Una de las teorías más sólidas sostiene que en la testosterona de los hombres y en los estrógenos de las mujeres podría residir la diferencia de la longevidad.

La testosterona provoca en ellos cuerpos más musculosos, voces gruesas y todas las características varoniles, pero a la larga podría tener una desventaja. Y esta hipótesis se sostiene en los casos de hombres a los que les han sido removidos quirúrgicamente los órganos sexuales y, por ende, disminuyen dramáticamente sus niveles de testosterona.

El científico coreano Han-Nam Park analizó los archivos de 81 eunucos de la corte imperial de la dinastía Chosun de Corea del siglo XIX. Le llamó la atención descubrir que ellos vivieron alrededor de los 70 años, mientras que el resto de varones de la corte –incluidos los mismos reyes- apenas llegaba a 50.

Esta situación no es la única que se ha encontrado. También se ha observó una inusual longevidad en pacientes de hospitales mentales estadounidenses de principios del siglo XX, quienes eran sometidos a castración como parte del tratamiento a sus males.

Sin embargo, los investigadores en este caso observaron que los longevos eran aquellos a quienes se les removió los testículos antes de la pubertad.

Por otra parte, los estrógenos que dan las características femeninas, son -además- magníficos antioxidantes capaces de remover residuos tóxicos de las células. Adicionalmente se ha visto que animales de laboratorio a los que les han removido los ovarios no logran reparar los daños celulares de manera óptima. En otras palabras, las hembras sin estrógenos viven menos.

No hay conclusiones definitivas pero estos indicios podrían sugerir que las hormonas masculinas y femeninas podrían estar relacionadas con el promedio de vida del ser humano.