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El fútbol en el torbellino de la política

El fútbol en el torbellino de la política
15 de julio de 2014 - 00:00

El zaguero David Luiz sintió con mucho dolor y angustia la derrota de su selección, con lágrimas en los ojos nos decía: “Queríamos darle la alegría al pueblo, no lo hemos conseguido. Disculpas a todo el mundo, disculpas a Brasil”, culminaba su frase con llanto incontrolable.

Cada nación tiene sus referentes, sus símbolos y sus identidades. Para Brasil, sin lugar a dudas el fútbol no solo es parte de lo que son, sino que constituye un gran pilar de su sociedad, allí reposan todas sus alegrías, frustraciones e incluso para muchos allí esta su dignidad.

Para Brasil entonces, perder la copa no es asunto de juego, ellos querían demostrar, sobre todo, la valentía, la dignidad, el coraje y la alegría del pueblo brasileño; el fútbol era su pretexto al final de cuentas para compensar los vacíos de una sociedad con fuertes desigualdades.

Más allá de sus grandes futbolistas como Pelé, Zico, Romario, Bebeto, Ronaldo y Neymar, el rol de Brasil en el continente es central. Lula, en su momento, y ahora Dilma Rousseff, esa mujer extraordinaria, se han convertido en líderes políticos con dimensión global.

Del mismo modo, por su riqueza económica y natural, Brasil tiene una fuerza internacional creciente que no se mide por su fútbol.

Y este debate se da a puertas de las elecciones presidenciales del próximo 5 de octubre. Para los analistas políticos esta derrota del fútbol puede castigar a la actual presidenta Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT).

Para otros, el sentimiento de esta pérdida insoportable contra Alemania se borrará en unas semanas más y será la economía de Brasil el factor que determine una reelección.

En el otro arco está el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el principal de la oposición, con el senador Aecio Neves, economista de 54 años y nieto de Tancredo Neves, el primer presidente civil electo en Brasil tras 21 años de dictadura militar pero que murió antes de asumir el mandato, figura en las encuestas de intención de voto como el principal rival de la presidenta Dilma Rousseff, con un 22% frente al 38% de la mandataria. Quienes apoyan a Neves creen que la sensación de derrota sumada a gastos millonarios en esta copa, podría ser bien usado para alcanzar rápidamente a la actual presidenta.

Brasil es casi un continente: tiene el 42% de la extensión territorial y el 34% de la población de América Latina y el Caribe, con 198,7 millones de habitantes. Se ha convertido, de lejos, en el líder de la región, a la par que ha llegado a formar parte de una de las 10 economías más grandes del planeta.

Sin embargo, Brasil no ha escapado a la deforestación a gran escala. En un reciente informe de 2014, el Banco Mundial estima que tuvo una tasa de deforestación de 0,5% anual en el período 2000-2010.

Ahora le toca a Brasil la contrapartida, y su peor enemigo ya no es Alemania, es un debate más estructural de una sociedad enajenada por el fútbol que regresa a la realidad.

El debate debe pasar por cerrar la brecha de desigualdad, a pesar de que el gobierno de Dilma ha alcanzado datos históricos en donde la desigualdad cayó del 0,594 al 0,527 en 10 años (Instituto Brasileño de Investigación Económica Aplicada), Brasil sigue estando en la lista de los 12 países más desiguales del mundo.

Esperemos que Brasil salga del amurallamiento de los estadios física y psicológicamente, y deje de pensar que la felicidad está en la suerte de 11 chicos, encargados de saldar las frustraciones de un país. Que empiece a buscar otros referentes y se juegue seriamente el partido de su vida.

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