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Periodismo sin información, pura intrascendencia de la opinión

¿Acaso puede –o mejor, debe- un hecho puramente anecdótico convertirse súbitamente en un “acontecimiento” digno de ser noticiado y tomado como referente para un debate “profundo” sobre la sociedad y su futuro? ¿Es eso posible? La respuesta es un rotundo sí. En el Ecuador esta fórmula es utilizada con cada vez más frecuencia por ciertos medios e indudablemente obtienen atrapar lectores y televidentes, y aumentar su rentabilidad económica. Frecuentemente se llama a esto “periodismo amarillista” o simplemente “sensacionalismo” y es practicado con suma dedicación por ciertos periódicos, así como ocupa importantes segmentos de la programación televisiva de ciertos canales. Para algunas posturas cínicas, no queda sino resignarse a hacerlo en una época de vacas flacas para los medios tradicionales, arrinconados entre la indiferencia del público y por la arremetida de los medios digitales.

Sin embargo, lo que aquí está en juego es la discusión sobre la naturaleza misma, el valor último o la esencia del periodismo. En algún momento, a Ryszard Kapuscinski le preguntaron sobre el por qué del periodismo  y respondió: “Porque cuando era joven fui tomado por la pasión de descubrir nuestra pobre existencia humana”. Es decir, el periodismo tiene por fin último develar el trasfondo, acercarse a esas verdades que permiten saber quiénes mismos somos y hacia dónde vamos.

¿Será un periodismo ético y profesional el convertir un incidente callejero o un ridículo intento de entrega de un atado de tubérculos en Carondelet en tema preferente para la sección de noticias políticas y en el leitmotiv de las “sesudas” editoriales y comentarios de las ilustres voces a los que los medios permiten expresarse en este país? ¿Será un periodismo de opinión serio y pluralista el que durante varios días la mayoría de los editoriales de prestigiosos periódicos estén dedicados a discutir sobre la capital importancia de saber en cuál de las dos marchas del 1-M hubo más gente, o peor aún, en recoger distintas cuantificaciones y aplicar la lógica matemática para descubrir el agua tibia? ¿Será que sirven de algo aquellas “noticias” y “comentarios editoriales” publicitados por un conjunto de medios que a la vez se lamentan de la polarización cuando se ha colocado en una posición radicalmente visceral de negación y burla absolutas a todo lo que hace el gobierno, y a todo lo que dicen que dice y dicen que hace el presidente Correa y con ello banalizan la política y con ello la desacreditan de forma absoluta?  Seguramente este “periodismo” causa un inaudito disfrute a los trolls y micro-bloggers y ofrece un riquísimo material para diseñar y difundir ingeniosas memes de las redes sociales.

Claro, seguramente lo anotado sobre el caso ecuatoriano no es excepcional. Y quizá por ello el catedrático Félix Ortega haya acuñado lo que llama “periodismo sin información” y ha descrito cómo prima en éste el principio de “credibilidad” por sobre el de verificación, al igual que recurren a estrategias más afectivas que argumentativas, tendiendo a convertir sus crónicas y artículos en mecanismos para usar la información como argucia y así “fabricar falsas realidades” como bien apuntaba Goffman, buscando primordialmente generar pequeños “consensos” sobre cosas irrelevantes.

Hace algo más de un década, dos respetados periodistas norteamericanos, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, publicaron su obra “Los elementos del periodismo”, donde afirman que el periodismo en EE.UU. atraviesa “una crisis de conciencia, confianza y objetivos”, puesto que “las noticias se estaban convirtiendo en entretenimiento y el entretenimiento en noticia” y como producto de este giro, los periodistas “en  vez de servir a un interés público más importante, lo estaban socavando”. Algo parecido parece estarle aconteciendo a cierto periodismo ecuatoriano hoy en día. A mí ya me ha cansado hace rato y lo suscribo, aún a riesgo de que me acusen de atentar contra la sacrosanta “libertad de expresión”. (O)

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