En un mundial como el que estamos observando, y en el que el ansia goleadora ha prevalecido, al fin, sobre estrategias ultradefensivas, las figuras han sido, de manera predominante, los artilleros.

Como en toda regla la excepción la manifiestan algunos arqueros formidables, como Guillermo ‘Memo’ Ochoa, de México; David Ospina, de Colombia; Thibaut Courtois, de Bélgica; Sergio Romero, de Argentina; por citar unos pocos.

Superar el promedio de tres goles por partido será, al final, una evidencia de este apetito goleador que le hace tan bien al espectáculo.

Hay figuras que, por sí solas, pueden cambiar el rumbo de un partido, el caso inevitable de Lionel Messi, jugador excepcional, de esos que se dan cada 20 años, y que en su país, Argentina, comparte el rol estelar con lumbreras del fútbol. En 84 años de campeonatos mundiales, y 100 de continentales y nacionales, ha ofrendado cuatro genios: José Manuel Moreno, Alfredo D’Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi.

Nosotros, sin tantos años de profesionalismo, hemos ofrecido al mundo varios goleadores de renombre.

A la cabeza, y nunca mejor dicho, Alberto Spencer, y con él, Ítalo Estupiñán, Agustín Delgado y Énner Valencia, los cuatro negros, o afrodescendientes si quieren, por si alguien quisiera volver a hablar del retardatario y racista comentario de que es necesario ‘blanquear’ la selección.

Karim Benzema, de Francia; Thomas Müller, de Alemania; los holandeses Van Persie y Robben, el inextinguible polaco-alemán Miroslav Klose, que acaba de empatar a Ronaldo Nazario con 15 anotaciones en la historia, son los más laureados hasta el momento.

Será imposible alcanzar a los primeros en esta carrera de festejos: Just Fontaine, quien en el Mundial de Suecia 1958 anotó 13 veces; los 11 de Kocsis, en Suiza 1954. Aún los 10 de Gerd Müller y los 9 de Eusebio Ferreira, en Alemania 74 e Inglaterra 66, parecen estar muy lejos de las posibles marcas de hoy, pero lo hermoso del evento es que el promedio es el mejor de los últimos 44 años.

Al mirar el partido entre Argelia y Corea del Sur me he puesto a pensar en lo que decía Jorge Luis Borges, para quien el fútbol era cosa de bárbaros, pero que rescataba el “enfrentamiento entre países improbables”, es decir, fuera de cualquier lógica de guerra.

Argelia y Corea del Sur vivieron guerras terribles, naturalmente cada uno por su parte y en tiempo histórico distinto; Ecuador y Honduras jamás ni siquiera han hablado de un imposible enfrentamiento, y el recuerdo más cercano es aquella declaración del presidente Rafael Correa, cuando comandaba esfuerzos para impedir el golpe de Estado contra Manuel Zelaya. El Presidente, al decir que Honduras “sería un buen lugar para morir”, creó una metáfora, cuyo propósito era el acumular fuerzas solidarias en esa batalla por la democracia.

Salvando el caso de la Alemania de Hitler, que en la II Guerra Mundial invadió toda Europa y parte de África, con la complicidad de la Italia de Mussolini, los demás países, salvo guerras de liberación colonial, no podrían ser catalogadas como guerreristas.

Imposible imaginar una guerra entre Costa Rica y Uruguay, entre Colombia y Costa de Marfil, entre Brasil y Croacia. Pero, claro, otra vez la excepción a la regla: los Estados Unidos de Norteamérica sí podrían ser evidenciados en conspiraciones e invasiones en cualquier parte del mundo. ¿Y Portugal? Me podrían preguntar. Pues también. Tras la Revolución de los Claveles de 1974, Kissinger consideró necesaria la intervención militar estadounidense para proteger los intereses del capital financiero y bancario, y, obviamente, los de su propio país.

Por fortuna no invadieron Lisboa, aunque, con maniobras y subterfugios, terminaron con esa revolución romántica.

La ventaja es que por ahora, siquiera este mes, hablamos de otro asunto, y espero que Cristiano Ronaldo haga honor a su calificativo de mayor jugador del mundo 2013 y lleve a los lusos a un triunfo. Saramago y Pessoa se lo agradecerían desde el infinito de las letras y la saudade.

Esta semana es crucial para todos, salvo aquellos que, como Argentina, Chile, Costa Rica y Colombia, en lo que se refiere a nuestra América, ya cumplieron su papel. A los demás, Brasil, México, Uruguay, Honduras y, naturalmente, nuestro Ecuador, el mejor de los deseos. Frente al neo-colonialismo podríamos tener una hermosa respuesta, si América Latina se llevase los cuatro primeros puestos y diera así una lección de dignidad, coraje y evidencia de que en estas tierras se juega como se vive y se vive como se ama: con alma, vida, corazón y bolero.