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A 25 años de buscar una solución palestino-israelí

El 13 de septiembre de 1993 Isaac Rabin (i) y Yaser Arafat firmaron los Acuerdos de Oslo con la presencia de Bill Clinton (atrás)
El 13 de septiembre de 1993 Isaac Rabin (i) y Yaser Arafat firmaron los Acuerdos de Oslo con la presencia de Bill Clinton (atrás)
Foto: Archivo / EL TELÉGRAFO
16 de septiembre de 2018 - 00:00 - AFP

Los acuerdos de Oslo, nacidos hace un cuarto de siglo y que arrojaron por primera vez esperanza entre israelíes y palestinos de que algún día verían la paz, están heridos de muerte pero continúan en vigor, en vez de haber desaparecido. “El problema no es que Oslo esté muerto, sino, precisamente, que no lo está. Se suponía que moriría, que serían cinco años de acuerdo interino que darían lugar a un acuerdo de estatus final entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Y en vez de desvanecerse, se ha quedado con nosotros 25 años”, lamenta el analista israelí Dan Rothem.

En este periodo, Oslo se ha transformado -por dejadez y por la suma de fracasos de consecutivos intentos de negociaciones de paz- de una fase temporal que debía servir de puente a un pacto final, a una condición inconclusa cuasipermanente sin que haya en perspectiva ningún plan posible.

A pesar de que ambas partes han cometido graves violaciones, en varios aspectos fundamentales los acuerdos de Oslo están muy vivos todavía: la existencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), sus operaciones en las Áreas A y B, la coordinación de seguridad, la unión aduanera, dice el analista israelí Dan Rothem.

El texto del acuerdo de paz, rubricado en Washington por Isaac Rabin y Yaser Arafat con Bill Clinton como testigo el 13 de septiembre de 1993, no contemplaba textualmente la creación de un Estado palestino. Pero establecía elecciones para un Consejo Palestino y la creación de la ANP, además de la retirada parcial y gradual militar israelí de varios territorios. “En teoría, Oslo pavimentaba el camino hacia la solución de dos estados, aunque en origen no se refiriese explícitamente a ella, pero era lo asumido por ambas partes. Ahora estamos viendo cómo la ventana de los dos estados se cierra ante nuestros ojos y eso tiene que ver menos con la expansión de los asentamientos que con la voluntad de los palestinos, especialmente la generación joven”, opina Rothem.

Muchos jóvenes palestinos ven el acuerdo “como una fórmula para perpetuar el control y opresión israelí sobre la población que ocupa”, coincide Zalzberg.

En Israel también el pacto ha perdido apoyos, asegura, y mientras que “la elite actual, mayoritariamente de derechas, cree que moverse en los límites de Oslo es el camino de menor resistencia, los jóvenes lo ven como un obstáculo obsoleto que impide garantizar la soberanía israelí en más áreas en Cisjordania”.

Transcurridas dos décadas y media de fracasos encadenados de diálogos de paz, muchos palestinos lamentan las concesiones que se hicieron: asumir que el Estado palestino se constituiría solo en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este -renunciando al 78% de lo que consideran su patria histórica-, legitimar a Israel, reconocer su existencia y abandonar la violencia. Oslo tuvo dos grandes fallos: el primero, no establecer ningún mecanismo de supervisión por una tercera parte fiable y asumir que la confianza que se construyó pactando el acuerdo triunfaría, algo que fracasó.

El segundo, es que no se planteó una solución para ninguno de los cinco asuntos centrales (refugiados, fronteras, seguridad, asentamientos y Jerusalén) y se pospuso todo al pacto final.

Israel continuó expandiendo los asentamientos, y la violencia regresó con fuerza en la Segunda Intifada, algo que tampoco preveía el hito que llevó a Rabin, Arafat y al entonces titular de Exteriores israelí, Simón Peres, a ganar el premio Nobel de la Paz en 1994.

La falta de un horizonte está reduciendo el texto a un acuerdo de cooperación en seguridad y gestión, con una ANP cada vez más cuestionada por su población.

El avance de Hamás y la pérdida de control en Gaza de la ANP hace difícil cualquier negociación y los palestinos han descartado a EE.UU. como principal negociador y optan por buscar el reconocimiento internacional.

El presidente palestino, Mahmud Abás, ha amenazado con declarar muerto Oslo y no someterse a sus obligaciones, pero se resiste a hacerlo y continúa encabezando la ANP

Podría haber una erosión gradual de Oslo y sus instituciones o una anexión forzosa israelí de Cisjordania, que acabe siendo el fin de Oslo e imponga de facto la realidad de un Estado. Hoy, Oslo está vivo, pero no puede avanzar. (I)  

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