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Naledi sale a la luz

Para poder penetrar en la cámara de los fósiles se requirió de paleontólogas y arqueólogas de bajo peso y talla corta. Foto: cortesía livescience
Para poder penetrar en la cámara de los fósiles se requirió de paleontólogas y arqueólogas de bajo peso y talla corta. Foto: cortesía livescience
27 de septiembre de 2015 - 00:00

Cuando Berger vio las fotografías supo de inmediato que los huesos no pertenecían a humanos modernos. Se entusiasmó. Para un paleontólogo o un arqueólogo, encontrar fósiles es como para un pirata encontrar la isla del tesoro. Más todavía, si se toma en cuenta que es muy raro que un ser vivo se fosilice, pues deben darse una serie de condiciones -poco frecuentes en la naturaleza- para que esos restos se mantengan intactos. La buena noticia era que las imágenes mostraban la existencia de muchos restos. La mala era que el sitio lucía inaccesible. Era preciso excavar de la manera más prolija y profesional para no poner en peligro los fósiles. ¿Cómo llegar hasta allá? Berger decidió convocar a través de las redes sociales a científicos que tuvieran experiencia en excavaciones.

Curiosamente entre los requisitos que se pedía era que sean bajos, de contextura delgada y que –muy importante- no sufran de claustrofobia. De los 60 aspirantes fueron escogidas 6 mujeres, a las que se llamó coloquialmente ‘las intronautas’. Ellas trabajaron excavando y extrayendo y desde la superficie Berger y otros científicos supervisaban el proceso de cerca. La excavación resultó ser mucho más prolífica de lo que imaginaron. Al cabo de varias semanas y más de 15 centímetros de suelo cavado, lograron obtener más de 1.500 muestras: cráneos, mandíbulas, dientes, y hasta un pie y una mano intactos, todos pertenecientes a -por lo menos- 15 individuos. Para muchos el hallazgo arqueológico más importante de los últimos 50 años.

Pero una cosa es encontrar restos y otra muy diferente es saber a quién corresponden o cómo era el individuo en vida. Los paleontólogos pueden pasar muchos años descifrando esos misterios.

En este caso Berger trabajó con un grupo amplio de científicos entre experimentados y jóvenes, que laboraron para dilucidar lo antes posible las interrogantes que Naledi arrojaba.

Arriba, en el laboratorio, el equipo fue dividido según los miembros del cuerpo: un área destinada para estudiar cráneos y mandíbulas y dientes, otro para manos, otro para pies y otro para torsos. Dos años después, los resultados de las investigaciones estaban listos para ser anunciados al mundo. (F)

Datos

Este caso es parecido a muchos que ocurren en la ciencia, en los que un golpe de buena suerte es antecedido por una dosis de curiosidad y de empeño.

Los espeleólogos (especialistas en cuevas) ingresaron por la cueva ‘Rising Star’ dentro del complejo conocido como la ‘Cuna de la Humanidad’, llamado así por la cantidad de fósiles encontrados allí.

La cueva tiene varias secciones, algunas de las cuales son prácticamente intransitables por la estrechez en la que se encuentran. Hay tramos con menos de 20 centímetros de ancho.

Hace 50 años fueron los yacimientos ubicados en Etiopía los que se identificaron como la cuna del género Homo. Lee Berger, el paleoantropólogo que dirigió esta investigación, había sugerido -desde hace varios años- empezar a buscar en Sudáfrica.

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