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Argentina asimila muerte del “ideólogo, del símbolo más oscuro” de la dictadura

La muerte en prisión del ex dictador Jorge Rafael Videla enterró para siempre la idea de impunidad en   Argentina.  Diez años de “kirchnerismo”, que se cumplirán el 25 de mayo, abrieron la puerta al juzgamiento de cientos de represores amparados por leyes paridas en los albores de la democracia bajo amenazas de golpe.  Hoy, mientras miles de represores se pasean libres por otros países del Cono Sur, en Argentina   caen  uno a uno.  

Desde que en  2006, impulsado por el fallecido ex presidente Néstor Kirchner, el Congreso derogó las leyes de impunidad  que impedían el juzgamiento de represores, 250 personas acusadas de crímenes de lesa humanidad fueron condenadas a distintas penas de prisión.

Más de 1.800 acusados han sido involucrados en diferentes causas. Hay nueve procesos en marcha (entre ellos la megacausa que investiga los crímenes en la Escuela de Mecánica de la Armada/ESMA y el Plan Cóndor que unió a las dictaduras de la región). Otras 63 tienen orden de elevación a juicio y 212 están en proceso de instrucción, según el Centro de Estudios Legales y Sociales.

Videla fue uno de los condenados. Su prontuario era tan extenso como la estela de 30.000 desaparecidos que dejó el régimen entre 1976 y 1983. La lista incluía asesinatos, secuestros, torturas, detenciones arbitrarias, campos de exterminio, apropiación de bebés de detenidos-desaparecidos y crímenes aberrantes como los “vuelos de la muerte”, desde los que se arrojaban, atados de pies y manos, a cientos de opositores al Río de la Plata. Como definió la justicia argentina, fue un verdadero “genocidio”.

Pero ¿quién fue realmente Videla?    Lita Boitano, Madre de Plaza de Mayo y presidenta de Familiares Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, responde a El Telégrafo: “era el ideólogo, el símbolo más oscuro del régimen”.

Como jefe del Ejército, lideró  el golpe contra la presidenta María Estela Martínez de Perón,  Isabelita, el 24 de marzo de 1976. Videla solía presentarse a sí mismo como el ala moderada de la dictadura y enfrentaba una lucha interna con el jefe de la Marina, el fallecido almirante Emilio Massera. La interna no era solo por el poder, también por el botín de guerra.

Pero Videla era un lobo empeñado en vestirse con piel de cordero. El dictador no estaba solo. Detrás se encolumnaban parte del empresariado nacional y medios de comunicación que se enriquecieron ocultando la verdad o negociando con la dictadura. La complicidad civil fue su sustento vital.

La represión dejó heridas que no terminan de cicatrizar. El terrorismo de Estado no solo exterminó a la guerrilla, sino que también aniquiló todo atisbo de oposición, desmantelando sindicatos, partidos políticos y cualquier intento de resistencia civil.

Mientras instalaba el terror, el plan puesto en marcha por el ministro de Economía, José Martínez de Hoz, exponente de una familia “patricia” de la oligarquía local, llevaba al país a la ruina. La industria  desapareció ante una apertura indiscriminada a las importaciones y floreció la especulación financiera que enriqueció a los grandes grupos económicos. La deuda externa pasó de 7.000 a 45.000 millones de dólares. Videla, víctima de las internas palaciegas, entregó el poder en 1981 a otro dictador, Roberto Viola. Un año después,  asumiría Leopoldo Fortunato Galtieri  dando paso a la guerra de Malvinas.

“Que haya muerto en prisión significa que en   Argentina hubo justicia”, dijo el  legislador opositor Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente Raúl Alfonsín (1983-89), quien impulsó el histórico juicio a las juntas militares en 1985 en el cual se condenó a los dictadores. Luego, ante la presión militar,  Alfonsín debió dictar leyes de impunidad conocidas como de Punto Final y de Obediencia Debida que paralizaron los juicios a represores. Los ex dictadores finalmente salieron en libertad en 1990 al ser amnistiados por el ex mandatario Carlos Menem (1989-99).

Videla estuvo libre ocho largos años.  Volvió a prisión en 1998 por la causa de apropiación de niños, la única que no cayó en las redes del olvido.  Estuvo 28 días preso, pero la justicia le otorgó arresto domiciliario por su edad avanzada. Hasta que  Kirchner impulsó la abolición de las leyes de impunidad.

Videla volvió a prisión en 2008. Fue condenado por varias causas, entre ellas a cadena perpetua por el asesinato de 31 presos políticos y a 50 años por   robo de bebés. En julio de  2012 la justicia unificó distintas sentencias en una sola de reclusión perpetua. Al morir  era  juzgado por el Plan Cóndor.

Lita Boitano se lamenta: “lástima que murió sin decir   dónde está cada chico que se robaron. Pero hay un hecho positivo: murió en prisión. Kirchner tiene el máximo mérito. Nos dio la posibilidad de que los juicios sigan. Con bastón, dolores y achaques, ojalá podamos vivir   más para disfrutar de estos tiempos que son riquísimos en todo sentido, para testimoniar en los juicios” en marcha.

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