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La evolución soluciona los inconvenientes como puede, pero a veces el precio es alto

Sorprendentes hechos del cuerpo humano

Sorprendentes hechos del cuerpo humano
29 de junio de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

¿Por qué somos así? ¿Por qué tenemos ciertos comportamientos? Algunas peculiaridades de nuestros cuerpos y mentes han podido ser estudiadas desde la ciencia y hoy brinda sorprendentes respuestas, que son una evidencia más de que dentro de nosotros están las huellas de la evolución, aunque no se las perciba.

Así se forma nuestra cara

Seguramente usted también creía que nuestra cara se formaba en el útero como una miniatura de una cara adulta que luego crecía. Nada más alejado de la realidad. Usando una avanzada tecnología de escaneo, la cadena británica BBC realizó una animación del desarrollo de la cara humana a lo largo de los primeros 3 meses de gestación. Y el resultado es asombroso: se arma como un rompecabezas.

Como puede verse en la secuencia fotográfica, primero desciende una prominencia en la frente mientras se abre un par de orificios que terminarán siendo la nariz.  Los ojos comienzan a desarrollarse como 2 pequeños círculos ubicados en los costados y que gradualmente se  desplazan hacia el centro.

Justo debajo de lo que serán los ojos se ven como 2 espolones que se encontrarán bajo la nariz y formarán el paladar y el labio superior. Y los 2 pedazos de abajo se encajan para formar la barbilla y el labio inferior. Impresionante.

Como vemos la cara se forma con piezas que encajan y se juntan con precisión. En la imagen inferior al extremo izquierdo se ve, nítidamente el punto de unión, el pequeño espacio que tenemos entre la nariz y el labio superior llamado “surco nasolabial”. Pero no siempre este complicado rompecabezas se arma bien.

Cuando la unión de esos huesos no es perfecta, cuando queda un espacio entre las piezas que no se rellena con tejido, aparecen malformaciones congénitas, como el labio leporino (o fisurado), y el paladar hendido que se da en uno por cada 700 nacimientos.

Y aún más sorprendente es el origen de algunos de estos huesos. Se tratan de arcos branquiales que en los peces sirven para sostener las branquias y respirar, pero que en los mamíferos -y en los seres humanos en particular- se convierten en huesos de la mandíbula, la bóveda del paladar, la tráquea, y del oído medio.

Claro, nuestros genes terminarán dictando que nos convirtamos en un bebé de la especie humana, pero en la fase temprana de nuestra formación somos iguales a cualquier otro animal vertebrado. La prueba está en nuestra cara. En palabras de ese gran divulgador de la ciencia que fue Stephen Jay Gould, “en el discurrir de su desarrollo embrionario cada mamífero recapitula la ruta evolutiva que transformó los huesos mandibulares en huesos del oído”. Es que allí está escrito que descendemos de un ancestro común: peces que tenían sus ojos en los costados de la cara.

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