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60 observadores de 26 países vigilan hoy las elecciones presidenciales de Brasil
Dilma Vana Rousseff
“Hicimos una campaña fuerte, estamos contando con el segundo turno”
Exguerrillera presa en la dictadura, la primera mujer presidente de Brasil, Dilma Rousseff, de 66 años, es la favorita para ganar hoy las elecciones presidenciales.
Cuando el 1 de enero de 2011 recibió la banda presidencial de su padrino político, el popular Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), los brasileños apenas la conocían. Nunca había disputado un cargo público en elecciones, siempre había preferido cargos gerenciales. En el gobierno de Lula fue su fiel ministra de Energía entre 2003 y 2005 y jefa de gabinete entre 2005 y 2010.
Rousseff se enfrentará con su rival socialista Marina Silva y con el socialdemócrata Aecio Neves en las elecciones, para las que cuenta con 40% de la intención de voto, contra 24% de la ecologista y 21% de Neves, según Datafolha.
En un posible balotaje el 26 de este mes, Rousseff también es favorita: contra Silva ganaría por 48% contra 41%, apunta Datafolha.
“Todo indica que hicimos una campaña fuerte. Estamos contando con el segundo turno”, dijo Rousseff el viernes en una caminata por Sao José dos Campos, en el estado de Sao Paulo (sureste).
Mano de hierro
Los brasileños se acostumbraron pronto a su voz fuerte y estilo gerencial de ‘dama de hierro’ que no se reprime en corregir a sus ministros en público y que conoce hasta el más técnico de los detalles de cada programa de su gobierno. Nada que ver con el carismático Lula, que hacía reír a la platea con sus ocurrencias y despertaba la veneración de una estrella de rock.
En sus raras referencias al período de la dictadura y a sus excompañeros de lucha, algunos fallecidos, se ha emocionado y dado muestras de dignidad.
“En mi vida enfrenté situaciones del más alto grado de dificultad, agresiones que llegaron al límite físico, y nada me sacó de mi rumbo, de mis compromisos ni del camino que tracé para mí misma”, declaró tras ser insultada en el estadio durante la inauguración del Mundial de fútbol en junio.
Dilma Vana Rousseff nació el 14 de diciembre de 1947 en Belo Horizonte (sureste), hija de un inmigrante búlgaro, Pedro Rousseff, y la profesora Dilma Jane da Silva, una pareja de clase media, que desde muy joven le inculcó la lectura de Balzac, Zola y Dostoievski.
En su juventud, Rousseff integró dos organizaciones armadas clandestinas de oposición a la dictadura (1964-1985), el Comando de Liberación Nacional (Colina) y la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR Palmares). Los disidentes la conocían por sus alias: Estela, Vanda o Luiza.
A los 22 años fue torturada y pasó casi tres años en la cárcel. El juez del tribunal militar la llamó ‘papisa de la subversión’, revela el periodista Ricardo Amaral en una biografía de la mandataria.
El libro, publicado un año después de su llegada al poder, develó una fotografía en blanco y negro que nadie había visto de la presidenta: una desafiante Rousseff a los 22 años frente a sus jueces militares, tan joven y a la vez tan fuerte.
Formada en economía, Rousseff tiene una hija, Paula, y un nieto de cuatro años. Rousseff se divorció del padre de Paula, Carlos de Araújo, su segundo marido, después de 30 años de una relación que sobrevivió a la prisión de ambos en la dictadura
María Osmarina Silva Vaz de Lima
“Tenemos las mejores condiciones para vencer al PT en segunda vuelta”
Antes de ser candidata a la presidencia, Marina Silva fue ministra, diputada y también sindicalista. Pero mucho antes era una niña negra y pobre de Brasil que recolectó caucho en la Amazonía, limpió casas y soñaba con ser monja.
“Me despertaba a las 4 de la mañana, cortaba unos leños para encender el fuego. Hacía café y una ensalada de plátano con huevo. Ese era nuestro desayuno”, cuenta la postulante por el Partido Socialista de Brasil (PSB), que fue alfabetizada a los 16 años y hoy escribe poemas en su tiempo libre.
María Osmarina Silva Vaz de Lima creció en el Seringal Bagaço, en el estado de Acre, en la Amazonía. En la pobreza y expuesta a las inclemencias de la selva, contrajo malaria cinco veces, hepatitis otras tres, padeció leishmaniasis -una enfermedad cutánea- y, como secuela de tanto medicamento, tuvo contaminación por metales pesados. La desahuciaron 3 veces.
Ahora, a sus 56 años, esta mujer menuda, de voz aguda y con el cabello recogido siempre en un moño, lucha por arrebatarle la presidencia a Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, PT, izquierda), con quien compartió militancia en el pasado.
Asumió la candidatura de manera totalmente inesperada, tras la muerte de su compañero de fórmula, Eduardo Campos, en un accidente aéreo en agosto. Y en pocos días explotó en los sondeos, aunque luego ha perdido puntos y hoy lucha por pasar a la segunda vuelta.
“Tenemos las mejores condiciones para vencer al PT en la segunda vuelta” y dar a Brasil “un gobierno con experiencia para enfrentar el gran caos que vamos a encontrar en la economía”, dijo Silva el viernes en un acto en Belo Horizonte (sureste).
Se presenta como la abanderada de una “nueva política”, captando votos de indecisos, insatisfechos, de los jóvenes y de los cada vez más numerosos evangélicos en Brasil.
Si gana podría ser la primera presidenta negra de Brasil, país en donde un 51% de la población es negra o mulata.
Con 11 años, Marina caminaba 14 kilómetros diarios con sus siete hermanos -otros tres murieron en la infancia- para realizar cortes en los árboles de caucho y luego recoger el látex. A los 16 consiguió un trabajo como empleada doméstica y se alfabetizó.
Casi presidenta
Como novicia, Marina conoció la Teología de la Liberación e hizo un curso de liderazgo sindical rural, que dictaba el líder de los recolectores de caucho, Chico Mendes. Dejó la idea del convento y se integró en la lucha de Mendes, participando en la resistencia pacífica contra la deforestación junto con recolectores y sus familias. Con él fundó la Central Única de Trabajadores en Acre, y trabajó a su lado hasta que murió asesinado en 1988.
Graduada en Historia en Río Branco, Marina también fue profesora, se convirtió en una defensora del medio ambiente internacionalmente reconocida y se hizo evangélica en 1997.
Silva militó en el PT, fue la senadora más joven de Brasil con 36 años y, en 2003, el recién asumido presidente Luiz Inacio Lula da Silva la designó como ministra de Medio Ambiente. Dejó el partido en 2009 por problemas de “ideales y principios”, y fue candidata a la presidencia con el minúsculo Partido Verde en las elecciones de 2010. Para sorpresa general, cosechó casi 20% de los votos, colocándose como la tercera candidata más votada. Está casada, con cuatro hijos, rechaza la legalización del aborto y el casamiento gay.