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Periodismo misérrimo

Periodismo misérrimo
04 de octubre de 2015 - 00:00 - Hernán Reyes Aguinaga, sociólogo

Cierto “periodismo” en Ecuador vive momentos críticos. No solo se ha tornado cansino, plano y vacío, y por tanto, cada vez más arrinconado y resentido. También se ha olvidado por completo del verdadero oficio. Las razones para esta decadencia son muchas, pero cito dos: la autocomplacencia, es decir la imposibilidad total a cualquier reflexión autocrítica, y por otra parte, la visceralidad ocupó el lugar de la racionalidad. Incapaz de argumentar y de confrontar discurso, opta por la salidas más pobres: descalificar a quien no se somete al sonsonete que ese periodismo ha incluido como principios en su Manual de Higienismo, Pulcritud y Castidad.

Ese “periodismo” solo balbucea ”libertad” !.. libertad” !.. y se calla ante todo lo demás. Todo lo que no suene a “libertad de expresión” es apenas silencio para sus oficiantes en medio de esa sordera,  ese “periodismo” desacredita todo posicionamiento político que no sea el suyo. Pero claro, en su autismo, eso lo hace en nombre de la Única Verdad, o sea, la suya. Claro, desde su dogmatismo, hay que ser castos, puros e impolutos. Y así se va de sueños. Desde ese remedo de ”periodismo” se hacen acrobacias con las palabras, con tal de seguir ocupando un espacio cada par de días, y si no es sobre el papel, que sea en versión digital. Y así, adormecido, se sentará a esperar a quien pronto le den algún premio aquellos a quienes adula y sirve. Ese es su único compromiso, consigo mismo.  

Definitivamente los blogs personales dan para mucho y para nada. 869 palabras le pueden bastar a quien aún se cree periodista para rendirse cuentas a él mismo y para olvidarse del periodismo, travistiéndose en valiente francotirador. Me lo imagino cómodamente instalado en su escritorio y ante su pantalla, rodeado de muchos libros en francés, recordando viejos y buenos tiempos. Hoy vive malos tiempos, sin duda. Sin empleo pero teniendo que defender precisa y obligadamente aquellas tesis que vociferaba el empresario culpable del cierre del último periódico que dirigió y que dio en quiebra cuando ya eran lejanos sus años de esplendor. Y que otros de su grupo van y traen empaquetadas desde Washington hasta cualquier capital latinoamericana donde se reúnan semestralmente para premiarse, adularse y contarse las últimas novedades de su negocio.

Cómodamente tecleando su computadora y disparando una piedra tras otra: “correísta”.. pum... ”descarado”... pum... ”apologeta”… pum... “fascista-autoritario”… pum… pum… Proyectil tras proyectil, y entremedio, un sorbo de cognac. Así dice el Manual. Ah!... y para que nadie pueda tener derecho a la réplica, estos oficiantes usarán términos irrebatibles como “inefable”. Vaya, “inefable” quiere decir que no puede ser explicado con palabras. Pero también alude a una cosa (el oficiante lo usa para una persona) que resulta indecible por sus altas cualidades. Con el uso de ese calificativo, pues, queda clausurada toda discusión. Es el remate mismo. Quien es indecible es indecible. Bella tautología para poner el punto final a cualquier posible argumentación en contrario. Y para que nadie se atreva a otra cosa que no sea comulgar, habrá que sazonar el texto con unas cuantas palabras más para satanizar a los “intelectuales funcionales”. Y para que no quepa la menor duda de su castidad, esos serán los que asumen como funcionales al “partido comunista”.

Es el tipo de periodismo “mata-secuaces”. Sobre habrá que hacer caer el peso de esa cosa llamada “opinión ciudadana” y el látigo de los “simples blogueros”. Reeditan el dramón de los intelectuales tiranos contra los simples ciudadanos libertarios.

Y es que la miseria de ese “periodismo” cayó en la trampa cuya autoría asignan a otro y ya no pudo salir de ella. Polariza en nombre de la pluralidad y la diversidad. Y cuando el genérico no sirve, estigmatizan de forma personalizada en nombre del respeto y desde su condición de “demócratas”. Así desde estas salas personales de redacción abjuran de la diversidad intelectual y de la honradez del pensamiento en aras de una cruzada a muerte contra el Estado y todos quienes pongan un pie en él. Y contra la posibilidad del diálogo. Y a favor de una especie de matonismo en jorga. Todos para uno y uno para todos. Hay que defender la voz del Sumo Pontificador. Ese no es indecible sino intocable. Esta no es una réplica contra nadie pues los blogueros están eximidos de responder a ese derecho del aludido. Esta es simplemente una reflexión extemporánea, que lamenta haber perdido, por hoy, la posibilidad de discutir y disentir con quien pudo haber sido un inteligente polemista en el pasado. En fin, a guerra declarada…

Definitivamente, terribles tiempos para el periodismo, tanto que cierto “periodismo” perdió ya hasta todo pudor para exhibir públicamente sus miserias. (O)

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