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Día de Muertos: entre la tradición y el dolor

Siete altares existen en la escuela Normal Rural en Ayotzinapa. Las ofrendas recuerdan a los desaparecidos en una protesta.
Siete altares existen en la escuela Normal Rural en Ayotzinapa. Las ofrendas recuerdan a los desaparecidos en una protesta.
Foto: Aracelia Guerrero
02 de noviembre de 2016 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe

Los panteones se adornan con flores moradas y anaranjadas –celosías y cempasúchil-; en lugares públicos hay altares coloridos mientras en hogares familiares la ofrenda también incluye la comida favorita del difunto, alguna bebida, velas y dulces que completan el agasajo. La noche del 1 y el día 2 de noviembre, en México se aguarda la visita de los ausentes, es una de las fechas más significativas en la cultura popular pero en este 2016 muchos se preguntan ¿cuántos muertos querrán regresar a un país que se desangra con cerca de 200.000 asesinados en una década?

En el estado de Nuevo León (norte), la conmemoración del Día de Muertos se hizo por primera vez ‘a pie de fosa’. Familiares de víctimas de asesinato y desaparición se reunieron en un paraje del Ejido Las Abejas, municipio Salinas Victoria, donde desde 2011 se han encontrado cerca de 250.000 restos humanos, entre los cuales hasta ahora se han confirmado 42 identidades.

Aunque las autoridades intentaron bloquear el acceso, los familiares cumplieron su objetivo encabezados por Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Nuevo León (Fundenl). Avanzaron sobre las cintas de ‘peligro’ que marcan una escena de crimen y el cura José Manuel Guerrero ofició una ceremonia religiosa. Honraron a quienes allí murieron, también a miles de personas que después de asesinadas han sido escondidas bajo tierra en todo el país. La Procuraduría General de la República reportó el hallazgo de 261 fosas clandestinas entre 2006 y 2015 pero las organizaciones de familiares denuncian que el número real es ampliamente mayor ya que, por ejemplo, solo en el estado de Veracruz organizaciones ciudadanas han ubicado cerca de 90 sepulcros durante el primer semestre de este año.

“México es una gran fosa clandestina”, ha repetido hasta el cansancio Alejandro Solalinde, sacerdote y defensor de migrantes. “Caminamos sobre una alfombra de huesos viejos y recientes”, dice con amargura la escritora y periodista Elena Poniatowska.

Siete altares hay en Ayotzinapa, escuela Normal Rural que ha sido perseguida por su ideología política y tiene a 43 estudiantes desaparecidos desde 2014. Con flores cultivadas por ellos mismos, los alumnos recuerdan a sus 8 compañeros asesinados a balazos y a dos atropellados desde 1988 a la fecha. “Son 10 caídos a manos del Estado, 10 compañeros que no se nos olvidan. Quizás en 1988 nosotros ni nacíamos pero es por esa sangre derramada que Ayotzinapa sigue en pie”, explica Ernesto Guerrero, secretario general del Comité Estudiantil.

En la Ciudad de México hay un altar para los cerca de 1.000 desaparecidos por razones políticas durante la década de los 70. Se montó en el Museo Casa de la Memoria Indómita, fundado por el comité Eureka! “Nadie más. Nunca más”, dice la ofrenda sobre un gran fondo negro. También usan coloridos papeles cortados con figuras de calaveras, el tradicional ‘papel picado’.

Es que en México, esta fecha cargada de espiritualidad implica al mismo tiempo color, alegría. En las esquinas se instalan puestos de venta de flores o carros cargados con calaveras de papel maché. Los mercados rebosan de gente quienes buscan velas, adornos y cráneos de azúcar y chocolate, todos con un pedazo de papel en blanco en la frente: allí cada quien escribe su propio nombre como anticipo de que algún día le tocará ocupar la ofrenda porque, dice el refrán popular, ‘todos somos calaveras del montón’.

En el Zócalo, plaza principal de la capital y del país, se instaló como siempre una ‘mega-ofrenda’. Esta vez las autoridades optaron por poblar el espacio con trajineras, pequeños barcos que se utilizan en los canales de Xochimilco, resabios de los tiempos en que esta ciudad contaba con calles de agua y no de cemento, antes de la llegada de la conquista española. Hubo también un multitudinario desfile que organizó el gobierno del alcalde Miguel Ángel Mancera con gran producción artística para emular una escena de la película James Bond.

Se trata de una fiesta inédita porque en la tradicional celebración de Día de Muertos nunca antes se había marchado por las calles. Los mexicanos, más bien, buscan el reencuentro en la intimidad: marcan el camino con pétalos de flor y dicen a sus difuntos “¡Bienvenidos! Los estábamos esperando”. (I)

Datos

Los eventos en torno al Día de Muertos cada 1 y 2 de noviembre, patrimonio cultural inmaterial según la Unesco, combinan elementos de la cultura prehispánica y la religión católica.

Las prácticas para celebrar la vida de los muertos se realizan en comunidades indígenas desde hace más de 3.000 años. En México es una de las celebraciones más emblemáticas del país.

La elaboración del altar para el fallecido es uno de los rituales más especiales por estas fechas porque se honra la muerte pero se piensa en el futuro pues porque los que hoy ofrendan a sus muertos serán luego invitados a la fiesta.

No puede faltar un mantel blanco, agua, sal, copal o incienso, alimentos favoritos del fallecido, imágenes del muerto y cruz de semillas o frutas. (I)

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