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Donald Trump y el espíritu del capitalismo

Donald Trump  y el espíritu del capitalismo
13 de febrero de 2016 - 00:00 - Julio Peña y Lillo E.

El espíritu del capitalismo hace referencia a un cierto tipo de comportamiento que la vida económica de una sociedad hace a sus miembros. Según Max Weber, para que pueda desarrollarse el capitalismo, el espíritu que debe prevalecer es el de entrega al trabajo, el de distanciamiento con el mundo y la vida, a través de una conducta moderada de virtuosa racionalidad productiva, que exige de nosotros un sacrificio constante en función de la reproducción de la riqueza.

El “great pretender” o el “self made man” en el capitalismo vendría a ser ese individuo que se hace o construye a sí mismo, “supuestamente” por fuera de sus condiciones sociales. Así tenemos al magnate inmobiliario Donald Trump, actual precandidato presidencial por el partido republicano, quien proviene de una familia de clase media y que ahora cuenta con una fortuna personal valorada en más de $ 10.000 millones.

No obstante, si revisamos los debates políticos de EE.UU. sobre una problemática mundial como es el caso del medio ambiente, veremos cómo la mayoría de los aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia se opone a toda medida destinada a restringir las emisiones de gases de efecto invernadero y rechaza el consenso científico sobre el cambio climático.

La paradoja de este espíritu del capitalismo se manifiesta justamente ahí, cuando vemos que si bien el sistema genera unos pocos multimillonarios que atesoran inmensas fortunas materiales y económicas (el famoso 1%), al mismo tiempo son estos acaudalados adinerados los que destacan por una ignorancia atrevida, al mostrarse mezquinamente totalmente alejados de los problemas reales de su país y del planeta, incapaces de ver más allá de sus intereses monetarios personales.  

Esto se puede apreciar de igual manera en la relación que mantienen con sus vecinos mexicanos y latinoamericanos, a los que más allá de su miopía de acumulación no logran percibir como seres humanos o prójimos, con quien poder entablar una relación armoniosa y amable, constructiva y cooperativa.

Lo absurdo de tanta riqueza y del llamado “progreso capitalista” sobresale más  cuando constatamos que la reproducción de tanto dinero y de tanto poder viene atada a tanta ignorancia, cuando vemos que son justamente estos inescrupulosos millonarios los que platean acrecentar los muros de la frontera, expulsar a todos los inmigrantes sin papeles e incrementar las dificultades de su existencia, a pesar de que en Estados Unidos hay 11 millones de inmigrantes indocumentados trabajando en todo tipo de oficio con tal de sobrevivir por falta de recursos.

Vemos entonces como el cultivo del espíritu del capitalismo no implica en lo absoluto una reflexión sobre cómo llevar a cabo un mejoramiento de la calidad de vida para la sociedad en su conjunto, sino que su disposición principal es la de sacar adelante una cultura que convierte a todos y a todo -incluida la naturaleza que nos alberga-, en una simple mercancía. Por desgracia, el efecto devastador que posee este espíritu del capitalismo tan bien encarnado por Donald Trump es el que pone en peligro nada menos que la subsistencia y futuro de todo el planeta. (O)

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