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Una nueva forma de determinar el bienestar
El mundo celebra cada 20 de marzo, el Día de la Felicidad y quiere hacer suyo el pronunciamiento del estadista y científico estadounidense Benjamín Franklin: “La felicidad humana, generalmente, no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”.
Pero la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en un informe sobre la Felicidad Mundial realizado por la Universidad de Columbia, toma en cuenta una serie de factores para llegar a ese estado de ánimo, como el bienestar sicológico (espiritualidad, emociones positivas…), salud, empleo del tiempo (trabajo, diversión, dormir…), educación, diversidad y cultura (lenguas, interacción cultural…), buen gobierno (derechos fundamentales, comunidades, biodiversidad, y el nivel de vida relacionado con los ingresos.
Por algo, el Presidente Rafael Correa dijo, en uno de sus enlaces, que estos han sido los años más intensos de su vida, aunque no los más felices. Así, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución que reconoce la búsqueda de la felicidad y el bienestar social como un “objetivo humano fundamental”.
Según el organismo, los países más felices tienden a ser los más ricos. Sin embargo, señala que más importantes que los ingresos son los factores sociales como la fortaleza del apoyo social, la ausencia de corrupción y el nivel de libertad personal. La felicidad se ha incrementado en algunos países y en otros, no. Por ejemplo, el estadounidense promedio es, actualmente, casi tres veces más rico que el promedio de 1950. No obstante, dichos habitantes no son más felices que quienes vivieron allí, medio siglo atrás, afirma el economista Richard Easterlin, de Estados Unidos. (ver gráfico 5).
El primer Informe Mundial de la Felicidad elaborado por The Earth Institute solicitado por las Naciones Unidas, confirma el adagio popular de que riqueza o dinero no son sinónimos de felicidad.
Empleo y desempleo, indicadores que determinan la felicidad
Por otro lado, la ONU advierte que el mundo se ha hecho un poco más feliz en los últimos 30 años, y señala que el desempleo causa tanta infelicidad, como el duelo por muerte o las separaciones, incluso para la población que cuenta con empleo, por la incertidumbre de perder sus puestos de trabajo. “El desempleo reduce, obviamente, la felicidad. No se trata de perder ingresos, sino que es la pérdida de autoestima y de la vida social que proporciona el trabajo lo que conduce a una caída de la felicidad”, destaca el análisis.
Incluso, agrega, contar con empleos “de baja calidad” proporciona mayor satisfacción que estar desempleado, y trabajar a cuenta propia ayuda más a ser feliz en la mayoría de países, a excepción de las naciones de América Latina. La razón radica en que trabajar en un negocio personal puede ser una necesidad más que una opción en los países en desarrollo, donde no hay tanta disponibilidad de empleos formales.
La salud mental es un factor clave para el bienestar personal
Asimismo, el estudio indica que el buen comportamiento (hábitos) hace a la gente más feliz; mientras que la salud mental es el más importante factor individual que afecta a las personas en cualquier país. Solo un cuarto de la población con enfermedades mentales recibe tratamiento en los países desarrollados, esto es aún menor en los países pobres. Los problemas desencadenan en suicidios que cada vez son más frecuentes en los países, principalmente, europeos. Con alrededor de 127 millones de habitantes, Japón está entre el grupo de naciones con altas tasas de suicidios. En 2012 se quitaron la vida 27.766 personas, de las cuales, 19.216 fueron hombres. (ver mapa).
Estudios internacionales aseguran que las tasas de suicidio varían a lo largo de los grupos ocupacionales, dependiendo del estrés diario, una mayor exposición a incidentes angustiosos o violentos que dan lugar al trastorno de estrés postraumático, o su fácil acceso a medios letales de suicidio, tales como armas de fuego, dosis de medicamentos, o pesticidas. Las ocupaciones con altas tasas de suicidio incluyen a médicos, algunos trabajadores químicos y farmacéuticos (debido en parte a la mayor disponibilidad de químicos y drogas letales), abogados, maestros, consejeros y secretarios y agricultores.
Otros análisis sugieren que los profesionales en ciertas ocupaciones (médicos, enfermeras o personal militar femenino) tienen mayor propensión al suicidio, debido, en parte, a conflictos entre la familia y los ascensos profesionales. Los suicidios también son elevados entre las personas desempleadas o que sufren de altos niveles de inseguridad laboral. En el caso del Ecuador, las estadísticas de la Dirección Nacional de la Policía Judicial revelan que, en promedio diariamente, dos personas ponen fin a su existencia.
Solo entre enero y julio de 2012, hubo 522 muertes, 69 más que en igual periodo del 2011. Pichincha, Guayas y Azuay son las provincias con mayor concurrencia de suicidios debido a la depresión, el alcoholismo, la violencia o ser víctima de abuso sexual, entre otras causas. El feriado bancario de 2000, por ejemplo, provocó el suicidio de jubilados que vieron reducir sus ingresos a 2 dólares mensuales. Entre tanto, la vida familiar estable y los matrimonios duraderos son importantes para la felicidad de padres e hijos; en los países avanzados las mujeres son más felices que los hombres, y en los países más pobres la situación se equilibra. Finalmente, la felicidad es más baja en las personas de mediana edad.
Niveles de felicidad en el mundo
El documento coteja varios datos estadísticos respecto a cuáles son los países más felices. Ubica en este grupo a Dinamarca, Finlandia y Noruega, mientras que República Centroafricana, Benín y Togo están a la cola de la felicidad. España se encuentra en el puesto 22 y el país latinoamericano que aparece en primer lugar es Costa Rica (12), seguido de Venezuela (19), Panamá (21), México (24), Brasil (25), Puerto Rico (27), Guatemala (37), Argentina (39), Colombia (41), Chile (43), El Salvador (48) y Uruguay (50). Por debajo quedan Bolivia (57), Honduras (63), Ecuador (66), Cuba (69), Paraguay (70), Perú (77), Nicaragua (89), República Dominicana (93) y, muy por detrás, Haití, que ocupa el puesto 149 de una lista de 155 naciones. Pese a que los países más felices son los nórdicos y los menos, los subsaharianos, el peso de la riqueza es importante “pero no lo es todo”, insiste el análisis y destaca lo importante que son las relaciones humanas.
La felicidad no gira únicamente en torno a los ingresos económicos que tengan los ciudadanos. Toma en cuenta otros factores como el estado de ánimo, el bienestar sicológico, la salud, el empleo, el tiempo libre, la educación y la cultura. Ecuador ha dado pasos importantes para que la población tenga bienestar. El bienestar de la población continúa visualizándose desde el análisis de la pobreza de ingresos o de
consumo’
Para el titular de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), René Ramírez, uno de los principales supuestos en que se ha basado la teoría del bienestar económico es que el mejoramiento de los ingresos o consumos personales, constituye un sinónimo de incrementar el bienestar individual.
Ramírez califica a esta perspectiva como utilitarista y apunta a que el bienestar social no es otra cosa que la suma de los bienestares individuales. Easterlin planteó uno de los mayores desafíos en la década de los setenta, al observar que, a pesar de que aumentó la prosperidad de los países industrializados a lo largo de los últimos 50 años, la felicidad o satisfacción con la vida de sus habitantes se mantuvo constante. De hecho, enfatiza que los niveles promedio de felicidad no incrementan con el crecimiento de la riqueza de los países.
Este tipo de discusiones no han sido abordadas públicamente en el Ecuador, manifiesta Ramírez, quien sostiene que el bienestar de la población en el país continúa visualizándose a partir del análisis de la pobreza de ingresos o de consumo. En el mejor de los casos –añade- simplemente se ha incorporado al análisis el problema de la desigualdad que no ha disminuido. Es más, en términos concretos, en 2007 Ecuador se encontraba en el puesto 111 de felicidad, dentro de 178 países analizados.
Es decir, formaba parte del grupo de naciones “infelices” a escala mundial, y de “muy infeliz” dentro de Sudamérica. Sin embargo, una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en 2007, identificó que el 30,86% de la poblaciòn ecuatoriana se sentía “muy feliz” con su vida; el 3,9% era “muy infeliz, y el 14,65%, “infeliz”. Pero en el periodo más reciente, el promedio de felicidad en el Ecuador aumentó hasta 6,43%.
Dentro de los índices de confianza, el INEC ubicó a Cuenca como la ciudad que más confía en sus conocidos, vecinos y amigos con 4,28 puntos, en contraposición con Ambato (3,53%). En el estudio de La felicidad como medida del Buen Vivir, la Secretaría Nacional de Planificación (Senplades), indica que los espacios que mayor satisfacción producen a los ecuatorianos están vinculados con su estado civil, las relaciones sociales (amigos) que tienen, el estado de salud, y con la participación en actividades públicas, barriales o comunitarias. En el otro extremo están la situación financiera, la acción de gobierno, la educación y el trabajo como espacios que producen menos satisfacción.
En la encuesta del INEC el 50% afirmó sentirse muy feliz con su estado civil, en tanto que apenas el 7% lo está por su situación financiera. Al hablar de felicidad y Buen Vivir, el docente universitario Holguer Córdova apunta a que es necesario crear otras estrategias y políticas que puedan dar luces hacia esa transición pos capitalista y que el punto de inflexión está en plantear los mecanismos para radicalizar la distribución de los medios de producción para enfrentar las desigualdades. Agrega que sin esto, no se podría superar esa felicidad como mercancía y tampoco aspirar a una nueva felicidad como medida del Buen Vivir.
Tungurahua a la cabeza
El mapa de felicidad elaborado por la Senplades indica que las provincias con mayores porcentajes de personas “muy felices” son: Tungurahua, Guayas, El Oro, Pichincha y Azuay. Las provincias con menor porcentaje son Cotopaxi, Esmeraldas,
Loja, Cañar, Chimborazo y Bolívar. Mientras en Tungurahua el 38% de su población se siente “muy feliz” con la vida, en Cotopaxi llega al 20,5%. (Ver gráfico 1)
Si se toma en cuenta a la felicidad vinculada con el aspecto económico, Ambato tiene el mayor puntaje (6,58%); y Guayaquil el menor (5,81%). Ambato entra en la categoría por ser una ciudad donde se ha desarrollado la industria del calzado y el cuero, están ahí las más importantes empresas carroceras y es una de las mayores provincias agrícolas.
En los últimos cuatro años, la industria del calzado en el país generó más de 100.000 empleos, debido a la política arancelaria del Gobierno, de cobrar un arancel de 6 dólares por la importación de cada par de zapatos, más un 10%, según el precio. Asimismo, los fabricantes pasaron de 600 en 2008 a 4.500 en 2012.
Riqueza versus felicidad
Según la Senplades, la felicidad se relaciona directamente con el nivel de ingresos. Del total de personas encuestadas que se siente muy feliz con la vida, el 21,7% se encuentra en el 10% más rico, y el 5,8% en el 10% más pobre. La entidad observa también que en el 10% más pobre se ubica el 16,5% del total de habitantes que se siente infeliz con su vida, y en el 10% más rico, el 3,07%. Es decir, existen cinco veces menos personas “infelices” en el decil más rico que en el decil más pobre.Las buenas prácticas ambientales contribuyen a la felicidad
El medio ambiente es una variable que aporta a la felicidad: Machala se destaca por ser la ciudad en donde los pobladores dicen estar “más felices” (6,54%). En cambio, en Quito, el 6,41% se “siente menos feliz”. (ver gráfico 3).
Los índices varían considerablemente cuando se refiere a la felicidad profesional, pues ahí los quiteños se consideran más felices con su profesión (8,48%). No así los habitantes de Guayaquil que se sienten menos felices (6,59%). La responsabilidad social (RSE) también es un eslabón. Los consultores de comunicación Llorente & Cuenca, afirman que la RSE mejoró en términos de expansión durante los últimos años en Iberoamérica. En Ecuador, más del 50% de las empresas se interesa por derechos humanos, prácticas laborales y responsabilidad del producto, reveló Mónica Torresano, autora del estudio ecuatoriano.
No obstante, la investigación de la Senplades advierte que la satisfacción con el medio ambiente, la situación financiera en la que viven y la vivienda que poseen los ecuatorianos, son los dominios que menos felicidad producen. Por otro lado, la estructura de la familia tiene un impacto negativo sobre la felicidad. A medida que incrementa su tamaño, la felicidad disminuye. Por cada niño o niña adicional, la probabilidad de que incremente el bienestar disminuye en 0,03%. Asimismo, a mayor número de necesidades insatisfechas, la probabilidad de ser feliz disminuye. Y, mientras más horas trabajan las personas, menos felices se sienten, aunque la Senplades aclara que no es una variable estadísticamente significativa.
Al respecto, el catedrático de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), Jesús Játiva destaca que no existe una persona que sea feliz y esté desocupada. Da dos razones: la necesidad de disponer de suficientes recursos económicos para afrontar las necesidades básicas y aquellas asociadas al desarrollo humano, y la prioridad que tiene el ser humano de demostrar su capacidad y sentirse útil. “Sin trabajo una persona pierde el horizonte, se angustia hasta llegar a la deseperación; con trabajo, el ser humano puede planificar su vida en el mediano y largo plazo. De ahí que un empleo acorde a la preparación de cada persona, estable y bien remunerado, contribuya sustancialmente a la felicidad individual y familiar, que redunda en una sociedad próspera”, agrega.
Por su parte, el director de la Fundación Esquel, Boris Cornejo, define a la felicidad como un estado de ánimo de las personas, sin que constituya un activo o posesión que pueda cuantificarse de manera permanente. Sin duda -dijo- el país ha avanzado mucho en la provisión de infraestructuras cuyo uso adecuado “nos ayuda a estar más felices; pero falta mucho por hacer para lograr la plena inclusión social, política y económica de las mayorías en las oportunidades que abre el crecimiento de la economía”.