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El infierno-basurero
Originalmente, en el Antiguo Testamento no se habla de un sitio de castigo, sino de una morada donde habitan los muertos que perecieron antes de la llegada del Mesías, se llamaba ‘sheol’ y era un sitio muy parecido al Hades griego. Será mucho después de la muerte de Jesús cuando los primeros evangelistas conviertan al reino de los muertos en un sitio de llamas eternas donde arderían para siempre los pecadores. ¿Y en qué basaron esta idea? En unas palabras que habría pronunciado Jesús: “Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible...”. (Marcos, 9:43)
¿Y qué era este Gehena que mencionaba Jesús? Hoy, en muchos tours que se venden a los peregrinos que visitan Jerusalén se incluye una visita al ‘infierno’. Porque el famoso Gehena es una deformación de Ge Hinnom o Valle de Hinón, y no es más que una quebrada ubicada en las afueras de la ciudad, y es el sitio al que iban a parar los desperdicios, así como los cadáveres de animales muertos y de los criminales ejecutados a quienes se negaba un entierro religioso. Como la basura y los cuerpos eran incinerados, allí el fuego ardía día y noche. Jesús no hablaba metafóricamente: advertía al pecador que terminaría en el basurero y sin sepultura. Pero allí no había diablos que administraban el castigo.
La misma idea del Gehena como infierno también es recogida en el Corán como Yahanam, un lago de fuego al que los pecadores caen cuando intentan cruzarlo.
Nunca en los antiguos manuscritos de la lengua original griega se habla de un infierno como un lugar físico donde se van a quemar las almas eternamente. Será San Jerónimo, quien 3 siglos después de la muerte de Jesús traduce la Biblia del griego y el hebreo al latín, y reemplaza la palabra Gehena, por ‘infierno’ y ‘castigo eterno’, y la adorna con detalles de la mitología griega. La propia imagen del diablo con cuernos, barba y patas de cabra no es más que una copia del lujurioso dios Pan de los helenos.
Para los judíos, el Gehena o basurero era simbólicamente un sitio de purificación transitorio porque el castigo no era eterno.
Y tampoco lo era para los primeros cristianos porque Jesús dijo haber venido “a salvar y no a condenar”. En el siglo VI el doctor San Agustín ratifica la idea de un infierno y un castigo eterno que se consagra como doctrina oficial de la Iglesia en un concilio realizado mil años después.
Pero esto comenzó a cambiar cuando el papa Juan Pablo Segundo dijo que el cielo no era un lugar físico entre las nubes, y que el infierno era “un estado de la conciencia del hombre y no un lugar físico”. Y al afirmar que la Iglesia “no condena para siempre”, el papa Francisco está dando una nueva vuelta de tuerca a esta idea que por siglos sirvió para atemorizar y dominar a generaciones enteras. Tal vez el infierno termine siendo demolido, como en su momento sucedió con el purgatorio. (...continúa)