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¿Qué se esconde detrás de “El fetiche de la inversión”?

Días atrás, se hizo eco de una noción económica denominada como “El fetiche de la inversión”, desarrollado por el economista Peter Bauer en el libro “Equality the Third World, and economic delusion”, de 1981. Quien desmenuzaba este concepto citaba a Bauer señalando que: “Mucho del gasto en Occidente y el Tercer Mundo es aceptado de manera acrítica como deseable o incluso necesario, simplemente cuando sus partidarios son capaces de llamarlo inversión”.

También, se citaba que no toda inversión es igual, dado que “los políticos y los burócratas no gastan su propio dinero o el de sus donantes. De hecho, su prestigio, influencia y poder muchas veces se beneficia de un gasto a gran escala”.

En primer lugar, el denominado “Tercer Mundo” al que se refiere Bauer es una categoría histórica colonial, producida desde Occidente, para referirse de manera despectiva a América Latina. Aunque en un principio, el término fue bautizado por el economista francés Alfred Sauvy en 1952, realizando un paralelismo con el concepto del “Tercer Estado”, y así designar a los países que no pertenecían a ninguno de los dos bloques que estaban confrontados en la Guerra Fría, el uso de esta categoría “Tercer mundo” o “Subdesarrollo”, ha servido como instrumento geopolítico para alterizar de manera perversa a los países latinoamericanos que no han logrado igualarse a los del “Primer Mundo”.

Por otra parte, la crítica de Bauer respecto al manejo de la inversión y el gasto público, fue escrito en 1981, lo que evidencia un profundo desconocimiento de la brecha histórica entre la forma en cómo se administraban los recursos en ese periodo, en el que la región estuvo gobernada por presidentes con agendas de política económica neoliberal, y los actuales esfuerzos en materia de inversión pública.

Parecería ser que la persona que circuló este principio económico asocia al gasto público con el despilfarro de recursos. No resulta sorprendente que detrás de la construcción de este imaginario social (gasto = despilfarro) haya un discurso económico de derecha que durante años se encargó de ubicar al gasto público como un obstáculo de las políticas fiscales “prudentes” y que alentaba el ahorro y la austeridad por si entrábamos en una época de crisis nacionales o externas, mientras los índices de inversión pública en sectores sociales de atención urgente eran mínimos.

También, y hasta ahora, muchos analistas económicos llegaron a confundirse entre el gasto corriente y el gasto de  capital, y en el modo de manejarlos fiscalmente. Mientras que el primero está orientado, exclusivamente, al pago de sueldos y salarios; el otro es una erogación que genera algún activo. Esto no significa que por el hecho de ser gasto corriente, se van a interrumpir los pagos a profesores o no se va a contratar a más maestros que cubran los déficits en educación, pues a la final el capital humano es inversión para el desarrollo sostenible.

La conclusión es clara: se sostienen falsas hipótesis con teorías caducas, para sostener verdades individuales.

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