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La tasa de desempleo subió a 6,5% en abril

Brasil invertirá $ 55.000 millones en megaplán

El megaplán incluye inversión privada. Al momento se alistan las construcciones de los Juegos Olímpicos 2016. Foto: AFP
El megaplán incluye inversión privada. Al momento se alistan las construcciones de los Juegos Olímpicos 2016. Foto: AFP
12 de junio de 2015 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

En medio de un ajuste de recursos, la presidenta Dilma Rousseff sorprendió a aliados y a opositores al anunciar un megaplán de obra pública y de concesiones de aeropuertos, puertos, ferrovías y carreteras que deberá elevar el perfil de la infraestructura del país y evitar la sangría de puestos de trabajo en una economía.

Una desarrollista de izquierdas, como se define la economista Dilma Rousseff, en el primer semestre de su mandato, ha puesto a ‘convivir’ al desarrollo y al monetarismo en el seno del poder político de Brasil. Una suerte de Doctor Jekyll y Mr. Hyde de los cuales dependen los rumbos, el éxito o el fracaso sobre la marcha de la mayor economía latinoamericana.

A la par de que siempre se identificó con las ideas del británico John Maynard Keynes y las políticas de intervención estatal para la creación de empleo (modelo del New Deal para sacar a Estados Unidos de la quiebra de 1929), Rousseff puso desde el 1 de enero, inicio de su segundo mandato, a convivir en su gabinete al ministro de Hacienda, Joaquim Levy, un ‘Chicago Boy’ de la escuela del monetarista Milton Friedman.

Esta doble vertiente dentro del gobierno del Partido de los Trabajadores ha causado dolores de estómago y de ideología en la fuerza fundada por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Rousseff defendió a Levy para ejecutar un ajuste de $ 25.000 millones de dólares en las cuentas, limitar beneficios sociales en los seguros de desempleo y reducir los estímulos a la industria que se habían otorgado desde 2009. Esto, que sonó como una decepción tras la campaña electoral polarizada entre izquierda y derecha, según Rousseff “permitirá un ahorro para retomar el crecimiento”. El objetivo es lograr un superávit primario del 1,2% en un año con caída del PIB, según previsiones, que podrá ser del 1,5 al 2%.

Por otro lado, la fragilidad política del Gobierno marcada por la agenda mediática del caso de corrupción en Petrobras fue enfrentada, también para intentar un shock de inversión directa privada, por el anuncio del Plan Integral de Logística. “Son concesiones, no privatizaciones”, se atajó el ministro de Planificación y Presupuesto, Nelson Barbosa.
Lo cierto es que si el ajuste es cercano  a $ 25.000 millones de dólares, el plan de obra pública -con más de un centenar de proyectos-contempla inversiones privadas por unos $ 55.000 millones. “Este es el punto de partida y no la llegada. Estamos promoviendo un reequilibrio de las cuentas públicas. Estamos dando vuelta una página”, sostuvo Dilma Rousseff al lanzar el plan.

Dentro de lo proyectado se encuentra un proyecto de unos $ 20.000 millones, producto del memorándum de entendimiento entre Brasil, China y Perú para la construcción de una línea férrea transoceánica que una Río de Janeiro con un puerto del sur peruano, destinado especialmente a la exportación brasileña hacia China, su principal socio comercial.

El ajuste que ha acarreado una elevación de la tasa de interés, de inflación y de desempleo en el primer trimestre, pretende eliminar parte de los incentivos a los industriales, que amenazaron con menos inversiones. La Federación de Industria de Sao Paulo (Fiesp), la patronal más poderosa del país, indicó que el 54% de las fábricas pretende despedir personal con la salida de los estímulos. Aquella política anticíclica fue un éxito para enfrentar la crisis norteamericana que explotó en 2008, pero, según Dilma, “ha llegado a un límite”.

Otras de las novedades del nuevo plan de logística, además de ser un intento para modernizar toda la red de transporte en forma inédita, será continuar con la concesión parcial a privados de los aeropuertos. En 2016 será entregado a privados el 49% de los aeropuertos de las ciudades de Porto Alegre, Salvador, Florianópolis y Fortaleza, tal como ya se hizo antes del Mundial 2014 con los de Sao Paulo, Río de Janeiro y Brasilia.

El nuevo plan, que se ejecutará hasta un lejano 2019 -el mandato de Rousseff terminará en 2018- es un paliativo a las críticas de los movimientos sociales históricamente aliados al PT sobre la opción neoliberal del ajuste a favor de la macroeconomía financiera.

La tasa de desempleo de abril subió a 6,5%, contra el 4,8% del mismo mes de 2014. Mientras que la inflación acumula en 12 meses un aumento del 8,2%, lo que según el mercado financiero amenaza a la meta anual de 6,5% de avance en los precios.

La convivencia de un ajuste con planes de expansión tuvo un antecedente en los 2 primeros años del gobierno de Lula, en 2003 y 2004, cuando la macroeconomía permitió el salto cualitativo en crecimiento, ampliación histórica del empleo y de la renta. La apuesta de Rousseff es desmentir que las segundas partes nunca fueron buenas. (I)

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