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El Frente Nacional provoca el miedo en Francia

La candidata presidencial de la extrema derecha de Francia, del partido Frente Nacional (FN), Marine Le Pen (centro), visita el centro de Beirut.
La candidata presidencial de la extrema derecha de Francia, del partido Frente Nacional (FN), Marine Le Pen (centro), visita el centro de Beirut.
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Dos días antes de los graves atentados yihadistas del 13 de noviembre de 2015 en París, el ultraderechista Frente Nacional (FN) comenzó a repartir propaganda por los suburbios de las grandes ciudades galas con un mensaje diáfano: “Si eres francés de origen extranjero y, sobre todo, si eres musulmán, lo mejor que puedes hacer es votar por el FN, el partido de los patriotas. Así nadie podrá decir que eres enemigo de Francia”.


La fecha elegida por los ultraderechistas para comenzar su despliegue no era inocente, ya que la hicieron coincidir con el décimo aniversario del estallido de cólera en los banlieues, las pobladas periferias marginales donde viven migrantes magrebíes y africanos que en 2005 se levantaron a sangre y fuego contra el Estado galo exigiendo medidas favorables a su integración social.

Clichy-sous-Bois fue el epicentro de una ola de violencia que en pocos días se extendió como la pólvora por el resto del departamento de Seine-Saint-Denis, Aubervilliers, Dijon, Niza, Toulouse, Estrasburgo y así una veintena de localidades hasta llegar a Bélgica y Holanda. Disturbios que, por cierto, se han vuelto a repetir ahora tras conocerse la violenta detención policial sufrida por un joven de raza negra el pasado 2 de febrero en Aulnay-sous-Bois, otro de los barrios de Saint Denis.

El sociólogo Sami Naïr explicaba a EL TELÉGRAFO que en estos 10 últimos años se han hecho grandes esfuerzos para integrar a esas poblaciones en el entramado social de las ciudades, y que solo en París supera los 2 millones de personas, pero sin tocar una coma de la cuestión capital, que es la de la falta de inserción en el mercado de trabajo y el aumento de la pobreza de las familias.

“Un informe oficial reciente apunta que en los barrios pobres y subproletarizados del país, que representan alrededor de ocho millones de personas, la mitad de ellas de nacionalidad extranjera, el índice de desempleo es más de 2 veces superior a la media nacional, y el nivel de vida es 2 veces inferior. El 51,4% de los menores vive bajo el umbral de la pobreza, el doble de la media nacional. Si en Francia, el 13,9% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, en esos barrios pobres es del 38,4%, más del triple”, reflexionaba quien llegó a ser asesor del expresidente socialista, Lionel Jospin.

Es en estos escenarios donde, a menos de 80 días de las elecciones presidenciales más deprimentes de la historia reciente de Francia, la extrema derecha ha ubicado buena parte de su maquinaria política con el fin de ganar adeptos entre los franceses descendientes de migrantes y colocar a su líder, Marine Le Pen, como sucesora de François Hollande al frente del Elíseo.

Y la ofensiva, por muy contradictoria que parezca, le está saliendo bien. Le Pen encabeza la última encuesta de opinión, rozando ya el 30% de la intención de voto y muy por encima del liberal Emmanuel Macron. Es decir, la extrema derecha francesa se encuentra ante la posibilidad histórica de alcanzar la presidencia por primera vez en la historia de un país presidencialista como pocos y, de paso, hundir un poco más la daga de la desunión en el corazón de una Europa que navega a la deriva desde hace ya algunos años.

“El problema es que cada vez se habla menos de las cuestiones profundas que amenazan la propia convivencia. A veces, es bueno recuperar a los clásicos, para comprender que el capitalismo ejerce su dominación hegemónica a través de valores que nos vende como verdades sacrosantas. No tengo duda, por ejemplo, de que la lógica electoral como única arma para frenar los excesos del sistema nos lleva al caos”, afirma Juan Hernández, experto en derecho corporativo internacional y profesor universitario.

Como sucedió con Donald Trump en EE.UU., la clave del éxito de la extrema derecha gala está en su discurso: Marine Le Pen no habla del islam sino de islamismo, ni apunta con su dedo acusador contra los migrantes sino contra “el fenómeno de la emigración”, principal preocupación de los ciudadanos franceses según el Eurobarómetro publicado en agosto.

Un discurso que aliña con cargas de profundidad contra la indolencia del Estado a la hora de combatir la inseguridad en los suburbios más conflictivos y contra su nefasta gestión del Estado de bienestar. Uno de los politólogos que más intensamente ha estudiado el fenómeno de Le Pen es Pascal Perrineau, profesor del Instituto de Estudios políticos de París. En su opinión, la creciente simpatía de los descendientes de migrantes, algo más del 5% del electorado, hacia el Frente Nacional puede resumirse en una frase que encierra el temor de sentirse amenazados: “Después de mí, cierre usted la puerta”. Con estas armas se presentó el Frente Nacional a las elecciones de 2014 y arrasó a sus rivales con el 25% de los sufragios, convirtiéndose en la principal fuerza francesa del Parlamento europeo.

Por si esto fuera poco, los vientos políticos, internos y externos, han seguido soplando a favor de Le Pen durante los 3 últimos años. A la incapacidad del Estado para superar la crisis económica se le ha unido una izquierda cada vez más fragmentada pero, sobre todo, la conmoción provocada por el terrorismo yihadista, primero contra el semanario satírico Charlie Hebdo, luego contra la sala Bataclan y finalmente en Niza. La mezcla de estos elementos ha sido la tormenta perfecta que esperaba la ultraderecha gala para sentirse imparable. Y para colmo han tenido tiempo de perfeccionar sus argumentos hasta unos límites de sofisticación impensables.

Desde que hace 6 años Marine Le Pen asumió las riendas del partido, sus gurús de la mercadotecnia han transformado su imagen burguesa en una especie de Juana de Arco rediviva, la heroína que liberó a los franceses del yugo británico. Ella es la arquitecta de esa nueva identidad gala enraizada en un catolicismo radical que considera enemigos a refugiados y migrantes.

“Lo imposible es posible. Como lo es que presidentes como Donald Trump sean electos contra un sistema coaligado en su contra”, dijo el día de su investidura como candidata presidencial del Frente Nacional. Y prometió “mano dura para poner Francia en orden”. Así lidera todos los sondeos electorales que hoy se hacen en el país mientras miles de personas que se sienten señaladas en sus mensajes han comenzado a temblar, como hacen las hojas cuando sopla el viento. (I)
En Francia, el 13,9% de la población vive bajo el umbral de
la pobreza.
Las elecciones presidenciales de Francia de 2017 se realizarán en primera vuelta el 23 de abril y, si fuera necesario, en segunda vuelta el 7 de mayo.
Tras 5 años del gobierno socialista de François Hollande, parten como favoritos a reemplazarlo el conservador François Fillon, la ultraderechista Marine Le Pen y -ya en un escalón inferior- el socialista  Benoît Hamon, el liberal centrista Emmanuel Macron y el izquierdista independiente Jean-Luc Mélenchon. (I)

Datos

Las elecciones presidenciales de Francia de 2017 se realizarán en primera vuelta el 23 de abril y, si fuera necesario, en segunda vuelta el 7 de mayo.

Tras 5 años del gobierno socialista de François Hollande, parten como favoritos a reemplazarlo el conservador François Fillon, la ultraderechista Marine Le Pen y -ya en un escalón inferior- el socialista  Benoît Hamon, el liberal centrista Emmanuel Macron y el izquierdista independiente Jean-Luc Mélenchon. (I)

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