso y firmó el real decreto de convocatoria de elecciones generales, que pone fecha a los nuevos comicios: el 26 de junio.
El Parlamento surgido de las elecciones del pasado 20 de diciembre apenas se instaló el 13 de enero, pero, desde entonces, los partidos fracasaron en las negociaciones para lograr un nuevo gobierno, obligando a la convocatoria de unos nuevos comicios, algo inédito en España.
Ahora se pone ya en marcha un nuevo período electoral. Los partidos del 18 al 23 de mayo podrán presentar sus candidaturas y la campaña electoral se desarrollará entre el 10 y 24 de junio. Y el nuevo Congreso que surja de las elecciones del 26 de junio se instalará el 19 de julio.
“Es la primera vez que se produce este hecho en la época democrática, porque no hemos sabido cumplir el mandato ciudadano de llegar a un acuerdo de mayoría suficiente para formar un gobierno”, lamentó el presidente del Congreso, Patxi López, en una breve comparecencia.
¿Cómo el país llegó hasta esta situación?
Las elecciones del 20 de diciembre parecían llamadas a iniciar un nuevo período político en España: la crisis, la austeridad y los escándalos de corrupción llevaron a los ciudadanos a dar la espalda a los dos grandes partidos que se habían repartido históricamente el poder.
El Partido Popular (PP, conservador) del jefe de gobierno desde 2011, Mariano Rajoy, ganó los comicios, pero pasando de 186 escaños a 123, quedando lejos de los 176 necesarios para obtener mayoría. Su gran rival, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), obtuvo el peor resultado de su historia con 90 diputados, contra 110 en 2011.
Detrás suyo emergieron dos nuevas formaciones: Podemos (izquierda radical), que obtuvo 65 diputados con varios aliados y Ciudadanos (centroderecha), que logró 40 escaños.
Por primera vez en la historia reciente del país era necesaria una coalición de gobierno, pero los partidos no supieron negociarla. Sin apoyo de ningún otro partido, Rajoy rechazó el encargo del rey Felipe VI de intentar formar un ejecutivo.
El PSOE, que recibió el testigo tras la renuncia de Rajoy, lo intentó pero fracasó. Su líder, Pedro Sánchez, consiguió un acuerdo insuficiente con el centroderechista Ciudadanos en el que no logró incluir a Podemos.
Pablo Iglesias, líder de Podemos, emplazó al líder socialista a abandonar el pacto y girar hacia su izquierda, para lograr un acuerdo con la formación que él representa (y marcas regionales afines a la misma, En Comú Podem, En Marea y Compromís) y con Izquierda Unida. Pero las negociaciones entre Podemos y PSOE, que se negó a abandonar su pacto con Ciudadanos, no dio frutos, haciendo irrevocable la convocatoria de las nuevas elecciones.
Nuevo camino
De frente a las nuevas elecciones, la gran incógnita es si los resultados arrojarán o no un escenario lo suficientemente diferente al del 20 de diciembre, como para que los políticos puedan encontrar un acuerdo de gobernabilidad.
Según la mayoría de las encuestas, la parálisis institucional no terminará con la nueva cita con las urnas, al pronosticar una fragmentación de votos similar a la de los anteriores comicios. Esos sondeos vuelven a colocar al conservador Partido Popular (PP) -del presidente del Gobierno en funciones Mariano Rajoy- como fuerza más votada, aunque sin los escaños suficientes para mantenerse en el poder.
Como novedad, los pronósticos apuntan a un salto de la izquierda si, como todo indica, Podemos, Izquierda Unida y otras agrupaciones de esa inclinación ideológica se presentan en una sola plataforma electoral a las nuevas elecciones.
El pacto entre las organizaciones tiene en su mano la posibilidad de frustrar la conformación de una mayoría de derecha -encabezada por el PP- y relegar a un tercer puesto al PSOE, vaticinaron los estudios recientes.
Para llegar a esa conclusión parten de lo conflictivo que son las relaciones del PP con los partidos conservadores del nacionalismo catalán y vasco y la propia naturaleza de Ciudadanos, que hace del todo incompatible su proyecto político con el de cualquier concepción plurinacional del Estado español. (I)