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Seres marinos con ojos humanos

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Fue el mismísimo Cristóbal Colón quien en 1493 dijo haber visto sirenas frente a las costas de la isla La Española, hoy República Dominicana. Aunque tratando de darle un poco de racionalidad a una leyenda que ya se consideraba dudosa, acotó: “pero no son tan bellas como las pintan, tienen un rostro más parecido al de los hombres”.

Lo que seguramente vio Colón a lo lejos no fue una mujer con cola de pez, sino un Trichechus manatus, que en toda América se conoce como manatí. Este mamífero marino que llega a los seis metros de longitud, puede encontrarse en el mar Caribe y, sobre todo, en las costas de Florida; y en agua dulce, como los ríos Amazonas en América del Sur, y Níger en África.

La más conocida referencia literaria sobre las sirenas puede encontrarse en un episodio de La Odisea, de Homero. En el largo camino de regreso a su hogar, Ulises se dirige a la isla de Artemisa (probablemente la isla siciliana de Strómboli), donde las malvadas mujeres atraían con su canto a los marineros.

El astuto héroe de la Guerra de Troya hace taponar los oídos a sus compañeros y, atado al mástil de la nave, logra escuchar el famoso ‘canto de las sirenas’. Pero por entonces, las sirenas tenían cuerpo de pájaro, no de pez. Más tarde, la literatura griega las fue equiparando con las ninfas que habitaban en lagos y mares.

Ya la antigua mitología asiria mencionaba una diosa con torso de mujer y cola de animal marino, mito replicado en muchas culturas del mar Mediterráneo. Y sin embargo, allí nunca vivieron los manatíes, aunque sí otro mamífero marino: las llamadas ‘focas monje’, que aunque fueron muy abundantes en todo el Mediterráneo, hoy están virtualmente desaparecidas. Más al norte, en Escocia, ciertas hadas adoptan forma de focas cuando entran al agua.

El mito tiene su explicación: seguramente resultaba muy extraño ver animales marinos que tenían ojos casi humanos y mamas y que, en el caso de las focas, salían del agua para dar el pecho a sus crías. Y Colón, como luego harían muchos otros conquistadores y cronistas que llegaron a América, solo confirmó las leyendas de seres mitológicos que adornaban los relatos de los clásicos griegos y romanos. (I) (...continúa)

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