La medicina ha avanzado mucho pero a veces aparecen otros más poderosos
En la lucha contra los gérmenes ‘asesinos’, no siempre tenemos la victoria asegurada
Ellos son mil veces más antiguos que los seres humanos. Virus y bacterias han sido los primeros habitantes del planeta y para ellos somos unos recién llegados. Hoy en día muchos son benéficos, pero un puñado son potencialmente peligrosos y hasta mortales.
Por si alguien aún tiene dudas de que la evolución es un hecho, ellos son la prueba viviente. Con el tiempo, los gérmenes nocivos para los humanos han evolucionado para sobrevivir a costa de nuestra salud. Eso significa que vencen al sistema inmunológico. Y en este último siglo que se han levantado barreras artificiales, aparentemente infranqueables, también han encontrado la manera de superarlas.
Uno de los grandes problemas de la medicina actual es la progresiva resistencia de ciertas bacterias a los antibióticos. Eso sucedió por el mecanismo de selección natural. Entre millones de bacterias, varias tenían alguna mutación que las dotaba de mayor resistencia, sobrevivieron y se multiplicaron. Sus descendientes ya nacieron dotados genéticamente con mayor resistencia.
Virus y bacterias crecen de manera enloquecida. Pero para que eso suceda necesitan un huésped: animales o personas sanas. Y en su larga historia evolutiva, cada uno ha desarrollado estrategias diferentes para propagarse, es decir, lograr el contagio. Suelen ser muy desagradables pero efectivas, causan tos, estornudos, secreciones nasales, vómito, sangrado y diarrea. Hoy se sabe que cuanto más agresivo es el síntoma que causan, más eficaz es su transmisión.
Ellos utilizan al ser humano como mecanismo de expansión de su especie y ningún teólogo podría explicar quién creó sus siniestros métodos. La estrategia de las bacterias que causan el cólera, por ejemplo, es de las más temibles. Inicialmente se proliferan en el intestino y cuando han alcanzado un número suficiente liberan una toxina que causa una diarrea feroz, incontenible. Si las deposiciones se hacen al aire libre, las bacterias se esparcirán por el ambiente y serán arrastradas por las corrientes de agua, contagiando a miles de personas. Eso sucedió en Haití, luego del terremoto de 2012 estalló una pandemia por los desechos que lanzaba al río Artibonite un equipo de ayuda nepalí.
Algunos gérmenes son tan eficientes que mutan rápidamente y engañan al sistema inmunológico. Se vuelven resistentes a los medicamentos causando enfermedades crónicas, por ejemplo, la tuberculosis. Otros, como el virus del ébola, son más letales: cuando aparecen causan la muerte rápida de la mayoría de enfermos.
Luego la epidemia desaparece por varios años y eso sucede porque el virus no ha evolucionado lo suficiente para desarrollar mejores estrategias de contagio. Si dejaran vivir por más tiempo a sus víctimas se podrían expandir más y alcanzar las grandes ciudades. Eso es lo que ha comenzado a suceder en estos días: una variante menos letal ya se ha expandido por al menos 5 países africanos. Y aunque ya no mata al 90% de los contagiados sino al 60%, el número de víctimas fatales llega ya a un millar de personas y, según la OMS, “está fuera de control”. Pero como no es fácilmente transmisible, el ébola no es candidata a la gran plaga del futuro. Hay otras peores. Una gripe por ejemplo. (...Continúa)