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Los órganos ahora se imprimen

Los órganos ahora se imprimen
13 de septiembre de 2015 - 00:00

Una bioimpresora 3D (tres dimensiones), con características únicas, promete revolucionar el campo de la medicina reconstructiva.

La tecnología, según lo describen los científicos, es un sistema diseñado para la rápida producción de prótesis mediante bioimpresión 3D.

Las prótesis maxilofaciales, por ejemplo, son muy laboriosas de fabricar y, además, son costosas. Su elaboración puede tomar más de 3 meses, en el mejor de los casos.

Acortar este tiempo es lo que muchos especialistas han soñado y gracias a este sistema no solo se acelera el proceso, sino que se minimizan los costos.

Cuando se trata de prótesis faciales, primero se escanea el rostro del paciente. El siguiente paso consiste en añadir al modelo digital los rasgos específicos para un ajuste perfecto. Estos rasgos son tomados de escáneres realizados a familiares de los pacientes o del propio solicitante. Por ejemplo, si a un paciente le falta una oreja, se le puede escanear la otra y obtener una réplica.

Las partes se imprimen a todo color en polvo de almidón con una impresora 3D diseñada para el efecto. El costo de hacer una sola copia es casi el mismo que el de una prótesis elaborada a mano.

Una vez que se ha creado el archivo es posible imprimir tantas veces como se quiera.

Después de conocer las características de esta tecnología, son muchas las empresas interesadas en beneficiarse de esta. Una de ellas es la multinacional francesa L’ Oreal que este año se asoció con una compañía especializada en la impresión de componentes orgánicos, para encontrar la manera de realizar bioimpresiones 3D de tejidos vivos que puedan ser utilizados para probar la toxicidad y eficacia de los productos.

El impacto que ha tenido esta nueva tecnología, ha generado expectativas en el mundo de la medicina, porque se abren más posibilidades de crear órganos y tejidos a la medida y compatibles con el receptor, a partir de células obtenidas del propio paciente.

Una de las empresas que lidera el desarrollo de esta tecnología es Organovo que, hace unos meses, sorprendió al mundo con sus equipos capaces de fabricar tejido hepático vivo.

Los órganos reproducidos en impresoras 3D guardan mucha similitud con los órganos reales. Para su diseño, los especialistas utilizan materiales con propiedades especiales.

Un artículo del diario español El País recrea una escena que podría tener lugar en un futuro no muy lejano: “Un paciente está listo para someterse a un trasplante de corazón. Mientras los médicos se aprestan a sedar al enfermo, en un rincón del quirófano, la bioimpresora en 3 dimensiones fabrica el órgano de reemplazo que sustituirá al infartado”.

Podría, incluso, ser un corazón. Aunque todavía hay muchos escépticos que ponen en duda el alcance real de esta tecnología, cada día surgen nuevas voces en favor de esta nueva invención del ser humano.

Por el momento, uno de los mayores desafíos es fabricar piezas que se integren en el cuerpo sin ser un agente extraño, lo que se resume en 3 palabras: que sean funcionales.

En Estados Unidos y Europa hay varias compañías que trabajan para obtener piezas de titanio que se ajusten a estas condiciones. El titanio es similar a la estructura dura del hueso. Ante un paciente que en un accidente ha perdido parte de la mandíbula, con una impresora 3D se podría diseñar y crear la parte de hueso que falta.

Los huesos tienen una particularidad: poseen un componente mineral que puede ser simulado fácilmente por el titanio, materiales cerámicos o plásticos. Esta es una de las razones por las que son órganos sencillos de imitar, pero ¿qué ocurre si los especialistas quieren hacer lo mismo para obtener una oreja y una nariz?

Un equipo de la Universidad de Cornell, en Nueva York, anunció en febrero de 2013, un prototipo de pabellón auditivo artificial que surgió de un diseño elaborado con una bioimpresora 3D.

Los investigadores escanearon una oreja y la copiaron con uno de estos equipos, con el que hicieron un molde que rellenaron de colágeno.

Este es el soporte que emplearon para ser colonizado por células de cartílago obtenidas de una vaca, pero en el futuro los científicos emplearían cultivos celulares del propio paciente al que le faltara la oreja, por ejemplo.

En el laboratorio, con los nutrientes adecuados, las células de cartílago se reemplazarían, de manera progresiva con el colágeno del molde, hasta ser remplazadas completamente y estar listas para que esta nueva oreja pudiera ser suturada al paciente y recubierta de piel.

Esta técnica, publicada en la revista Public Library of Science (PLOS) ONE estaría dirigida a personas que, por defectos congénitos o accidente, se hubieran lesionado la oreja.

Un reciente artículo publicado en la revista Neoteo destaca el caso de un ciudadano llamado Eric Moger, quien casi perdió la vida debido a un tumor agresivo en su rostro.

Los médicos lograron salvarlo, pero el tumor se llevó consigo medio rostro.

Las sesiones de radioterapia y quimioterapia limitaron la capacidad de curación de Moger y dejaron un agujero, en el que debía haber un ojo y un pómulo. Con acciones básicas como comer y beber fuera de su alcance, la solución definitiva para Moger llegó a través de una prótesis creada con una bioimpresora 3D. Gracias a la intervención expertos en implantes, se utilizaron imágenes obtenidas por tomografía computada para determinar la forma definitiva de la prótesis.

Esa fue la primera vez que se utilizaba en Reino Unido una impresora 3D con este fin, una tecnología capaz de generar todo tipo de objetos tridimensionales diseñados y modelados en computador.

“Esta es una máquina que cuenta con herramientas láser para cortar, esculpir y amoldar piezas de plástico, silicona, nylon así como metales como el titanio, con mucha más precisión y rapidez”, explicó a la BBC el cirujano y dentista Andrew Dawood, responsable del proyecto que desarrolló la prótesis de Moger.

Una de las ventajas de esta prótesis es que se ajusta al rostro, de una manera asombrosa y permite al paciente efectuar un movimiento maxilar adecuado para comer e ingerir líquidos. Antes del procedimiento, Moger se alimentaba a través de un tubo directamente conectado a su estómago.

No fue solamente la salud de Eric lo que mejoró, sino que también su vida social y, por supuesto, afectiva.

Un informe publicado por la revista académica Science señala que con el tiempo, los órganos se desgastan con el uso, mientras que el número de donantes se mantiene estable.

A medida que la esperanza de vida se alarga, aumenta también la necesidad de trasplantes.

Según el experto, el número de pacientes que necesita un trasplante se ha duplicado en la última década.

“Si algún día podemos generar órganos a partir de células del propio individuo la curación completa de muchas enfermedades crónicas y degenerativas estará disponible bajo demanda”, explicó Mike Renard, miembro de la compañía Organovo, que, al momento, lidera este campo por el diseño de diferentes órganos.

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