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La suspensión de contratos afecta varias actividades culturales

3.000 despidos alteran la Alcaldía de Lima

Varios trabajadores despedidos realizaron la semana pasada un plantón frente al palacio municipal, en Lima. Foto: Tomada de Somoselmedio.org
Varios trabajadores despedidos realizaron la semana pasada un plantón frente al palacio municipal, en Lima. Foto: Tomada de Somoselmedio.org
15 de enero de 2015 - 00:00 - Por Víctor Vimos Vimos, corresponsal en Lima

No se cumple un mes desde que Luis Castañeda asumiera la Alcaldía de Lima y ya hay problemas. Marchas de trabajadores que alegan haber sido despedidos de forma intempestiva, oficinas cerradas, proyectos detenidos, nutren la larga lista de los reclamos con que esta administración inaugura sus funciones.

Antes de que esto pasara, los rumores apuntaban a que gran parte de lo actuado y decidido por la administración de Susana Villarán, alcaldesa saliente, sería revisado, rectificado o eliminado, según los ojos del nuevo burgomaestre. Hoy, 15 días después de que juramentara como nueva autoridad, las acciones de Castañeda se han encargado de convertir a esos rumores en una realidad abrumadora.  

Solo en su primera semana la administración actual se encargó de despedir a 3.000 trabajadores, sin respetar el contrato pactado con la administración anterior, hasta el 31 de este mes, a fin de que cualquiera sea el proceso de transición se pudiera dar en paz y no de forma abrupta.

Ya en 2010, cuando Castañeda dejó su segunda gestión, los trabajadores quedaron en funciones con una adenda de 3 meses que no fue discutida por la administración de la exalcaldesa Villarán.

Esta vez, la respuesta no ha sido recíproca. Al día siguiente de la toma de posesión, cada una de las oficinas de la Alcaldía lucía largas colas de empleados pugnando por saber si sus nombres constaban en la lista de despidos.

Esa actitud desató la crítica de diversos sectores, siendo el más notorio el de las mujeres. De acuerdo a ellas, cerca del 80% de los despidos corresponde a mujeres, muchas de ellas en estado de gestación, algo que es calificado de ilegal por sus representantes. El lunes pasado, cerca de 1.000 agraviadas marcharon hasta las oficinas del Ministerio de Trabajo para exigir que sus derechos sean respetados. Pedían la intervención de Carmen Omonte, ministra de esa cartera de Estado, a fin de que el diálogo entre las autoridades estatales y locales pudiera devolverles las esperanzas a las centenas de personas que ahora están, literalmente, en la calle.

Pero precisamente el diálogo es un medio que no goza de popularidad en la administración actual. Desde que fue posesionado, Castañeda no ha vuelto a aparecer ante los medios de comunicación y se ha sabido de él apenas por comunicados oficiales, fotografías o videos en los que se muestra sonriente, revisando obras de madrugada, cuando toda la ciudad duerme.

Ha dicho a su favor que los despidos se justifican porque la gestión de Villarán hizo demasiados nombramientos a último momento, lo que infringiría la ley y las normas del cabildo. Según su apreciación, en los últimos años, cerca de 6 mil nuevos trabajadores ingresaron a la Alcaldía, lo que configura una elevada tasa salarial que termina por disminuir la capacidad de inversión del Municipio de Lima. “Por cada 10 soles, más de 9 se van en gastos corrientes”, ha mencionado en un comunicado, aduciendo que los despidos representan cambios para bien.

Pero ese discurso ha dinamitado la paciencia de los afectados. Personal cesado de la Gerencia de Seguridad Vecinal, Gerencia de Seguridad Ciudadana y Oficinas de defensa contra el maltrato de la mujer, han acusado a esta acción como “antinatural, misógina y machista”, señalando que la de Castañeda es una administración que se caracteriza por la falta de sensibilidad.

Cierto o no, las pruebas podrían inclinar la balanza hacia una forma de actuar que no privilegia el contacto con la sociedad y que, encerrada en sí misma, augura una serie de cambios y resquebrajamientos en procesos que se construyeron en función de una política inclusiva.

El caso de la Gerencia de Cultura es el más triste ejemplo. Aunque hasta la noche del 1 de enero los trabajadores del Teatro Municipal preparaban todo para que en ese escenario fuesen posesionados Castañeda y sus regidores, 2 días después todos fueron despedidos. Ocurrió lo mismo con una serie de gestores y activistas culturales encargados de sostener la gran estructura de trabajo en esta rama que en la administración de Villarán fue una de las banderas más vistosas de su trabajo.

La actual representante de esa Gerencia, Mónica Áurich, es recordada en Lima por desactivar la Bienal de Arte, en la primera administración de Castañeda. Ella ha sido la encargada de cerrar temporalmente el Museo de Arte Metropolitano, de cancelar una exposición de Goethe, pactada para estos días, y de declarar que eventos como el Festival de Artes Escénicas de Lima (FAEL), uno de los más grandes de esta parte del continente, posiblemente será cancelado, debido al reordenamiento presupuestario. Así empieza la nueva Alcaldía de Lima.

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