Se lo conoce como El Niño porque se manifiesta especialmente a finales de diciembre, pero tras el inocente nombre se esconde una colosal fuerza natural que puede alterar el planeta entero. Surge en el Océano Pacífico cuando sus aguas se calientan. Sucede que los vientos alisios que circulan sobre el Pacífico ecuatorial soplan normalmente desde América con dirección a Asia, así las temperaturas del océano se mantienen estables. Pero cuando hay mucho calor en Asia esos vientos que suelen refrescar las aguas se ralentizan y se debilitan.

Poco a poco una corriente más caliente de lo normal avanza por el Pacífico ecuatorial y choca contra las costas de América del Sur. Es cuando sucede el fenómeno de El Niño. Sobre todo Ecuador, Perú y Chile reciben el cálido corrientazo. Eso produce más precipitaciones de lo normal, lo que provoca grandes inundaciones con la consecuente pérdida de cosechas, infraestructura e incluso vidas humanas. Los campos anegados son foco de enfermedades tropicales; se incrementan los casos de dengue y chikungunya. Además –el fenómeno- provoca la disminución de capturas pesqueras notablemente. El Niño no solo es un embate de la naturaleza sino un duro golpe a la economía. Pero las consecuencias no se quedan en esta latitud.

Con el desplazamiento de las masas de calor hacia América, las lluvias empiezan a escasear en el sudeste Asiático y en Australia. Hay fuertes sequías. La producción de ciertos alimentos como el arroz se viene abajo y el precio de la gramínea se dispara. En Europa los inviernos se hacen más crudos. Los meteorólogos recuerdan que ni Napoleón ni Hitler pudieron avanzar hacia Rusia debido al crudo invierno. Eran –respectivamente- los años 1812 y 1941, ambos registrados como los de El Niño más severos en los 2 últimos siglos. A ellos no les derrotó un ejército sino el potente fenómeno climático.

En el norte de Brasil, así como en África se experimentaría -igualmente- sequías, mientras que al sur de Brasil y Argentina fuertes lluvias con probabilidad de inundaciones. Aunque en el Atlántico los huracanes se hacen menos probables durante el fenómeno, en el Pacífico norte se incrementan los tifones. Y es que en el clima, las fronteras no se aplican. Todo está relacionado y lo que sucede en un sitio puede repercutir en otro punto por lejano que esté. (I)