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El “papa tour Francisco” no incluye ya su estatua ni apología

“Saquen eso de inmediato”. La frase lapidaria fue pronunciada vía telefónica por el papa Francisco. Poco después, personal de la Catedral de Buenos Aires quitaba una estatua suya que, desde hace 10 días, engalanaba los jardines del principal templo religioso ubicado frente a la histórica Plaza de Mayo. Fue otro gesto de humildad del Papa argentino, esta vez contra el culto a su personalidad. El llamado papal, contó en el diario Clarín el periodista Sergio Rubin, coautor de la biografía de Francisco “El Jesuita”, puso un interrogante sobre el futuro del anunciado museo del Papa que se preparaba en la misma Catedral para ser inaugurado este año con sus objetos personales. El Pontífice argentino desmiente cada día la fama ganada por sus compatriotas...

Pero Jorge Bergoglio no puede evitar el furor hacia su persona en su país natal. Tal es el entusiasmo que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en manos del derechista Mauricio Macri, de Propuesta Republicana (PRO), lanzó el turístico “Circuito papal” para recorrer los sitios más emblemáticos de la vida del Papa.
El paseo en ómnibus dura alrededor de tres horas y parte de la Basílica de San José de Flores, en el barrio homónimo donde el Papa nació el 17 de diciembre de 1936. La entrada es gratuita. Pero para anotarse hay que enviar un correo electrónico ([email protected]). El paseo se realiza los sábados, domingos y feriados desde las 9 hasta las 12 y de 15 a 18, con el acompañamiento de la guía turística Soraya Chaina.

Los curiosos se acercan cuando ven el moderno ómnibus del ente de turismo con una enorme fotografía del Papa estacionado frente a la basílica. Ignacio Antonio Rodríguez, “El Chavo”, de 48 años, lo hace en forma instintiva. Vive en la calle y duerme “por ahí”, donde “la Virgen me diga”. Y le cuenta a EL TELÉGRAFO su experiencia con Bergoglio: “A mí me dio la bendición cuando todavía no era Papa. Un amigo me dijo que había un cura que ayudaba a la gente. Entonces lo esperé y lo encaré. Monseñor, le susurré; él se detuvo, iba a comprar el diario y me dijo sin que yo le dijera nada: tengo 100 pesos (unos 12 dólares), quédate ahí que los tengo que ir a buscar, me dijo. Y al rato se apareció con el dinero”.

Al Chavo se le iluminan los ojos. “Quiero que limpie todo... que limpie todo el Vaticano”, afirma y los ojos se le llenan de lágrimas. Se despide sin siquiera pedir una moneda.

Chaina cuenta a EL TELÉGRAFO que el ómnibus tiene capacidad para 43 personas y que siempre se agotan las reservas. “En su mayoría son vecinos de la ciudad y turistas del interior del país interesados en conocer más sobre Bergoglio. También hay extranjeros. La gente busca conocer lo cotidiano, piden anécdotas, saber donde nació, donde estudió y cómo era su vida”.

EL TELÉGRAFO participó en uno de estos paseos. Pero el frío y la llovizna matinal mermaron la concurrencia: solo 15 personas dieron el presente. El viaje comienza en las puertas de la Basílica de Flores, donde “a los 17 años Bergoglio vino a confesarse en el día del estudiante -un 21 de septiembre- y se dio cuenta de que quería ser sacerdote. Aquí, en el confesionario, se inspira e inicia su vocación”, comenta Chaina.

El ómnibus sigue su recorrido por el Instituto de la Misericordia, donde el hoy Papa concurrió al jardín de infantes y “tomó sus primeras clases de catequesis y la comunión”. Luego estaciona frente a la casa natal de la familia Bergoglio, en la calle Membrillar 533, donde nació y vivió en su infancia. Hoy la casa es una propiedad privada en un barrio de clase media donde una placa recuerda que “En esta casa vivió el Papa”. Pero una calcomanía, colocada más arriba, devuelve al viajero a la cruda realidad: “Área protegida sistema interconectado SPI”, una clara advertencia contra la delincuencia.

El recorrido sigue por su escuela primaria Coronel Cerviño, la Vicaría de Flores y el Hogar Buenos Aires, donde “pensaba jubilarse”, y la Escuela Técnica Química ENET 27 Hipólito Yrigioyen, en el barrio vecino de Montecastro, donde cursó estudios secundarios.

Las distancias empiezan a hacerse más grandes. Entonces, comienza a escucharse “la música que le gusta al Pontífice”. Carlos Gardel, Osvaldo Pugliese, Edith Piaff, Astor Piazzolla...

La gente escucha atentamente las anécdotas. El ómnibus llega a la cárcel de Devoto, en el barrio homónimo, la única penitenciaría en funciones en la capital argentina. “Aquí concurría para confesar a los detenidos, celebrar misa los Jueves Santos y el tradicional lavado de pies”, comenta Chaina.

El ómnibus sigue su recorrido por el Seminario de Villa Devoto, donde ingresó a la carrera de seminarista en 1953, que no terminó ya que viajó a Chile “para estudiar con los jesuitas”. Luego llega a la primera parada del viaje: el Santuario de la Virgen Desatanudos, en el barrio de Agronomía, cuya imagen fue traída en los años 80 desde Alemania por iniciativa de Bergoglio.

Los pasajeros se distienden. Óscar, uno de ellos, aprovecha para ir a una panadería cercana y convida a todos masas dulces tradicionales. Otros aprovechan para rezar o comprar recuerdos. El próximo destino es la Capilla San Antonio, en el barrio de Almagro.

“Aquí comienza la historia de San Lorenzo de Almagro”, el club del cual es hincha el papa Bergoglio y que fue fundado allí por el cura Lorenzo Massa en 1907, cuenta Chaina. Los padres del Pontífice se conocieron allí.

El amor de Bergoglio por San Lorenzo llega a límites insospechados. Chaina comenta: “cuando se tiró abajo la vieja cancha (El Viejo Gasómetro, en el barrio de Boedo, tras la quiebra del club) se trajo un fragmento de la tribuna. Al ser nombrado Papa, mandó a pedir que le llevaran ese tablón y la camiseta del club”. Ahora están en el Vaticano.

El paseo va llegando a su fin. La Iglesia San Carlos Borromeo, la Iglesia Reggina Martyrum, el colegio y la Iglesia del Salvador, vinculadas a los jesuitas y a la labor pastoral de Bergoglio. El viaje termina en la Plaza de Mayo, frente a la cual se levanta la Catedral y el arzobispado, donde vivió hasta marzo pasado el Pontífice.

Y finalmente, el Templo de San Ignacio, a dos cuadras de allí, la iglesia más antigua de Buenos Aires originariamente construida con adobe por los jesuitas en 1675.

Patricia Molina, una participante del paseo, cuenta con emoción: “mi hijo Nicolás, a los 9 años, tomó la comunión con el Papa en el Colegio San Judas Tadeo. Eso es algo indescriptible”. Y remata: “está expuesto a muchos poderes. Pero si lo dejan, el Papa va a hacer muchas cosas...”.

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