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ES PROPIETARIO DEL Grupo Inditex, QUE INCLUYE MARCAS COMO ZARA
Amancio Ortega, el multimillonario discreto
¿Sirve para algo elaborar y dar a conocer una lista de las personas más ricas del planeta? Eso debió de pensar ayer Amancio Ortega, el gallego discreto que hace 40 años se inventó Zara en un humilde cobertizo de ropa de La Coruña, al ver su nombre a la cabeza de las grandes fortunas que reinan en este mundo incierto. Con 79 años, Ortega se ha encaramado a la dirección del carro, junto a Bill Gates, de los 500 individuos con un patrimonio superior a los $ 1.000 millones, y que si un día les diera por combinar sus riquezas superarían el producto interior bruto de un país nada desdeñable como Francia. Algo obsceno, quizá, cuando más de 1.000 millones de seres humanos intentan sobrevivir con menos de un dólar al día.
Pero así son las reglas que manejan el mundo. Y en ese terreno es donde Amancio Ortega asentó Inditex, su verdadero imperio aglutinador de marcas como Zara, Massimo Dutti y Pull&Bear, para iluminar las grandes avenidas del consumo internacional. Mil veces se ha intentado hacer un retrato de este empresario esquivo, pero los contornos que mostraba a la prensa voraz siempre han sido demasiado vagos. A partir de cuatro o cinco fotos suyas, se crearon misterios insondables que siempre terminaron en la superficialidad de su estilo de vida -sobria, como sus inseparables camisas Oxford de colores claros y pantalones grises-. Comenta a EL TELÉGRAFO un viejo reportero de guerra español reconvertido a paparazzi “por necesidad y supervivencia” que el dueño de Zara, a quien siguió durante dos años como si fuera su sombra, solo apuesta sobre seguro, que es muy familiar “una vez vi como daba un beso en público a su hija Marta”, y que no olvida sus gustos de la infancia, “prefiere los huevos fritos a la alta cocina francesa, y la cerveza al vino de La Rioja”. Pero nadie sabe si es huraño o simpático, si su conversación privada es aburrida o apasionante o si le duele la espalda al levantarse o hace yoga. Nadie lo conoce porque jamás ha concedido una entrevista.
No es de extrañar que a Ortega, un hombre sin voz y sin rostro hasta hace 10 años, un fantasma que se paseaba por La Coruña mezclado en el anonimato de una tranquila capital de provincia, que tomaba café en los bares de siempre antes de acudir puntual una vez por semana a jugar con sus amigos de la infancia un partido de fútbol 7, que no cambió su vivienda de clase media con vista al Océano Atlántico por ningún palacio custodiado por un ejército de guardias de seguridad, y que el único signo de ostentación que se le recuerda era un Porsche blanco, le resulte tan indiferente que media España exalte su trayectoria empresarial como “ejemplo de emprendedor”, como que la otra denuncie el “esclavismo” de las condiciones laborales impuestas a los miles de empleados de Zara. Exige a sus empleados, salvando las distancias, el mismo comportamiento que invirtió en la construcción de su marca: control personal en la fabricación, en la distribución y en la venta.
Pero más allá de su ingenio capitalista para convertir en oro lo que toca, hay una figura en la vida de Amancio Ortega que marcó su destino a fuego. Fue Rosalía Mera, su primera mujer, fallecida hace dos años. Con ella compartió Zara hasta que sus caminos, y su percepción del mundo, se separaron de forma irreversible. Y como en todo, hay una fecha clave: El nacimiento de su hijo Marcos con una parálisis cerebral severa. Desde ese momento, Amancio se sumerge en su imperio mientras que Rosalía comienza a invertir su inmensa fortuna en múltiples causas sociales, desde la ayuda a organizaciones de discapacitados psíquicos a medios de comunicación independientes del poder de los banqueros, movimientos sociales como el 15M y grupos que surgieron tras la catástrofe provocada por el hundimiento de un petrolero frente a las costas de Galicia en 2002. Terminó convirtiéndose en “la millonaria roja” de España mientras su esposo jugaba en la rueda de las grandes fortunas de Wall Street. Rosalía Mera sí concedió alguna entrevista, siempre a periodistas con un reconocido perfil crítico con el poder. En una de ellas, reconoció al escritor Manuel Rivas que trabajó muy duro, cosiendo y diseñando modelos, durante los primeros años de Zara.
El divorcio supuso la separación del accionariado de la empresa de Ortega. A partir de ahí, también se produjo una mutación en el hoy primero o segundo hombre más rico del mundo, según la revista Forbes. Su carácter se hizo más huidizo, pero se expandió a nivel empresarial. Dejó su vida de siempre en Galicia para cimentar Inditex.
Llegó a la cima, a bordo de un yate de 31 metros de eslora y un jet privado de $ 35 millones, más grande que el de Gates. Procedente de un país que no supera la crisis, su fortuna es de $ 79.600 millones y solo reconoce a algunos de sus viejos amigos. (I)