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La idea es que el sistema sea más proporcional

Chile aplicará el inclusivo método electoral D’Hont

La presidenta Michelle Bachelet (centro) visita a los evacuados por el volcán Calbuco en Puerto Varas, Chile. Foto: AFP
La presidenta Michelle Bachelet (centro) visita a los evacuados por el volcán Calbuco en Puerto Varas, Chile. Foto: AFP
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Tras 25 años de democracia, Chile tendrá un nuevo sistema electoral. La presidenta Michelle Bachelet promulgó  una ley que cambia el modelo heredado del régimen militar de Augusto Pinochet, uno de los más simbólicos resabios de la dictadura, que permitió la hegemonía de las dos mayores fuerzas políticas chilenas desde 1990 en adelante. “Hoy es un gran día para la democracia. Hemos dejado atrás el sistema binominal que por tanto tiempo limitó y lastró nuestra representación política”, dijo Bachelet, quien se anotó un importante logro, en medio de los escándalos de supuesta corrupción política, que afectan tanto a opositores como a miembros de la propia alianza oficialista Nueva Mayoría.

La nueva ley fue aprobada en enero por el Congreso, tras una larga y tensa negociación con los partidos de derecha. La nueva ley electoral introduce el mecanismo proporcional (sistema D’Hont) como metodología electoral  y que aumenta de 120 a 155 diputados y de 38 a 50 senadores, además de redistribuir los distritos e incluir una ley de cuotas. Este es un sistema similar al que tuvo Chile hasta el quiebre de la democracia en 1973.

Bajo el llamado sistema binominal se elegía a dos representantes por cada circunscripción. Pero para que una lista obtuviera los 2 escaños debía sumar más de 66%, algo improbable. Sin embargo, con solo el 33% de los votos, la segunda lista más votada, obtenía la misma representación que la primera.  

Este mecanismo, criticado por la izquierda chilena, le permitió por años a la derecha tener una sobrerrepresentación en el Congreso. De hecho, la derecha siempre conseguía el control de la mitad del Legislativo, con apenas un tercio de los votos de los ciudadanos. De todos modos, con el transcurso de los años, el binominal también se transformó en algo cómodo para la Concertación.

Para contrarrestar este problema, la reforma introduce el método D’Hont como criterio de selección. Este se basa en una técnica de coeficiente para obtener el número de cargos electos en proporción a los sufragios conseguidos y es ampliamente utilizada en el mundo, pese a que distribuye los asientos entre las listas con más apoyo, pero no necesariamente entre los candidatos más votados individualmente.

El nuevo sistema será utilizado por primera vez en las elecciones de 2017, pero no será hasta 2021 que operará completamente. El principal objetivo del gobierno de Bachelet es que el nuevo sistema sea más proporcional y que en el Congreso estén representadas todas las fuerzas políticas. En el papel, que cada voto cuente como tal. Pero también la reforma electoral contempla otras medidas.

La nueva ley baja los requisitos para la creación de nuevos partidos políticos. Mientras el sistema binominal requería un número de firmas equivalente al 0,5% de las personas que votaron en la última elección de diputados, ahora se requiere solo un 0,25%. A su vez, los candidatos independientes necesitarán el patrocinio de un 0,5% de los electores. Se trata de un logro histórico para el gobierno de Bachelet.

Al mismo tiempo, la nueva ley considera 28 distritos, resultando electos entre 3 y 8 diputados por cada uno. Además, en el caso de Santiago, donde actualmente hay 16 distritos con 2 representantes cada uno, quedarán solo 8 áreas, pero resultarán electos 47 diputados.  

Por su parte, en las próximas votaciones el Senado elegirá a los miembros de las regiones impares y solo 4 años más tarde el cambio se habrá desarrollado completamente al integrarse los representantes de las zonas pares. Cabe destacar que ahora cada región equivaldrá a una circunscripción y resultarán electos entre 3 y 5 senadores, dependiendo el número de habitantes.

Justamente el “redistritaje” ha sido uno de los puntos más cuestionados de la reforma, según la oposición, pues es “un traje a la medida” para los partidos de gobierno e implica un gasto innecesario para la ciudadanía. Desde la Alianza de centroderecha insisten que el cambio solo beneficiará a la Nueva Mayoría, la cual -según simulaciones electorales- podría aumentar su representación, en especial, en el Senado.

La reforma contempla, además, la actualización en la distribución de los escaños cada 10 años, considerándose así las transformaciones demográficas que el país pudiese sufrir. Otro cambio importante es la inclusión de una ley de cuotas, la cual establece un tope de un 60% de candidatos del mismo sexo por cada partido. En las últimas elecciones parlamentarias apenas 20 mujeres lograron ingresar al Congreso, ya que constituyen el 52% de la población chilena. (I)

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