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El Telégrafo
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“Ser periodista implica toda la pasión del mundo” (II)

“Ser periodista implica toda la pasión del mundo” (II)
09 de diciembre de 2013 - 00:00

“El experimento en busca de la libertad de expresión y la democracia, y dar la voz, comienza en el Unomásuno. Hoy le dicen al presidente baboso, estúpido, cabrón. En aquel entonces todavía no. Decía una cosa de esas y al otro día estaba uno muerto. Ahora no. Ese espacio lo ganó La Jornada y después fue cada vez más rápido. Con más libertad. Yo no traía los vicios que traía Manuel (Becerra Acosta)”.

Izquierdoso
“Aunque fíjese: en el segundo número del Unomásuno sacamos una entrevista con los sandinistas enmascarados, que mandó Stella Calloni, y ahí estaba también como camarógrafo Epigmenio (Ibarra). El texto se lo manda Stella no al periódico, porque no tenía relación, sino a un amigo y él me lo lleva. Lo ve Manuel. Lo manda a primera plana y sale la foto de los enmascarados. Todo mundo pensó que había sido yo porque era un izquierdoso. Pero no. Fue Manuel, porque tenía un instinto muy jodido del periodismo, en el fondo era muy buen periodista, perturbado por el trago, pero tenía una intuición para eso”.

El Sha de Irán
Otra anécdota: “El jefe de información de José López Portillo (presidente de México entre 1976 y 1982), Solana, por ejemplo dos veces me llamó: ‘Oiga, va a venir el sha de Irán a México, ya lo anunciaron en Los Angeles Times, pero no debe publicarse aquí’. Le dije, ‘pero oiga ya estamos haciendo una información y un editorial’. ‘Ya le dije a usted que no se publica’. Y le dije: ‘¡ah, ya entendí!’. Lo llevé a primera plana y el editorial también en primera plana. Ni siquiera era una cosa tan grave, aquél andaba buscando asilo quizá, y entonces decían que conmigo no se podía tratar. Que estaba yo loco. Manuel sí se peleaba. La enseñanza era la correcta: no cedas. Yo no cedía”.

“Con el movimiento zapatista no hubo una palabra que dijera la Presidencia o Gobernación con respecto a nosotros. Estaba Carreño, el que dirige ahora el Fondo de Cultura (Económica) como jefe de información, era miembro de la asamblea nuestra, nunca llamó para decir ‘¡Bájale’”.

Ahora todo el mundo se salta las trancas, le dicen al presidente lo que quieren, pero siguen corrompidos

La Jornada pudo hacer lo que hizo y ser lo que es por algo que descubrió después don Carlos Payán, al leer el ensayo En el mismo barco, de Peter Sloterdijk. “Tiene una parte en la que dice que cuando la élite en el poder pelea entre sí, suelta las amarras y avanzan los medios. Nosotros decíamos ‘Somos paladines’. Pero, ¿qué estaba pasando? Pues ya se empezaban a pelear arriba, los técnicos con los viejos priístas y soltaron las amarras.

Qué carajos sería México
“Pero este país no sé qué carajos sería sin La Jornada. Ahora todo el mundo se salta las trancas, le dicen al presidente lo que quieren, pero siguen corrompidos igual que antes. La mayor parte de los medios y los intelectuales juegan al papel ese. Hay un problema: muchos intelectuales reciben las becas, lo que les da el gobierno como una pensión. Son becas y muchos las siguen renovando. Los más jóvenes no pueden acceder. ¿Qué pasa con esos intelectuales? Ni se les ocurre hacer una crítica porque les quitan la beca, esa es parte de la disfunción”.

“Gramsci dice que el papel de un intelectual es estar frente al gobierno, no dentro. Sin La Jornada, quién sabe qué sería este país”.

Escribe sus memorias
Carlos Payán fundó periódicos dos veces, primero el Unomásuno desde abajo, desde buscar empresarios interesados hasta conseguir la rotativa. Al salir de ese diario, con un grupo de periodistas, entre ellos Carmen Lira, se dan a la tarea de crear un nuevo medio informativo. También desde abajo. Muchos de los que hoy son grandes escritores comenzaron ahí como reporteros, muchos de los reporteros comenzaron vendiendo acciones por todos lados para poder financiar el proyecto. Artistas como Francisco Toledo y Rufino Tamayo donaron su obra y muchas veces fue empeñada para pagar los salarios. “Nunca dejamos de pagar los salarios”.

Hubo amenazas de muerte. Locuras como mentarle la madre a un procurador con quien estaba sentado en una de las mesas más pequeñas de un restaurante. Cosas difíciles como desarticular el asesinato del obispo de Chiapas. De esa historia, Payán se encuentra escribiendo “una novelita”.

El periodista “tiene que tener los ojos siempre abiertos para sorprenderse, y despierto el corazón”

Todo esto será contado en sus memorias que estarán listas posiblemente a final del próximo año.

“Estoy escribiendo unas memorias, pero empecé con la infancia y dije: a quién carajos le importa mi infancia. Ya iba yo muy avanzado, y dije: a quién le importa esta madre; me frené, empecé con lo otro (la novela) y me frené también. Casi creo que lo que voy a hacer, es como un rompecabezas de estas pequeñas historias, la plática con un funcionario, no sé.

–¿No extraña el trajín de estar en la oficina?
-Cuando salí, a pesar de que me preparé años para dejarlo, en sicoanálisis y toda la cosa, porque sentí que había necesidad de que entrara otra gente, a pesar de que me preparé, sentí como si me hubieran quitado las piernas, los brazos, los oídos y cerrado los ojos. ¡Cómo no! Todavía sueño con eso.

“Fui muy feliz, creo que el lugar donde más feliz he sido en mi vida es intentando hacer periodismo. He disfrutado todo, no me corrompí, era cariño, afecto por lo que se hacía, el respeto por los reporteros (y fotógrafos) como la columna vertebral del periódico”.

“Voy regularmente al consejo (de accionistas) y cuando Carmen (Lira) me llama cuando la información se calienta, hablamos de asuntos del periódico. Y a veces escribe de nuevo la Rayuela”.

Tener los ojos bien abiertos

–¿Cómo fue la vida familiar?
–Era difícil, pero alguna vez que mi mujer me preguntaba acerca de esto, le dije: esta es mi tarea, es lo que yo quiero, soy feliz, te enamoraste de mí porque yo era como era y ahora quieres cambiarme. Yo no puedo. Si no te parece, pues ahí nos vemos. Así era, pero nos llevábamos muy bien. Pero así pasa, lo quieren cambiar a uno para volverlo un desastre ahí metido en una oficina pública.

Ser periodista puede ser la profesión más digna de todas, siempre y cuando aquél elabore su trabajo, porque si no lo hace entonces es un chismoso y eso es tremendo.

Dice Payán Velver: “Cuando lo elabora es cuando es un gran periodista, como un gran cirujano, sublimando lo del chisme”.

Una recomendación final para el reportero o para quien quiera serlo:

“Tiene que tener los ojos siempre abiertos para sorprenderse. No hay que pasar de largo. Pero además tener despierto el corazón para ver todo. Cuando empezamos a hacer La Jornada en una cantina me encontré un arquitecto que estaba haciendo la restauración de unas iglesias en Oaxaca, y me dice: ‘Ay Payán, fíjate que estoy haciendo esto en un pueblito a 40 kilómetros de la capital, y platicando del cura y el guardián de la iglesia y el padrino me dijeron: nosotros no queremos ser un pueblo ‘folclorero’, y para estar enterados mandamos todos los días a una persona a la capital a que compre un periódico que se llama La Jornada”.

En ese tiempo, “el periódico acababa de salir. A mí me conmovió. Me dio mucho gusto y le dediqué una Rayuela hablando del pueblo”.

Poco tiempo después, el entonces director recibió una carta “diciendo que le daban las gracias al periódico porque había nombrado a su pueblo, y que me invitaban a la reposición de la cruz que se habían robado y que la iban a poner en tal fecha. Le dije a Carmen ‘¡vamos!’. Y fuimos y fue delicioso el encuentro. Por eso no hay que pasar de largo. Hay que abrir el corazón a las sorpresas”.

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