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Los ciclistas exigen mejores condiciones de seguridad
El ciclismo se abre paso en una de las urbes más grandes y caóticas del mundo
Ocurre el último domingo de cada mes. Entre las 08:00 y las 14:00, algunas de las principales calles de la ciudad de México son terreno libre de coches: horas del mundo ciclista que avanza sobre la urbe.
El Paseo de la Reforma, avenida imperial construida en el siglo XIX, espacio de grandes monumentos como el Ángel de la Independencia y escenario de incontables manifestaciones, se transforma en una gran bicisenda. Es la zona más concurrida del Ciclotón –oficialmente programa Muévete en bici-, que se extiende por 32 kilómetros con medidas de seguridad dispuestas por las autoridades para garantizar un paseo familiar. Cerca de 50.000 personas pedalean cada domingo, en promedio, aunque han llegado a ser 76.000, según datos oficiales.
Algunos pasan a toda velocidad en livianísimas bicicletas de pista, otros eligen el sistema público de renta y hay quienes desempolvan a su compañera de paseo, con las ruedas ya oxidadas. Gorditos que tratan de quemar calorías, grupos de muchachas van en el chisme sobre ruedas y familias enteras que cargan a bebés y niños en sillas, carritos y extensiones de su propio vehículo.
Corredores y patinadores se entremezclan en un mar de bicicletas. Muchos ruedan acompañados de su perro y hacen equilibrio cada vez que otra mascota se cruza enfrente. No faltan quienes optan por modelos exóticos como tándem, monociclos y rodados adaptados. Las formas de vivir el ciclotón dominical parecen infinitas y desde mayo de 2007, cuando comenzó esta política pública, ha crecido sin pausa en cuanto a concurrencia y variedad de ofertas dentro y fuera del circuito. Porque además de servicios mecánicos sobre la ruta, hay clases de zumba, un sinfín de tiendas de accesorios, puestos de comida y hasta obras de teatro sobre ruedas.
Tan caótico como divertido oasis para quienes gustan de pedalear, pero también un espejismo que contrasta con la realidad de circular por esta gigantesca ciudad en la vida cotidiana.
“Muere otro ciclista, esta vez en Villa Azcapotzalco”, tituló un diario local el pasado viernes 4 de diciembre. Suman 19 los fallecidos en lo que va del año 2015, en datos de la Secretaría de Seguridad Pública. Cada vez hay más rincones del Distrito Federal con bicicletas pintadas de blanco, altares para quienes fueron arrollados por carros y camiones al mando de conductores que muchas veces se dieron a la fuga.
Calles para todos
Fue en febrero de 2010 cuando a la Ciudad de México, impulsado por el gobierno local, llegó el sistema de renta Eco-bici. Vehículos con freno, pequeña canastilla y luz integrada que pueden alquilarse por $ 5.63 al día o $ 25 al año, costo inferior al de algunas grandes urbes como Nueva York, donde por lo mismo se cobra $ 9.95 y $ 149, respectivamente.
La apuesta empezó con 85 “estaciones” (bases para recoger y devolver bicis), pero 5 años después la demanda ha hecho que la infraestructura sea 5 veces mayor: hay 444 estaciones que cubren un área de 42 colonias; y el uso inicial, de 10.000 personas por día, escaló a un promedio de 30.000 cada jornada en 2013.
Los meses en curso marcan que los mexicanos quieren más y más bicicletas. En este 2015, 35.000 personas usan cada día el sistema Eco-Bici y otros tantos, cuya cifra real se desconoce, optan por transportarse en sus propios vehículos de dos ruedas. Lo ecológico y saludable de la opción, sin embargo, topa con la riesgosa aventura que significa transitar estas calles.
Porque existen zonas donde el andar es relativamente seguro con bicisendas de uso exclusivo, como en las colonias Roma y Condesa, como también delegaciones con carriles preferenciales, caso Coyoacán, pero el mayor problema es que son trayectos inconexos. Para llegar de un lado a otro es necesario atravesar calles y avenidas donde no alcanza con tener los 5 sentidos en alerta, usar casco o cuanto accesorio fosforescente exista. En su odisea, a menudo, el ciclista viaja con la única seguridad de llevar ‘al Jesús en la boca’.
La ciudad cuenta con una red vial de 10’403.44 kilómetros de longitud y “solo existen 121.26 km de ciclovías”, admite el gobierno capitalino en su Programa de Movilidad 2013/2018. “La mayoría de las vialidades del Distrito Federal no invitan a la población a realizar viajes a pie, en bicicleta o transporte público, pues la infraestructura dedicada para facilitar este tipo de traslados es escasa y desarticulada”, prosigue el diagnóstico en su página 36.
Organizaciones como Bicitekas reclaman que la red vial para ciclistas debe ampliarse con urgencia y por eso en días recientes se han manifestado frente a la Asamblea Legislativa, que este martes 15 de diciembre comienza a discutir el presupuesto de la ciudad para el año 2016. “Les exigimos que pongan el dinero que necesitamos para que más personas puedan andar en bicicleta. Es indispensable crear las condiciones en infraestructura y gestión de las calles”, explica a EL TELÉGRAFO Areli Carreón, fundadora e integrante de ese grupo ciudadano.
Se requieren recursos –señala- y también profundizar la política de inclusión que se ha impulsado en años recientes. Admite que resulta complicado adaptar una ciudad tan grande y diversa como el Distrito Federal pero se necesitan, dice, “intervenciones adecuadas a cada espacio. Calles de tránsito calmado, peatonales, carriles preferenciales para bicis, carriles confinados, calles completas…hay una gran paleta de opciones para construir una ciudad a la medida de la que ya somos”. Entre otras propuestas, los Bicitekas sugieren compartir el carril que actualmente utiliza el trolebús, es decir una red de 203 kilómetros que permitiría conectar con las 5 ciclovías existentes y unir así a 60 barrios.
De lograrse un cambio en el funcionamiento de la ciudad, realmente sería otro Distrito Federal. Porque según reconoce el diagnóstico del gobierno, “durante las últimas décadas, el diseño de las calles de la ciudad de México ha tenido como enfoque principal movilizar automóviles.
Un trazado urbano que conviene a negocios de estos tiempos, ya que en los últimos 20 años el número de automóviles se triplicó en el país mientras en la capital 496 coches se incorporan al parque vehicular cada día, según reportes del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (2012).
La tendencia parece mantenerse en el futuro cercano, ya que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se ha caracterizado por su apuesta a la industria automotriz, con la instalación de fábricas en varias ciudades. (I)
Mil personas mueren cada año en accidentes
“Tenemos que trabajar mucho en la capacitación de los ciclistas”, dijo el jefe de Gobierno de la ciudad, Miguel Ángel Mancera, en días de reclamos por las muertes de ciclistas atropellados. Polémica desataron sus palabras como también es discutido el nuevo reglamento de tránsito, que entra en vigor este 15 de diciembre, porque endurece las sanciones a los automovilistas y establece obligaciones para quienes se transportan en bicicleta: los conmina a usar aditamentos que los hagan visibles y les prohíbe circular sobre aceras, áreas de peatones y carriles exclusivos para transporte público, así como avanzar entre carriles excepto cuando el tráfico se encuentre detenido.
Lo más importante, dicen organizaciones prociclismo, es que el reglamento reconoce por primera vez su existencia como usuarios de las calles y les concede derechos tales como prioridad en las intersecciones que no cuenten con semáforos. El texto eleva el nivel del debate, dice Areli Carreón, “pero ahora hace falta que se haga realidad”.
Esto es, que las autoridades hagan cumplir la ley y que el gobierno apueste cada día más por calles para todos, pero la responsabilidad también es compartida.
En una urbe-monstruo donde cerca de mil personas mueren cada año en accidentes de tránsito y otras 700 por mala calidad del aire, hay mucho por ganar. Sobre todo porque el 23% de quienes usan coche se dicen dispuestos a cambiar de medio de transporte y otro 24% pasarían a las dos ruedas cuando existan condiciones más seguras. (I)