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Entrevista / Amador Guallar / periodista y fotógrafo de guerra

"El pueblo afgano tiene el sentido de amistad que Occidente está olvidando"

"El pueblo afgano tiene el sentido de amistad que Occidente está olvidando"
Foto: Cortesía Amador Guallar y AFP
15 de octubre de 2016 - 00:00 - Katherine Lucín

Su primera cobertura en una guerra fue en 2001 en Macedonia, desde entonces el fotoperiodista Amador Guallar se trasladó a Ucrania, Tailandia, República Centroafricana, Israel, Gaza, Somalia y el sur de Sudán para desarrollar sus investigaciones sobre conflictos bélicos.

Durante este tiempo, el corresponsal de medios internacionales, como El Mundo y Avui, también efectuó diversos documentales para la Organización de Naciones Unidas, así como para el Gobierno afgano, por lo que su trabajo representa una pieza clave en el desarrollo de contenidos de diversos medios internacionales.

En el marco de los 15 años de la guerra en Afganistán, el comunicador español concedió una entrevista a EL TELÉGRAFO, donde aborda sus vivencias luego de cubrir por más de 8 años este conflicto.

¿Cómo y cuándo decide cubrir la guerra en Afganistán?

Después de trabajar como fotoperiodista y escritor para varias publicaciones en España, en 2008 decidí marchar a Afganistán para cubrir no solo el conflicto en el país, sino también el drama humanitario y los graves problemas sociales que sufre la sociedad afgana. Fue una decisión racional y bien pensada, teniendo en cuenta los riesgos y lejos de los tópicos aventureros.

En 2010, la ONU le otorgó un premio por su trabajo con los desactivadores de minas antipersonales. ¿Cuánto tiempo le tomó documentarlo?

Documentarlo tomó semanas. Una vez pude visitar y convivir con los desactivadores de minas, requirió días. No sé si puede considerarse una anécdota, pero mi cuerpo y mente tardaron semanas en superar la tensión de trabajar en los campos de minas, sobre todo los que están en las cumbres de las montañas afganas, de muy difícil acceso y por caminos estrechos y muy peligrosos. Además, los desactivadores tienen que enfrentarse a los secuestros y los asesinatos de los talibanes, que muchas veces los emboscan en las zonas donde operan. La experiencia fue tan intensa que desde hace 2 años trabajo en una novela de ficción titulada Ishallah, que estoy cerca de terminar.

Como fotoperiodista estuvo en las línea de fuego, tanto del Ejército estadounidense como del afgano, ¿cómo han tomado los civiles esta transición de poder entre ambos ejércitos? ¿Ha funcionado?

Los miles de millones invertidos en entrenar y equipar al Ejército afgano parece que tienen un efecto limitado: hoy en día los talibanes son más fuertes de lo que eran cuando en el país había presencia militar internacional de facto. En las provincias donde se producen los combates más duros, la mayoría de la población ve al Ejército afgano como demasiado corrupto e inefectivo. Además, el Ejército está muy marcado por las idiosincrasias de cada grupo étnico, cosa que dificulta más las cosas. La sensación actual, en mi opinión, es que muchos afganos no se sienten protegidos por sus fuerzas de seguridad.

¿Considera que el Ejército afgano está listo para tomar el liderazgo en el momento en que Estados Unidos decida salir?

Las nuevas ofensivas de los talibanes en el norte, oeste, este y sur del país y el hecho de que Estados Unidos ha tenido que mandar tropas de combate para detener la embestida talibán, prueban que el Ejército afgano no está listo. Asimismo, no ha alcanzado el número adecuado para poder luchar en todos los frentes, así como sigue dependiendo de los ataques aéreos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así como del uso de las fuerzas norteamericanas.

¿Los civiles desean que los estadounidenses abandonen sus filas?

El pueblo afgano es un pueblo muy orgulloso de su historia y su capacidad combativa. Gran parte de la sociedad civil no quiere a extranjeros en el país decidiendo sobre su futuro.

Desde menores de 10 años que se convierten en combatientes hasta padres que venden a sus pequeñas hijas por un plato de comida, ¿cuál es la vivencia que más lo marcó en estos 8 años de cobertura?

Es muy difícil escoger una única experiencia o vivencia tras 8 años en el país. Sin duda, presenciar las desigualdades y crímenes que se cometen contra las mujeres y niñas afganas me ha marcado intensamente, pero también ha habido momentos muy duros, como los del ataque contra la embajada española en 2015, en los que la cobertura fue peligrosa y a la vez terrible porque sabía que mis compatriotas estaban luchando a vida o muerte a unos metros de donde estaba; la única manera que podía ayudarlos era informando sobre el terreno. Pero en esas circunstancias uno siente que podría haber hecho más.

También los combates empotrados con las fuerzas internacionales o los ataques terroristas han sido muy duros. Las imágenes de los heridos y los muertos y el sufrimiento de las víctimas es algo con lo que tendré que vivir el resto de mi vida, pero creo que documentar conflictos no solo es esencial para entenderlos, sino también para terminarlos.

También ha habido muy buenos momentos que me han marcado positivamente. He tenido la oportunidad de trabajar con grandes profesionales que me han enseñado mucho, así como viajar por ese increíble país conociendo a sus gentes. El pueblo afgano es un pueblo que ama la poesía, el arte y la música, mucho más amigable de lo que la gente se imagina y con un sentido del honor y la amistad que en Occidente se está olvidando. (I)

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149.000 efectivos del ejército Y 26.000 civiles perdieron la vida

Tras 15 años, la guerra en Afganistán es el conflicto más largo que enfrenta EE.UU.

El 7 de octubre de 2001, pocas semanas después de los atentados del 11 de septiembre en las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, el Ejército de Estados Unidos ingresó a Afganistán para efectuar su ataque contra los talibanes y así “erradicar el terrorismo”. No obstante, lo que inició como simples bombardeos ordenados por el entonces presidente George W. Bush, se convirtió en la guerra más larga de las tropas estadounidenses, con 15 años de ataques.

Hasta ahora el balance de muertos es de más de 149.000 efectivos del Ejército de EE.UU. y el afgano, 162.000 heridos que regresaron a sus hogares con daños irreparables. Sin embargo, son los civiles los que más han sufrido y el total supera los 26.000 fallecidos y 29.000 heridos. La cifra total de bajas incluye ciudadanos, talibanes y otros insurgentes, aliados, así como organizaciones no gubernamentales (ONG) cooperantes y periodistas.

En 2014, la OTAN traspasó la seguridad a las autoridades afganas, aunque los estadounidenses mantenían un contingente militar, pero el país era distinto al que recibieron hace 10 años. El ingreso per cápita se multiplicó por cinco, de $ 125 en 2001 a $ 600 en 2012 y la cobertura en la escuela primaria pasó de 1 millón a más de 10 millones -en un país de 30 millones de habitantes-, la mayor cobertura escolar de la historia de Afganistán. En ese período se produjo -además- el primer traspaso de poder entre dos presidentes afganos elegidos democráticamente. Pero pese a las señales de recuperación, el país está lejos de haber sido pacificado, ya que según la Oficina de Periodismo de Investigación, una ONG con sede en Londres, se mantiene un gran registro de ataques.

Para Diego Pérez, decano del centro de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales, el problema es que hay una importancia geoestratégica particular que obliga a Estados Unidos a estar en esa zona; tener presencia militar le permite  desplazarse rápidamente a otros continentes. Pero también está la coyuntura de que a los 2 presidentes de EE.UU. les cuesta mucho demostrarse débiles ante la política exterior.

“En esta nación -Afganistán- se construyó el imaginario del origen del ataque a las Torres Gemelas -que aunque poco o nada tenía que ver-, que retirar sus tropas puede representar una debilidad”. Esta sería la razón por la que los actuales candidatos presidenciales, el republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton, no hablan directamente sobre esta nación en su plan de política exterior, aunque sí generalizan el tema del terrorismo. “Para los demócratas representa la promesa incumplida por el gobierno de su  representante -Barack Obama- de retirar las tropas de terrenos afganos, y por el otro lado los republicanos fueron los que iniciaron esta guerra con su representante -Bush-”.

El despliegue militar implicó hasta 2015 un desembolso de $ 1 billón. Si bien las tropas debían retirarse en 2016, el presidente Barack Obama decidió dejar casi a 10 mil efectivos al menos hasta 2017; y a la luz del acuerdo firmado con las autoridades de Kabul, podrían quedarse hasta 2024. (I)

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