Es un espectáculo en la cocina y una explosión de sabores en los paladares. Es la experiencia que se vive cuando se prueba por primera vez el pato Pekín, una joya milenaria de la gastronomía china. Su origen se remonta al siglo XIII, durante la dinastía Yuan que introdujo la técnica de asar el pato en un horno de leña. La receta se perfeccionó con la dinastía Ming y, siete siglos después, sigue viva en la capital china como uno de los emblemas de su gastronomía. Hoy, miles de comensales –locales y extranjeros– peregrinan a restaurantes legendarios para probar esta delicia. En el Peking Chamber, decenas de personas esperan con paciencia el llamado del mesero, quien grita con esmero el siguiente número. Sí, los comensales tienen que sacar un turno para comer que va entre una y dos horas. Mientras tanto se sientan, conversan, miran a los chefs meter y sacar a los patos asados del gran horno de leña –cocina abierta– y, de vez en cuando, observan una pantalla que muestra que sus turnos se acercan. Otros optan por ir a una tienda, comer algo pequeño o caminar para que la espera sea menor. Cuando esta termina, los comensales van a sus mesas y exploran la carta: arroz, fideos fritos, verduras salteadas, sopas y tofu acompañan al pato Pekín, que se sirve con salsas (hoisin, dulce o de soya), pepinillo, cebolla y melón; más unas finas tortillas. Tras el pedido, los meseros sirven las guarniciones y el chef anuncia la llegada del plato principal, que se marina con miel y vinagre antes de ser asado, lo que resalta su sabor. Luego, lo muestra y lo corta dependiendo del número de personas en la mesa. Ya en la mesa, el ritual para comer el pato Pekín continúa. La piel del pato se baña en azúcar para dar el primer bocado. Luego se toma una tortilla, se “pinta” con la salsa de soya o la dulce, se añaden láminas de pepinillo o melón; se pone un pedazo de pato, se lo envuelve y se disfruta de la explosión de sabores. ¡Es delicioso! Aprendido este ritual, el resto es cuestión de imaginación, ya que se puede combinar el pato con verduras, con el arroz y demás guarniciones. La idea es disfrutar de los sabores orientales. Curiosidades sobre el pato Pekín Antes de asar, al pato se le introduce aire entre la piel y la carne para lograr una textura crocante. La piel se barniza con miel, maltosa y jarabes dulces para darle un color dorado brillante. Se asa colgado en hornos de ladrillo a altas temperaturas, usando leña de frutales como el peral o el melocotonero que le da un aroma ahumado. El Quanjude es uno de los restaurantes más antiguos de Beijing; fue fundado en 1864. Hay chefs que logran cortes ultrafinos, llegando hasta 100 piezas. El pato Pekín no es solo un plato, es un ritual que atraviesa siglos de historia china y que hoy se mantiene vivo en Beijing. Desde la técnica ancestral de inflar la piel con aire hasta el aroma que deja la leña de frutales, cada detalle es una muestra de paciencia y maestría culinaria. Quienes lo prueban coinciden en que no se trata únicamente de comer, sino de vivir una experiencia cultural: una fusión de texturas, sabores y tradición que convierte a este pato en embajador de la cocina china. También le puede interesar: #ExplorandoBeijing | Comenzamos una gran travesía en China. Después de más de 28 horas de viaje desde Quito, llegamos a Beijing para mostrarles la vida vibrante de este país situado en el corazón de Asia. ¡No se lo pueden perder! #LéaloEnET: https://t.co/8j0pW3lxGo pic.twitter.com/ALkTFP13hv — El Telégrafo Ecuador (@el_telegrafo) August 24, 2025