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Campaña electoral en Perú con pocos debates

Campaña electoral en Perú con pocos debates
05 de abril de 2011 - 11:57

La campaña electoral para los comicios del próximo 10 de abril en Perú ha sido una de las más reñidas que se recuerdan, pero no por las ideas o programas enfrentados, ya que, a falta de verdadero debate, han primado las anécdotas.

Entre quienes reclamaron un mayor nivel de discusión el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Luis Bambarén, alertaba recientemente sobre la "superficialidad" de la campaña, que el escritor Mario Vargas Llosa llegó a calificar de "torneo de payasadas", uniéndose así al coro de críticas.

Sin embargo, es difícil imaginar qué debate de ideas puede haber entre el ex presidente Alejandro Toledo, el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda, la congresista Keiko Fujimori (hija del ex presidente preso, Alberto) y el economista Pedro Pablo Kuczyinski, ya que todos ellos coinciden en lo esencial: profundizar el modelo económico liberal y privilegiar las inversiones extranjeras.

Solo el nacionalista Ollanta Humala, aunque ya abandonó el discurso chavista de las elecciones de 2006, cuando fue vencido por Alan García, es partidario de una política más claramente redistributiva y de protección social, o de renegociar los grandes contratos de gas y petróleo.

Ante esta coincidencia en los principales asuntos, la campaña ha estado centrada en anécdotas, como el ya famoso "análisis capilar" a los candidatos para descartar rastros de sustancias tóxicas.

Han abundado las visitas a mercados, las apariciones en sets de televisión, los disfraces con casi todos los trajes regionales de este país tan rico en folclore, todo ello para aderezar las promesas de toda elección: más pensiones, más policías o más maestros, casi nunca con explicaciones de dónde saldrá el dinero.

En cambio, los debates entre los candidatos se han limitado a meras exposiciones de programas, muy rígidos en sus tiempos, y solo el último, celebrado el pasado domingo, permitió algunas réplicas y puyazos.

"Sendero Luminoso y Alan García se encargaron de desorganizar y destruir la sociedad: no hay sindicatos ni organizaciones sociales, con lo cual hay una política hiperpersonalizada en la que las caras tienen mucho que ver", reflexiona el sociólogo Julio Cotler para explicar la extrema despolitización de la campaña.

Como consecuencia inmediata, la imagen que proyectan los candidatos y no sus programas, puede ayudar a entender las fluctuaciones de la popularidad en los sondeos: mientras que el "gringo" Kuczyinski ha optado por "acholarse", es decir, adoptar actitudes más populares, el izquierdista Humala ha cambiado su polo rojo por una corbata y una imagen familiar.

Alejandro Toledo, que comenzó con una imagen de estadista que rehúsa entrar en disputas personales, empezó a perder puntos justo cuando se desvió de esos propósitos, sin que esté claro si podrá recuperarlos de aquí al próximo domingo.

Algunos de los gestos más comentados han sido la aparición de Humala con un rosario en compañía del cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, considerado del sector más conservador del catolicismo y que también ha recibido a Toledo y a Castañeda.

Cipriani ha intentado "cuadrar" a los candidatos con algunos de los temas que cuida celosamente y prácticamente ha conseguido que todos hayan hecho pública profesión de fe contra el aborto y las uniones civiles entre homosexuales, dos asuntos muy presentes en la anterior legislatura.

Curiosamente, los sondeos, que al principio dominaban Toledo y Castañeda, ambos promocionando sus exitosas gestiones (estatal y municipal), han dado la vuelta y ahora entre los candidatos con mayor posibilidad de pasar a una segunda vuelta están los que también despiertan mayores rechazos: Ollanta Humala y Keiko Fujimori.

Según ha repetido el Nobel Vargas Llosa, una elección entre ambos sería como elegir "entre el cáncer y el sida", pero, según reflejan las encuestas, tamaña advertencia parece haber caído en saco roto.

Humala despierta grandes simpatías entre los pobres y en las regiones del sur del país, pese al gran aparato mediático que ha azuzado durante semanas el miedo al "chavismo", hasta el punto de que el candidato ha tenido que desmarcarse públicamente del presidente venezolano, Hugo Chávez, que recientemente le calificó de "buen soldado".

En cuanto a Keiko Fujimori, es popular en regiones rurales y de la periferia de Lima donde el régimen de su padre fue generoso en su política clientelar, pero cuenta con grandes resistencias entre quienes recuerdan los graves delitos contra los derechos humanos y la corrupción desenfrenada, asuntos de los que la candidata no parece haber tomado suficiente distancia.

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