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El Telégrafo
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El científico más viejo de Australia se suicidará el jueves 10 de mayo

El científico australiano David Goodall (i) de 104 años, se despide de su nieto en el aeropuerto de Perth para iniciar un viaje que terminará en Suiza, donde se someterá a una eutanasia voluntaria.
El científico australiano David Goodall (i) de 104 años, se despide de su nieto en el aeropuerto de Perth para iniciar un viaje que terminará en Suiza, donde se someterá a una eutanasia voluntaria.
Foto: EFE
08 de mayo de 2018 - 00:00 - Agencias AFP y EFE

El cofundador de la clínica suiza que ayudará a morir a un científico australiano de 104 años calificó de “atrocidad” el hecho de que Australia no lo haya autorizado a poner fin a su vida en su propio país.

David Goodall, de quien se habló hace dos años cuando su universidad intentó apartarlo de su cargo, no padece ninguna enfermedad terminal, pero considera que su calidad de vida está deteriorada y que es hora de irse.

“Pero como no está en fase terminal (...) tiene que venir hasta Suiza”, lamentó Ruedi Habegger, cofundador de Eternal Spirit, una de las numerosas fundaciones en Suiza que ayudan a la gente que desea poner fin a su vida.

“Es una atrocidad. Este anciano (...) debería poder morir en su casa, en su cama, como se puede hacer aquí en Suiza”, expresó.

Goodall debe suicidarse en la clínica Eternal Spirit, cerca de Basilea, el 10 de mayo.

El suicidio asistido es ilegal en la mayor parte del mundo. Estaba totalmente prohibido en Australia hasta que el estado de Victoria legalizó el año pasado la muerte asistida.

Pero esta ley, que entrará en vigor en junio de 2019, solo se aplica a los pacientes en fase terminal, con una esperanza de vida menor a seis meses.

De acuerdo con la ley helvética, cualquier persona lúcida y que hace tiempo haya expresado su deseo de poner fin a su vida puede pedir lo que se llama la muerte voluntaria asistida (MVA).

“Si una persona sana viene y dice ‘estoy cuerdo y he decidido morir’, en teoría no te conciernen sus razones”, mencionó Habegger.

Pero reconoció que es extraño que las personas sanas pidan morir y destaca que los médicos, la mayoría, dudarían en cooperar.

La mayoría de las aproximadamente 80 personas que acuden a Eternal Spirit cada año para morir son ancianas, están enfermas o sufriendo, con una edad media de 76 años, precisó, añadiendo que el más joven tenía 32 años y que el mayor -hasta el momento- 99.

“Muy disgustado”

“No quiero ir a Suiza”, declaró el científico a la televisión australiana ABC antes de embarcarse en su último viaje el pasado miércoles. Pero explicó: “aprovecho la oportunidad de suicidio que me niega el sistema australiano”.

“Estoy disgustado”, añadió este investigador asociado honorífico de la Universidad Edith Cowan de Perth, autor de varios libros.
Antes de acudir a la clínica suiza esta semana, visitará a sus hijos en Francia.

Al contrario que Exit, la mayor asociación de ayuda al suicidio de Suiza que solo atiende a los residentes helvéticos, el 75% de los pacientes de Eternal Spirit son extranjeros, que deben pagar los exámenes médicos y las tasas de admisión, caras en Suiza. Pero Habegger explicó que la clínica no se beneficia con las MVA, como impone la ley suiza.

Los suizos eligen generalmente morir en su casa, pero para los extranjeros la clínica ofrece locales amueblados con suficientes habitaciones para la familia y amigos.

Habegger indicó que Goodall viajará con un amigo que lo acompañará hasta el final.

En una muerte asistida, la persona debe ser físicamente capaz de encargarse del último acto.

Las fundaciones suizas, la mayoría, piden al paciente que tome pentobarbital sódico, un potente sedante que en altas dosis detiene los latidos del corazón.

Ante una cámara, el paciente dice en voz alta su nombre, su fecha de nacimiento y confirma que sabe lo que está a punto de hacer.

El paciente entonces abre la válvula que libera el producto. La cámara continúa grabando como prueba de que se trata de un acto voluntario. “Después apagamos la cámara, porque lo siguiente es íntimo, privado”, explicó Habegger.

La persona se duerme en unos 20-30 segundos. “Se hunde más y más profundamente hasta que se detiene el músculo cardíaco”.

La duración generalmente es de un minuto y medio. “No es doloroso. Es breve y tranquilo”, añadió. (I)

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