Publicidad
Reflexión
Voltaire y el cándido optimismo de los economistas
Al leer recientemente How Rich Countries Got Rich and Why Poor Countries Stay Poor (2007), del economista noruego Erik Reinert, y Keynes y el desempleo (2012), del canadiense Gilles Dostaler, me llamó la atención que hicieran referencia al cuento Cándido (1759), del filósofo francés del siglo XVIII, Voltaire (1694-1778).
Reinert lo usa para realizar una crítica a la economía neoliberal actualmente dominante mientras que Dostaler incluye una cita de la teoría general del empleo, el interés y el dinero, en la que John Maynard Keynes (1883-1946) se refiere a Cándido para cuestionar a los economistas clásicos (los clásicos, propiamente, tales como James Mill, Smith, Ricardo y los neoclásicos de la época como J.S. Mill, Marshall, Edgeworth y Pigou).
El personaje principal es Cándido, influenciado por las enseñanzas del filósofo Panglós que profesaba el optimismo y la armonía preestablecida del filósofo alemán Leibniz (1646-1716). “Demostrado está —decía Panglós— que no pueden ser las cosas de otro modo, porque habiéndose hecho todo con un fin, no puede menos éste ser el mejor de los fines (...) todo está en el último ápice de perfección”.
Cándido viaja por el mundo y su contacto permanente con las guerras, la Inquisición, un terremoto, el sufrimiento humano y las injusticias le conducirán a cuestionar recurrentemente la enseñanza de su maestro de que se encontraban en el mejor de los mundos posibles.
— “¡Oh, Panglós! —exclamó Cándido—, esta abominación no la habías tu adivinado: se acabó, será fuerza que abjure tu optimismo.
La historia de Cándido, personaje creado por el filósofo Voltaire, es rememorado por autores como Reinert y Dostaler para cuestionar la visión optimista ausente de crítica de algunos economistas.
— ¿Qué es el optimismo? —dijo Cacambo. —¡Ah! —respondió Cándido—, es la manía de sustentar que todo está bien cuando está uno muy mal”.
Finalmente, Cándido y Panglós encontrarán que trabajar la huerta es el único medio para llevar una vida tolerable (ver gráfico 1).
Reinert cuestiona con Cándido lo que él llama modelo económico panglosiano (gráfico 2). “Los economistas y políticos de hoy todavía nos dicen (…) que el mundo sería perfecto si tan solo practicáramos el laissez-faire y dejáramos a los instintos individuales (los cuales se asume generalmente que son “racionales”) interactuar libremente y sin ningún tipo de intervención, salvo la más básica”, escribe Reinert.
Y añade “pero la armonía no es el estado natural de la sociedad (…) La fe en ‘el mercado’ es así a menudo difícil de diferenciar de la fe en la Providencia o en la bondad de una deidad omnipresente (…) Una vez que nos deshacemos de la fantasía de que ‘las leyes naturales’ gobiernan el enriquecimiento de las naciones, podemos empezar a valorar cómo y por qué ciertas políticas han funcionado en el pasado y cómo tales éxitos podrían informar a la política nuevamente en el futuro”.
Keynes, por su parte, usa la siguiente analogía: “Puede suceder muy bien que la teoría clásica represente el camino que nuestra economía debería seguir; pero suponer que en realidad lo hace así es eliminar graciosamente nuestras dificultades. Tal optimismo es el causante de que se mire a los economistas como Cándidos que, habiéndose apartado de este mundo para cultivar sus jardines, predican que todo pasa del mejor modo en el más perfecto posible de los mundos, a condición de que dejemos las cosas en libertad”.
Los economistas de hoy debemos dejar a un lado nuestro cándido optimismo y recuperar el espíritu crítico de Voltaire.