No importa si es o no un programa de computación o una herramienta informática, mucho menos si es un ser humano o una máquina. Chucky Seven reveló algo grave para la prensa ecuatoriana: uniformarse, alinearse, identificarse y hasta someterse a una sola fuente.

Joffre Campaña, abogado del diario El Universo, convoca a una rueda de prensa. Llegan todos los reporteros, se instalan, escuchan sin chistar, reciben una información privilegiada, casi una primicia, toman desesperadamente el boletín que entrega el jurista, casi se pelean por una hojita que respalde o sirva de base para su información. Luego, salen corriendo a sus medios y reproducen la versión.

Las miradas entre algunos reporteros son de emoción y hasta de alegría: “Ya tenemos con qué abrir los noticieros. Ya tenemos noticia”. ¿Esa misma tarde y noche qué ocurre? Todos los medios audiovisuales generan la noticia del día: la sentencia contra Emilio Palacio se hizo fuera del juzgado y la elaboró un seudónimo llamado Chucky Seven.

Y en las redes sociales ese nombre sirve para toda clase de bromas, incluidas las de los reporteros y editores. Los chistes están cargados de la ironía alimentada de las primeras informaciones de los noticieros, con una pizca de la sal quiteña, de otros condimentos nacionales y hasta extranjeros.

Al siguiente día los diarios, incluido el del abogado Campaña, hacen de esa noticia lo más relevante de la agenda mediática. Y fijan una sola verdad, sin ninguna explicación y menos sin reflexión. Y cuando otros medios, como El Telégrafo, explican a las audiencias que Chucky Seven es una versión pirata de Microsoft, lo que se quedaron con la versión de El Universo, no dicen ni pío. Al contrario, aparecen avisos para localizar al tal Chucky Seven.

¿Cuál fue la regla fundamental del periodismo que violaron los medios llamados libres e independientes? Todas, absolutamente todas. En los manuales se ordena que toda información que conlleva cierta complejidad obligatoriamente exige una explicación y contrastar con especialistas. Mucho más si de por medio hay una polémica política, pues el público requiere de una mirada más amplia.

Ante todo hay una ley violada: quedarse con la versión de una única fuente, que ningún editor puede ni debe aceptar cuando un reportero llega con una supuesta primicia. ¿Por qué? Quizá hay dos razones de fondo que obligan a una reflexión elemental: sintonizarse con una fuente y ejercer una actitud política “orgánica” frente al tema.

Entonces las audiencias son las únicas perjudicadas. Los periódicos, en espíritu de cuerpo, jamás desmentirán al abogado de uno de sus diarios, agrupados en la Asociación de Editores de Periódicos del Ecuador (Aedep). ¿El Comercio, HOY o Expreso podrán salir a desmentir al abogado Campaña publicando qué es Chucky Seven? ¿No es una obligación periodística explicar a sus lectores lo que el defensor de El Universo expuso como un gran descubrimiento y una acusación?

Algo parecido pasó con el video presentado por el ex editor de Opinión de El Universo, Emilio Palacio. Él presentó un video que inducía a pensar que el presidente Rafael Correa había ordenado meter un disparo en el pecho a quienes traicionaran a la Patria. Cuando en la sabatina de hace una semana se observa otro video sobre la misma escena ningún medio aclaró todo lo que dijeron con base al video presentado por Palacio.

Durante toda la semana que termina no se mencionó nada ya del video aclaratorio, tampoco se hizo una explicación de lo que ello implica para el denunciante Emilio Palacio, dentro del proceso que se sigue en su contra.

Chucky Seven, entonces, es ahora toda una figura y un símbolo sobre la base de informaciones parcializadas, no contrastadas ni mucho menos verificadas. Incluso, bajo esa premisa se sustenta otra posición, que es la de la defensa de El Universo: el juez Juan Paredes no fue quien redactó la sentencia sino otra persona, máquina o institución, bajo el seudónimo de Chucky Seven.

Por encima de la disputa política, en los medios hay principios que superan la coyuntura y obligan a otra práctica: informar adecuadamente, con todas las explicaciones posibles, pues si fuese cierto que existe una persona con ese seudónimo, no son los medios los que tienen que revelar su identidad, sino el propio abogado que genera la supuesta noticia.

Sobre Joffre Campaña no hay una sola pregunta que lo obligue a responder si efectivamente Chucky Seven es una persona o un programa pirata de Microsoft. Hasta este día, no había una respuesta en ese sentido y para los medios en general ya es una verdad irrefutable que por haber pasado un texto de un flash memory a una computadora, la sentencia fue hecha fuera del juzgado y también por otra persona que no es el juez Juan Paredes.

Así, en vez de construir un ambiente de confianza y fortalecer los cimientos de la credibilidad, único capital verdadero de un medio de comunicación, cada día la prensa “libre e independiente” se somete a la agenda política de otros actores y en particular de un periódico.

Difícil tarea la que les corresponde a los editores cuando llega una noticia de una sola fuente y no pueden contrastarla porque de hacerlo podría caerse la hipótesis y con ellos también contribuir a que un juicio se incline hacia donde ellos no pueden caer pues cualquier sentencia los coloca en crisis.