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El Telégrafo
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¿Una nueva versión de la “guerra de medios”?

¿Una nueva versión de la “guerra de medios”?
29 de julio de 2012 - 00:00

Cada vez y cuando, los medios abandonan su papel de mediadores para erigirse en protagonistas. Ellos ya no buscan la noticia, son la noticia. De investigadores pasaron a investigados. De yunque a martillo. ¿Y quiénes son los investigadores? Son otros medios, los que les andan buscando las costuras. O sea, un medio investigando a otro medio.

Si esto sucediera con el fin de proporcionar a la ciudadanía información adecuada sobre la realidad mediática del país, sería digno de encomio, pues los medios también deben ser sujetos de escrutinio público. Pero si el objetivo es el desprestigio, el descrédito, entonces estamos hablando de todo menos de eticidad periodística.

La última versión de esto que se ha dado en denominar “guerra de medios”, se vivió entre el 8 y el 12 de julio -y se mantienen algunas secuelas todavía-, cuando el diario “independiente” El Comercio inició una serie de tres entregas en las que abordó, entre otros temas, la supuesta baja lectoría y la disminución de la publicidad del diario “oficial” El Telégrafo. El objetivo no podía ser más explícito: afectar la credibilidad del medio público, para lo cual siguió la máxima del periodismo norteamericano de antaño: “la mala noticia es la buena noticia”.

El Telégrafo reaccionó con otra máxima: “la mejor defensa es el ataque”, y hacia allá enfiló sus misiles. El más importante fue la publicación de una nota con titular en portada y un amplio despliegue en interiores, que consistió en una entrevista a José Orús, asesor general de Editogran -del mismo diario El Telégrafo-. La entrevista no tuvo otro objetivo que el responder a los señalamientos críticos de El Comercio, pero, claro, solo en aquello que le convenía al diario guayaquileño.

En esta suerte de enfrentamiento, los dos medios echaron mano de verdades a medias, datos falsos, uno que otro insulto y otras estrategias más, que pueden ser propias de la guerra, pero no del periodismo.

Aquí voy a señalar solamente aquellas que son muy evidentes y que considero no se compadecen con el nivel de profesionalismo con que deben manejarse los medios en general.

Con la pólvora mojada

El Comercio inició el ataque con la pólvora mojada. El domingo 8 de julio publicó su primera nota, titulada El Telégrafo busca apuntalar su circulación en el aparato estatal. Pero apenas en el primer párrafo cometió un grave error de imprecisión. Habló de que el medio público dispone de la “prensa más moderna de Latinoamérica y del Ecuador, que permite la impresión diaria de 80.000 ejemplares”. La impresión no es diaria, sino por hora. Se le encasquilló el tiro.

Este error fue como servirle en bandeja de plata a El Telégrafo la oportunidad para que, en la entrevista del 12 de julio, vaya a la carga. “Es tan torpe y de poca profundidad esa Unidad de Investigación que no dice que la máquina puede imprimir 75 mil ejemplares, pero por hora, no por día”, dijo Orús (el resaltado es mío). ¿Era necesario el insulto? Es cierto que viene de la fuente, no del medio, pero…

Va la artillería pesada

La referencia a la capacidad de impresión de El Telégrafo era solo el pretexto para abordar el tema del tiraje y lectoría diaria. Ahí fue donde El Comercio descargó toda su artillería pesada. Acusó al matutino guayaquileño de no transparentar esas cifras, a tal punto de presentar un “recurso de habeas data que prohibía la divulgación de sus cifras de su lectoría diaria” (como quien oculta un pecado grave). Pero como ese recurso dice que fue desestimado en agosto pasado, dispara los datos por ellos investigados.

Para ello, parte de los datos de la empresa Kantar Media Research (que “entrega los reportes de todos los periódicos del país”), según la cual, entre septiembre de 2009 y septiembre de 2010, “El Telégrafo tenía un promedio semanal de 22.000 lectores en Quito y Guayaquil”. Si se calcula, añade, que por cada ejemplar de un periódico existen tres lectores, en este caso “se vendían unos 7.333 ejemplares en promedio, por semana”. O sea que, según los cálculos de El Comercio, El Telégrafo vende en promedio algo más de ¡mil ejemplares diarios!

Estas deducciones del rotativo capitalino se producen porque, en su criterio, “el periódico guayaquileño mantiene bajo llaves la información referente al tiraje y a su lectoría diaria”.

¿Y quién no? ¿El Comercio y los demás medios las tienen acaso colgadas en la red? ¿Son de acceso público?
El Telégrafo, El Comercio y todos los demás medios deberían dar a conocer públicamente esos datos. El que nada debe, nada teme. Deberían seguir el ejemplo del diario Extra, el cual, en su momento, certificó su tiraje con notario público. Claro, pues puede darse el lujo, con seguridad, de igualar o superar, él solo, a los cuatro medios capitalinos.

Es un hecho que el tiraje se ha vuelto un secreto de estado para más de un medio. Como también es un secreto a voces que buena parte de ellos han manejado dos cifras: una para los anunciantes y otra para el público. La primera, normalmente, está inflada.

¿Cómo reaccionó el matutino guayaquileño a esta “denuncia”? En la entrevista referida, Orús, ante la pregunta del periodista (hecha a propósito para que se defienda), respondió con generalidades. “Las máquinas de ellos tienen un tiraje similar a las de Editogran”, dijo, pero que en el caso de El Comercio y Últimas Noticias, “su tiraje no es para ocupar ni media hora de la prensa”.

Las cuentas son simples. Si la máquina tiene una capacidad de 75 mil ejemplares por hora, y en la impresión de los dos medios no se ocupa ni media hora, significa que esos dos diarios capitalinos tienen, en conjunto, según El Telégrafo, un tiraje menor a los 40 mil ejemplares diarios. En buen romance, ¿el Comercio con un tiraje de unos 20 mil ejemplares diarios?

¿De dónde saca estas cifras Orús? De la nada (o, al menos, no cita ninguna fuente). ¿De dónde sacó las cifras El Comercio? De una lectoría, no del tiraje. ¿Deducir que El Telégrafo tiene mil ejemplares diarios y el Comercio unos 20 mil es responsable?

Decir que en la guerra no hay información, sino propaganda y contrapropaganda, no es una explicación plausible para los lectores.

El contraataque

El Telégrafo fue de inmediato al contraataque. Orús, tras sostener que las máquinas de los dos medios tienen capacidades similares, dice que las del matutino quiteño “la mayoría del día pasan paradas. Así lo estimo porque no sé qué más produzcan, aparte de El Comercio y Últimas Noticias”. Todos sabemos que producen varios otros medios -revistas, suplementos, etc.-. Pero, por supuesto, no se compara con los “20 millones de libros y revistas al año, además de guías telefónicas” que Editogran dice que imprime. Según Orús, “todo ello antes era impreso por  empresas privadas. Es por eso el llanto, por el dolor causado en sus bolsillos”.

Acusaciones van, acusaciones vienen

El resto de los textos es de acusaciones que van y vienen de parte y parte. Que los canillitas solo ganan 10 centavos por cada ejemplar vendido, que solo venden uno o dos al día, que la publicidad ha bajado en porcentajes significativos en ambos medios, y así una serie de dimes y diretes que poco dicen de la seriedad de un periodismo enfocado en el ataque al otro medio antes que en la honesta información a los lectores.

Las “guerras” anteriores

En las dos últimas décadas los medios se han enfrascado en pugnas más o menos permanentes. Pero hay que hacer una diferencia importante. Antes, esas peleas eran entre medios privados, por razones económicas. Desde que apareció El Telégrafo como el “primer medio público del Ecuador” -eslogan que honestamente fue quitado del diario, como aceptando que ya no tiene ese carácter-, los medios privados identificaron “al enemigo común” y, desde allí, han enfilado sus dardos en contra de este “medio público en construcción”.

Veamos las dos últimas que sucedieron en el país, posiblemente las más sonadas en esta década

En lo que va de este siglo, la primera “guerra de medios” se produjo entre TC Televisión y Ecuavisa a partir del 15 de junio de 2000, cuando se origina un enfrentamiento entre los accionistas de estos dos medios, según relata Paulina Moya Álvarez, en su tesis de Maestría en la Universidad Andina (“El fenómeno televisivo en el Ecuador: caso Ecuavisa-TV Televisión”).

La causa, según la maestrante, fue que a los propietarios de TC Televisión, los empresarios Roberto y William Isaías, se les involucró “con la quiebra de Filanbanco; en tanto el dueño de Ecuavisa, Xavier Alvarado Roca, estuvo acusado de vulnerar convenios con una telefónica estatal, ‘puesto que se le culpaba de enriquecimiento ilícito con los directivos de Univensa, un consorcio integrado por diario El Universo y Editores Nacionales ENSA, editora  de la revista Vistazo’”.

El resultado de estas rivalidades se trasladó a las pantallas de sus respectivos canales, tanto de televisión abierta como pagada. “La difusión de la pugna -dice Paulina Moya- transgrede principios éticos del periodismo porque se la propaga en los espacios de los noticieros, los que no deben subordinar el carácter noticioso de un hecho a los intereses económicos de sus respectivas empresas”.

En junio de 2011, la “guerra” se dio entre medios privados y públicos y pro gubernamentales. Empezó con una denuncia del diario El Universo en contra de El Telégrafo, según la cual, este medio habría perdido 3 millones de dólares, por entregar como cortesía 13 millones de ejemplares, entre  2007 y 2009. La información de El Universo se sustentó en un informe presentado por la Contraloría General del Estado. Esta nota fue difundida en medios privados como Teleamazonas.

Como respuesta, El Telégrafo difundió una denuncia en contra de cercanos a diario El Universo. En esta nota, que también fue difundida por medios como GamaTV (gubernamental), “se alertó sobre un posible perjuicio que el Estado tuvo en la construcción de la Terminal Terrestre de Guayaquil (…), en 1984, que llegaría a los 7.000 millones de sucres (es decir 100 millones de dólares). Según la información que publicó El Telégrafo, la familia Pérez Barriga, propietaria del diario El Universo, al parecer, formó parte de este negocio” (Ecuadorinmediato.com, “Ecuador: ‘Guerra de medios’ se traslada a periódicos de la Costa y canales de TV”, 02-06-2011).

¿El contexto de esta denuncia? Según Ecuadorinmediato.com fue el proyecto de Ley de Comunicación que se tramitaba en la Asamblea Nacional y que ha enfrentado a medios gubernamentales y privados. “La ‘guerra de medios’ -dice el periódico virtual- está que arde en Ecuador, en medio de un debate para no permitir la emisión de una Ley de Comunicación en el país, pese a ser aprobada la propuesta de un Consejo Regulatorio y la prohibición a que los medios de comunicación tengan vinculación con otros negocios, temas que fueron aprobados en una reciente consulta popular”.

Estos enfrentamientos han tenido otras expresiones que se dan en notas sueltas que salen de vez en cuando. Por citar un caso, la cobertura desmedida que se dio sobre el despido de algunos periodistas en El Telégrafo, lo que fue aprovechado por los medios privados para criticar ácidamente al medio público. Cuando algo similar sucedió en El Comercio, pero en proporciones definitivamente más grandes, ningún medio privado informó sobre el tema. El espíritu de cuerpo se hizo presente.

Como secuela de la última “guerra de medios”, El Telégrafo ha sacado otras notas en contra de El Comercio, como aquella en portada (17/07/12) titulada “El Comercio sí se regala en las estaciones de la Metrovía”, en clara alusión al tema que desató el anterior enfrentamiento entre El Universo y El Telégrafo.

Y está también el manejo político que hizo el mismo diario El Telégrafo, este viernes 20 de julio, cuando reproduce en una página interior, en un sitio destacado (con letras más grandes de las usuales), un artículo suscrito por el autor de esta nota, publicado en el periódico electrónico Mediaciones, del Ciespal, y que es utilizado por el diario guayaquileño con el fin de desprestigiar al diario El Comercio. El mismo título de la nota donde se reproduce el artículo citado denuncia esa intencionalidad: El Comercio a sus lectores: con sesgo y poca responsabilidad.

Aprovecho la ocasión para rechazar el uso que hace El Telégrafo de este artículo de mi autoría, pues mis pretensiones son estrictamente pedagógicas y no políticas, como son las que animan el rotativo guayaquileño. Yo no tengo por qué verme involucrado en una “guerra” que, como aquí lo he mencionado, no es ni ética ni profesional, por lo que desautorizo la publicación que en este sentido puedan hacer medios públicos o privados, de mis artículos de análisis de medios que se vienen publicando en Mediaciones, el periódico electrónico de Ciespal.

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