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La TV nacional, con privilegio de “oro” en JJ.OO. y lo desperdició

La TV nacional, con privilegio de “oro” en JJ.OO. y lo desperdició
15 de agosto de 2012 - 00:00

La exclusividad no es un privilegio, sino una enorme responsabilidad. No se trata solo de ganar espacio para la publicidad: es obvio que era obligación de RTS y La Tele -su “hermano menor” durante los sucesos deportivos de Londres 2012- dar un servicio de calidad, con periodistas y especialistas que explicaran cada competencia y evento.

Durante la transmisión de una competencia de gimnasia artística, un comentarista le dice al otro -los nombres, para suerte de ellos, se escapan de la memoria-: “Mire señor, la participante me ha tirado un beso”, a lo que el segundo contesta: “Claro, claro... está como para usted”. Ocurre en La Tele. Y ese  fue el tono de prácticamente todas las transmisiones, con las honrosas excepciones de siempre (Andrés Paulson comentando baloncesto, por ejemplo; o Alfaro Moreno, en fútbol).

Es decir, el espectador ecuatoriano de hoy sigue sujeto a la desinformación y a la chabacanería que de manera consuetudinaria han marcado el periodismo deportivo nacional; y lo que es peor, estos son tiempos en que el deporte está atravesado por la estadística, la tecnología, la técnica y destreza corporal e incluso la estética, quizás como nunca antes.

La cobertura, desde su inicio, no pintó bien. A una hora de comenzar el acto de inauguración de los Juegos, Gabriela Pazmiño Yépez ya lucía su llamativo físico y carisma en la pantalla de RTS. La ex deportista -que ahora incursiona en el mundo de la farándula en Vamos con Todo- fue la elegida por esa estación como enviada especial a la cita...

Gabriela saludó a la audiencia anunciando que en poco tiempo iniciarían esos juegos “que unen la humanidad”. De fondo, el “cliché” del Palacio de Buckingham, como no podía ser distinto. No pasaron ni tres minutos y ya estaba en marcha la “improvisación” con grandes tintes de “farandulización” en ese enlace en tiempo real.

Pazmiño lanza su primer reportaje. En la Villa Olímpica aparece acompañada de las pesistas ecuatorianas Alexandra Escobar y Seledina Nieves, que a punta de corpulencia opacan a la periodista, quien, de cualquier modo, no quiere perder protagonismo con comentarios de doble sentido.

Para rematar su primera nota, Pazmiño saca de su bolsillo tres condones y les consulta a las atletas si “ya tienen los suyos” (la entrega de preservativos en la Villa Olímpica fue obligatoria por parte de los organizadores). Escobar y Nieves no tardan en sonrojarse y en recordarle a la reportera que no necesitan su “regalo” porque son casadas. La animadora guarda silencio por unos segundos, pero no deja ir la oportunidad de aconsejar a las atletas: “Nunca está de más la protección”.

Ahora, tampoco se trata de ponerse moralistas o esgrimir una suerte de sonsonete inflexible acerca del trabajo periodístico. No está mal, de vez en cuando, ver alguna nota hecha con picardía, con color y buen humor, en el marco de un acontecimiento que a fin de cuentas se asume como una fiesta.

El problema está en que esa apuesta no estuvo casi nunca compensada con la otra cara del ejercicio informativo, aquella  determinada por la exhaustividad en el trabajo que se realiza en función de explicar al televidente las características, bien desmenuzadas,  de cada una de las disciplinas en competencia, tan complejas como diversas entre sí.

La ceremonia de inauguración arranca. Por tres horas, Danny Boyle, el talentoso cineasta inglés, le regala a cerca de 1.000 millones de espectadores un recorrido por la historia de la cultura británica. Desde aquellas tribus indómitas en las campiñas hasta la era de la expansiva industrialización. Cientos de bailarines en escena muestran  las  etapas que se van sucediendo.

Como es justo y necesario, la música resulta pieza fundamental de esta presentación. No se puede hablar de Inglaterra sin incluir su riquísima historia en el campo de la música popular contemporánea, el sinnúmero de agrupaciones que representan -con todas las letras- a la cultura pop del siglo XX.

Miles de personas en el estadio y millones a través de las transmisiones en vivo vibraron con temas como Going Underground, de The Jam; My Generation, de The Who; Satisfaction, de The Rolling Stones, y, por supuesto, varias alusiones a esas cuatro mentes non plus ultra que crearon el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band: The Beatles.

Mucha información, quizás, para los encargados de transmitir la ceremonia de apertura de los Juegos. Fueron notorias las complicaciones en vivo, sobre todo cuando las canciones no eran interpretadas ni por Mick Jagger, Sir Paul McCartney (que tendría su presentación exclusiva aquella noche) o John Lennon. “Ahí están los Stones (…) ahí está esa voz que lideró a The Beatles”, eran las únicas referencias que se podían dar en pantalla, pero cuando se oía  a Roger Daltrey o Paul Weller el silencio de los periodistas  era absoluto.

La producción de RTS cubría -o al menos intentaba cubrir- esa ausencia de conocimiento musical simplemente elevando el volumen. Claro, cualquiera podrá decir que no es justo exigirles a los periodistas deportivos que sean una enciclopedia del rock británico (que sepan el nombre del baterista de Black Sabbath o la fecha de la muerte de John Bonham), pero hay que considerar dos cosas: 1) La inauguración de los Juegos Olímpicos constituye un hecho cultural, cuya naturaleza excede lo estrictamente deportivo, y el periodista que se enfrente a eso debe saberlo y  prepararse con suficiente anticipación. 2) Hubiese sido “aceptable” -por decirlo de alguna manera- que los exabruptos o la ausencia de información se quedaran “allí”, pero cuando vemos que empiezan a desfilar  las delegaciones y uno de los presentadores asegura, muy suelto de huesos, que Martinica queda en el Cuerno de África, tenemos un problema.

El primer y difícil día pasó, pero un nuevo y más importante reto se presentaba: la primera transmisión de una competencia de un ecuatoriano en Londres. Todo el país conocía que RTS y su “canal fraterno”, La Tele, eran los únicos que tenían los derechos en televisión abierta, a nivel nacional, para pasar los JJ.OO. Sin embargo, durante los primeros días hubo tan poca información sobre cómo se transmitirían las competencias, que a la propia producción de RTS pareció tomarle por sorpresa la primera intervención de un compatriota.

Esto fue notorio cuando el sábado 28 de julio, a las 16:45, de manera brusca se cambió la programación habitual en la pantalla para ubicar al espectador en un cuadrilátero en donde ya estaban, alistándose para combatir, el ecuatoriano Marlon Delgado y el serbio Alexander Drenovak. El conductor de la programación fue quizás el más perjudicado de todo este vértigo. “La pelea está pactada a tres sets”, dijo, con tremendo infortunio, en sus primeras palabras al aire.

A lo largo del combate se escucharon verdaderas “perlas”, como “le está dando duro” (en realidad quería decir que Delgado lanzaba jabs) y -lamentablemente no por primera vez en la TV ecuatoriana- el relator sufría por su compatriota con sonidos onomatopéyicos, como “auch”, “ayyy”; y “reflexiones” del tipo: “chuta, ahí nos dieron”.

En redes sociales estos comentarios no pasaron desapercibidos, y como es costumbre de un gran grupo de tuiteros nacionales, se castigó -ironías y bromas en ristre- sin misericordia al “animador”.

La producción de RTS tuvo que cambiar sobre la marcha y traer al “Che” Farías para comentar las peleas de los pugilistas ecuatorianos. Irónicamente, este comentador también fue “azotado” en las redes sociales por sus opiniones en las que criticaba con dureza el bajo nivel de los boxeadores en Londres.

Muchos lo llamaron “antipatriota”, mientras otros -más sensatos- reconocían  su profesionalismo al comentar sin cobijarse en patriotismos que deben quedarse fuera de los estudios de TV.

Y así se llegó al cuarto día  de competencias (lunes). El país amanecía con las ansias de más deportes olímpicos, pero se encontraron con una realidad inapelable: RTS prefirió darle más importancia a espacios como el Club de la Mañana, Caso Cerrado -con la jueza Ana María Polo, la que grita...- y a Vamos con Todo, en vez de a los Juegos Olímpicos, un evento que reunió a 206 delegaciones deportivas, a más de 10.500 atletas y que solo se repite una vez cada cuatro años.

Ante esto, la gerencia de la estación puso a disposición de los espectadores La Tele para que pudieran apreciar “instantes” de las competencias.

Quizás fue un intento de promoción del “canal fraterno”, pero pudo haber resultado negativo para los intereses comerciales de esta alianza, si decenas de personas en Twitter soltaron mensajes como: “¿Qué carajos es La Tele? ¿Qué, es en UHF? Carajo, no tengo UHF”.

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