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Desde los selenitas hasta los reptilianos: la gama de criaturas de otros planetas imaginarios es amplia

Los extraterrestres y la historia de sus orígenes también evolucionan

Los extraterrestres y la historia de sus orígenes también evolucionan
06 de julio de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

Desde que la inteligencia apareció entre los simios que bajaron de los árboles, hemos levantado con asombro la vista al cielo. Ese era el lugar donde sucedían las cosas más incomprensibles: rayos aterradores, eclipses, luces fugaces de meteoritos, cometas que alumbraban la noche. Allí debía estar la morada de los dioses.

Los más cercanos: los selenitas

La imaginación humana creyó siempre que fuera de la Tierra vivían seres a quienes temer y comenzaron por lo más cercano: la Luna. Los astrónomos que usaron los primeros telescopios creyeron ver en ella características similares a las de nuestro planeta: áreas oscuras a las que bautizaron como mares y regiones más claras que denominaron tierra.

En la imaginación de Cyrano de Bergerac, la luna estaba habitada por gente que andaba en 4 patas y, para el mitómano barón de Münchhausen, podían separar la cabeza de su cuerpo. Hasta 1835 se podía leer en un periódico norteamericano la descripción “real” de los selenitas: “Medían metro y medio y estaban cubiertos de pelo a excepción del rostro, alas compuestas de una membrana delgada y sin pelo, que con toda comodidad plegaban sobre la espalda”. No se dudaba de que la Luna estaba habitada hasta que los telescopios más poderosos demostraron que era solo un enorme desierto; entonces la amenaza imaginaria se trasladó un poco más lejos: Marte.

La era de los marcianos

A finales del siglo XIX el astrónomo Percival Lowell creyó descubrir que el planeta rojo estaba atravesado por enormes canales excavados por una civilización avanzada para transportar agua desde los polos. Luego vinieron novelas como La Guerra de los Mundos e historietas de marcianos belicosos dispuestos a invadir nuestro planeta.

Esta nueva amenaza duró menos, porque a partir de 1965 las sondas rusas y norteamericanas comenzaron a enviar las primeras fotografías de Marte que mostraban un paisaje yermo y desolado, sin rastros de civilización. Lo mismo parecía suceder en todo el resto del sistema solar, así fue que los ufólogos cambiaron el lugar de origen de los extraterrestres: llegaban de otras estrellas de la galaxia. Célebres ‘contactados’ como George Adamski y Billy Meier aseguraban que hemos sido visitados por al menos medio centenar de razas alienígenas: arcturianos, lyrianos, veganos, anunnakis, grises, andromedanos, lemurianos, atlantes y un largo etcétera.

Como en la Guerra de las Galaxias, hay alienígenas buenos y malos, con la cabeza grande en forma de pera invertida, ojos alargados y negros, boca y nariz diminuta. Otros tienen forma de reptiles, viven bajo tierra y conspiran con algunos humanos para esclavizarnos. O son horribles vampiros cuadrúpedos como el chupacabras. Los buenos, para muchos ufólogos, son humanoides altos, rubios y de piel y ojos claros, ancestros de los arios que tenían superpoderes y manipularon genéticamente a los simios para crear las otras ‘razas’ del planeta.

Es que como la vida en la Tierra, también los extraterrestres han evolucionado, pero solo en la imaginación desbocada de los nuevos creyentes.

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