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¿La lava es casi líquida como se ve en las películas?
No, la lava más líquida es la que se ve en documentales sobre las erupciones de Hawai, que se parece a la de los volcanes que hay en las islas Galápagos. Pero en nuestro territorio continental la lava es mucho más espesa porque la base rocosa está constituida por piedras duras que no llegan a derretirse por completo. Eso hace que, al salir del cráter, avance apenas unos pocos metros por hora, formando grandes paredes para luego derrumbarse y rodar. Eso le quita la posibilidad de que pueda llegar rápidamente a algún centro poblado, lo cual disminuye la peligrosidad.
Sin embargo, esta cualidad de la roca causa que las erupciones sean más explosivas, ya que, cuando estas se enfrían, obstruyen más herméticamente el conducto por el que saldrá nueva lava en futuras erupciones. Es como una olla tapada que hierve; cuanto más pesada sea la tapa, la presión del líquido caliente tendrá que ser mayor para lograr expulsarla, y hará que más líquido se derrame por los bordes.
Si la lava avanza tan lentamente, ¿cuál es entonces la peligrosidad de los volcanes?
Eso depende mucho de las características del volcán y de qué tan cerca estén las poblaciones. Por la experiencia de las erupciones de los volcanes Tungurahua, Pichincha y Reventador, sabemos que buena parte del país puede verse amenazada por la caída de ceniza y causar perjuicios económicos de diversa magnitud.
Sin embargo, en los volcanes que tienen glaciares con una espesa capa de hielo -como el Cotopaxi- el peligro más grande está en los llamados “flujos de lodo” o “lahares”, que son enormes masas de agua, tierra y piedras que bajan por los flancos del volcán cuando el calor de la erupción (casi siempre por los flujos piroclásticos) derrite el hielo repentinamente. Cuando eso sucede, los flujos de lodo se desplazan a gran velocidad por las quebradas, de allí a los ríos más grandes, y así pueden alcanzar zonas pobladas a gran distancia de la erupción.
También pueden formarse lahares más pequeños causado por las lluvias que arrastran el material que ya ha expulsado el volcán.
Otro peligro, pero sólo para las poblaciones cercanas, son los llamados “flujos piroclásticos”, enormes nubes ardientes de gases y partículas de rocas que bajan por los flancos del volcán a gran velocidad cuando ocurre una erupción fuerte. Pueden llegar a varios kilómetros de distancia.
¿Tienen alguna relación con los temblores?
Hablando en general sí, pero sólo porque casi todos ellos se localizan en los límites donde se unen dos placas tectónicas que se mueven y chocan; sin embargo, no está probado que los temblores fuertes influyan en la actividad volcánica. Sucede al revés: en las zonas cercanas a los volcanes activos o dormidos siempre hay pequeños temblores que raramente pueden ser sentidos. Es porque el magma pugna por salir y va “limpiando” la chimenea del volcán, removiendo toneladas de roca que la taponan. Eso causa movimientos en su interior que al ser detectados permiten saber que la conducta del volcán está cambiando.
Tampoco se ha encontrado que haya alguna relación cuando varios volcanes se activan simultáneamente. (CONTINÚA)