De bichos y arrimados

Lo ocurrido con el presidente boliviano, Evo Morales, es otra de las características de la real politik contemporánea. El control de los movimientos –físicos y virtuales- de todos los líderes políticos, a través de diversos medios, muestra la injerencia que los poderes fácticos globales usan para alinear o eclipsar las políticas de los presidentes en sus respectivas naciones, dependiendo, claro está, de intereses concretos, sea en el terreno de la economía o en los pliegues del espionaje más cínico.

Por supuesto, si algunos líderes protestan porque sus actos son monitoreados desde remotos lugares virtuales, o si otros callan o dejan pasar el desafuero de sus aliados políticos o comerciales, son asuntos que deben ser analizados por la comunidad internacional, que no se debe a los círculos de la manipulación política y mediática que estos días intercede solícitamente para marcar la agenda de lo que puede o no considerarse como un conflicto diplomático, político o de fisgoneo informático.

Así, la cacería que ha desplegado EE.UU. contra Edward Snowden grafica el modo como conciben la geopolítica hoy: ¡la sobrevivencia de la unipolaridad que supuso el fin de la guerra fría a fines del siglo XX! En ese contexto es difícil entender por qué algunos países europeos, que superaron ostensiblemente la premisa de que le debían a la potencia norteamericana el triunfo aliado de la Segunda Guerra Mundial, ahora parecen admitir la “nueva idea” de que ayudarla –a pesar de su soberbia- es parte del encargo de compartir la herencia de la democracia liberal, justo allí, allá o acullá donde no se perciba la superioridad de occidente, es decir, desdeñando a líderes que no se adecúan, en estricto sentido, a sus estándares políticos, tales como Morales, Correa o Maduro.

Impedir que el avión presidencial boliviano sobrevuele espacio aéreo –de cuatro países europeos- contribuye, como consecuencia de una operación beligerante inesperada, a que la figura de Evo se fortalezca como capital simbólico de una región otra vez asediada por las novedosas tácticas del coloniaje virtual.

Sin embargo, el hecho revelaría además la sumisión tácita de varios gobiernos europeos a un país que no ha negado el espionaje que les aplica a sus propios funcionarios. Daría la impresión que apuntalan la caza global contra Edward Snowden, antes de siquiera considerar las razones humanitarias –que no políticas- para proteger la integridad de alguien que incluso los alerta sobre su vulnerabilidad como estados “patrullados” por el socio (de negocios y guerras a conveniencia mutua).

Los medios del mundo no abrieron ayer sus portadas con la noticia del atropello a Morales. Acostumbrados a relativizar la prepotencia del poder, prefieren referirse a la “versión boliviana” o a una “confusión diplomática”. Evo ha dicho que Snowden no es un bicho que introduce en su avión a escondidas. Pero Evo ha sido tratado, por cuatro gobiernos europeos, como un bicho al que obligan a recluir en un aeropuerto para tal vez salvar el honor de ser arrimados de un imperio.