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Revolución productiva: el desafío económico de Venezuela (Parte I)

Revolución productiva: el desafío económico de Venezuela (Parte I)
16 de junio de 2014 - 00:00 - *Alfredo Serrano Mancilla

Sin corto plazo, no hay largo plazo. Esta premisa fue primordial para Hugo Chávez desde sus inicios. La deuda social venezolana, ocasionada por las décadas perdidas neoliberales, fue tan grande que impedía pensar en cualquier transformación estructural desde el primer momento. La urgencia fue solventar la paupérrima coyuntura. Según la economía dominante, con su séquito de expertos técnicos, la pobreza es simplemente un dato económico; no contempla la correlación de fuerzas políticas que explica el empobrecimiento de las mayorías ni su gravedad social. Chávez zanjó ese mundo económico hegemónico, y al revés: no hay futuro sin remediar el presente. La tarea inminente fue implementar una economía humanista que satisficiera las necesidades básicas del pueblo venezolano a la mayor brevedad posible. Así, a contracorriente del tsunami neoliberal, la política económica de la Revolución Bolivariana se dedicó a erradicar la pobreza, reducir el desempleo a niveles históricos, mejorar la equidad del ingreso, aumentar el salario mínimo real, acabar con el hambre. Esto, mal que les pese a muchos, es eficacia económica socialista. Sanear la deuda social a máxima velocidad es señal de una eficiente política económica que empleó más del 60% del PIB hacia la inversión social.

¿Todo fue gracias a la renta petrolera? Sí, pero no porque la renta petrolera caiga del cielo construyendo misiones, viviendas, escuelas u hospitales, sino que todo se debe a una reapropiación soberana de ese sector estratégico y, seguidamente, de una política de priorización de lo social por encima de cualquier propuesta neoliberal. La clave estuvo en poner la renta petrolera al servicio de una economía humanista en vez de lo que dictamina la economía capitalista.

El petróleo en Venezuela es historia del siglo XX, pero siempre fue redistribuido hacia arriba, en favor de una élite dominante que lo destinó a consumir suntuariamente o a sacarlo del país para engordar sus cuentas en el extranjero. El chavismo dio vuelta a esa economía —de unos pocos— y la democratizó. Desde hace unos años, la gran mayoría del pueblo venezolano consume mucho, pero sin base material productiva para ello. Este desequilibrio entre consumo democratizado y oferta productiva insuficiente es resuelto hasta ahora con la importación de muchos bienes —unos básicos y otros no—. Ese sector constituye el gran negocio para las grandes empresas privadas que, abusando de su posición económica dominante, se han dedicado a esta tarea, de compraventa, casi sin esfuerzo. Es el negocio redondo porque tiene garantizada la demanda cautiva gracias a las políticas chavistas: no hay que producir, simplemente solicitar dólares al Estado para importar y además lo han hecho especulando con precios y mercancías gracias a prácticas de usura. Este rentismo importador del siglo XXI en Venezuela es tan relevante como el rentismo petrolero del siglo XX. Tomado del diario Página/12.

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