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El Telégrafo
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Entrevista

‘La cuestión es con qué visión se usa el extractivismo’

‘La cuestión es con qué visión se usa el extractivismo’
14 de abril de 2014 - 00:00

La renta derivada de la extracción de los recursos naturales ha crecido sustancialmente en América Latina en los últimos años y ha servido para disminuir la pobreza y la desigualdad en la región, pero ese modelo conocido como “neoextractivismo” plantea desafíos, riesgos y contradicciones.

De esos temas habló con EL TELÉGRAFO, el profesor alemán Hans-Jürgen Burchardt, experto en economía y desarrollo que visitó la semana pasada el país para participar en conferencias sobre Poscrecimiento y Buen Vivir.

¿A qué se refiere el concepto ‘neoextractivismo’ al que usted alude en sus investigaciones?

Existe una tradición de más de 500 años, desde el inicio de la colonización, de extraer recursos y comercializarlos en el mercado internacional o transferirlos a los países que colonizaron. Élites muy pequeñas se apropiaron de esas rentas y lo que podemos observar —y eso es lo nuevo en comparación con el extractivismo—, es que los nuevos gobiernos, a partir de 1998 con el (expresidente Hugo) Chávez en Venezuela, se comprometieron a entregar buena parte de esos recursos a entes políticos. En América Latina tenemos la desigualdad social más grande, la cuestión social es muy precaria, y con los ajustes del neoliberalismo a partir de los ochenta esa situación se agravó. La promesa era aumentar la prosperidad económica, pero lo único que aumentó fue la desigualdad y la pobreza. Las nuevas políticas de muchos gobiernos cambiaron esa distribución (de las rentas de la extracción de recursos naturales) y las destinaron a políticas sociales más progresistas que alcanzan a mayor parte de la población.

Ese cambio parece positivo. ¿Existen riesgos si ese modelo continúa?

Hay una bonanza de recursos, pero eso tiene unos límites por 2 motivos. Primero, por lo que se conoce como “enfermedad holandesa” o “la maldición de la abundancia” (consecuencias negativas cuando un país experimenta un crecimiento súbito asociado a la explotación de recursos naturales). Por otro lado, en algún momento tiene que cambiar el patrón económico, social y político de los países y a mí me parece que en la situación tan buena que atraviesa América Latina, cuando existe una voluntad política hacia una participación social más amplia, existe una legitimidad democrática bastante consolidada y existe también una bonanza económica, es el mejor momento para hacer reformas estructurales y la contradicción que veo es que hay muy poco de eso. Con esa coyuntura positiva se deberían empezar a implementar esas reformas estructurales.

“El pastel es más grande, no solo las élites económicas
se pueden apoderar de los recursos. La distribución de ese pastel ha cambiado.

La cuestión sobre el extractivismo siempre es usar los
recursos, las posibilidades,
la bonanza, para llegar a un cambio estructural”
¿A qué tipo de reformas se refiere?

En este momento se ve una distribución de recursos adicionales. El pastel es más grande, no solamente las élites económicas se pueden apoderar de los recursos sino que la distribución de ese pastel más grande ha cambiado. Ahora hay que pasar de la distribución a la redistribución. Ahí hay 3 cosas fundamentales: una reforma tributaria, algo en lo que Ecuador ya está bastante adelantado frente a otros países. Tengo entendido que el mayor impacto de la carga tributaria viene del IVA (Impuesto al Valor Agregado) y se necesitaría una reforma tributaria que cargue más a la riqueza y los ingresos.

La segunda reforma estructural sería una reforma agraria. Entiendo que en el Ecuador todavía podemos encontrar una concentración de la tierra muy fuerte y mientras persista esa situación nunca se llegará a un sistema más sustentable, más productivo. La tercera reforma estructural debería ser la de la matriz productiva. En todos los países de América Latina donde observamos neoextractivismo, la productividad y el trabajo no han aumentado. Existe un discurso, la voluntad política, pero la realidad es que el trabajo informal no ha disminuido en ningún de esos países. Mientras no se realice una reforma agraria, no disminuya el trabajo informal y no tengamos una carga tributaria que le llegue más a las élites económicas, nunca vamos a tener un cambio estructural y, entonces, podemos caer en la trampa de la maldición de la bonanza.

América Latina cuenta con mayores recursos económicos fundamentalmente porque exporta productos primarios cuyos precios internacionales han crecido en los últimos tiempos, ¿cómo ve el escenario para los próximos años?

Muchos países como Ecuador no tienen el poder suficiente como para regular esos precios internacionales. Aquí las posibilidades que existen son, por ejemplo, (mirar a) la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), cuando se reforzó a través de la iniciativa de Venezuela. Se trataba de organizar un cambio de precios y también intercambios internacionales. De otro lado, se debería reducir a mediano y largo plazo esa dependencia con el exterior porque, aunque tenemos pronósticos que dicen que la demanda seguirá siendo alta, tenemos que reconocer que hoy no sabemos cómo se va a comportar el desarrollo económico de China (gran comprador de productos primarios latinoamericanos). Además, todavía hay mucha gente que dice que la crisis financiera global no ha terminado, sino que está entrando en una nueva etapa que va a tener un impacto importante en los precios internacionales.

En sus investigaciones usted habla de contradicciones del modelo neoextractivista, ¿cuáles son?

Una de las contraindicaciones es que tenemos impactos socioeconómicos muy fuertes, hay un daño a la naturaleza cada vez más alto, pero no cabe duda que se ha ganado calidad de vida con la redistribución de los recursos. En un país como Ecuador que todavía se encuentra en desarrollo hay que invertir y hay que destinar más recursos a los sectores sociales.

De otro lado, el daño que se está provocando en la naturaleza, a través del extractivismo, también puede disminuir a mediano y largo plazo.

En el Ecuador hay quienes quieren usar el dinero de la explotación de los recursos naturales para mejorar la calidad de vida de la población y otros que sostienen que no hay que tocar la naturaleza y buscar otras alternativas, ¿qué opina?

No he oído ni la una ni la otra posición así tan precisa como usted lo menciona, lo que veo más bien son posiciones en el medio en el sentido de que se está hablando de la transición del neoextractivismo hacia otro modelo, hacia una alternativa de desarrollo. En la conferencia en la que participé, la gente sin ninguna excepción reconoce que es un largo camino y es un camino en el que siempre hay que satisfacer las necesidades básicas de la población.

La cuestión no es decir si se termina con la extracción de los recursos, sino con qué idea o visión se usan los recursos del extractivismo. Entonces, ahí tenemos 2 posibilidades, una es profundizar el extractivismo y eso no va a ser una alternativa sustentable en el mediano o largo plazo, y, otra decidir usar los recursos para introducir las reformas estructurales que había mencionado.

No conozco la distribución de la riqueza en América Latina, pero si se aumenta la carga tributaria al 5% más rico de América Latina y, supongo que en Ecuador sería lo mismo, no habría que extraer petróleo por unos 5 años. Esos son temas que hay que discutir y en el futuro la construcción de infraestructura, el mejoramiento de los sectores sociales, no solamente debería conseguirse del extractivismo sino de otras fuentes.

A escala regional, ¿cómo observa el extractivismo?

Realicé un trabajo empírico sobre eso y observé 3 bloques en América Latina: primero, los países andinos que por su situación geológica, pero también por su tradición cultural, política e histórica son los países donde se ha profundizado el extractivismo. En la mayor parte de los países se podría ver al neoextractivismo como un nuevo modelo político-social. Segundo, en el Cono Sur se observa que la diversificación de la economía es mucho más alta. En Brasil, por ejemplo, existe una industrialización fuerte, el nivel de la extracción es más bajo aunque países como Argentina viven hoy en un 50%, 60% de la explotación de soja, según datos de colegas argentinos. Me parece que también el Cono Sur podría caer un poquito en las contradicciones de lo que se observa con el extractivismo.

Y el tercer bloque, es el de México, el Caribe y América Central, donde la inserción hacia el mercado interno de Estados Unidos es más alta. Ahí tenemos más bien el concepto de maquiladora, pero no con impactos muy buenos. Eso no está influyendo en una industrialización porque la maquiladora, aunque es una cosa industrial, en cierta manera es extractivismo porque extrae la fuerza de trabajo barata.

También hay un fenómeno muy interesante que podemos observar últimamente en México y es que el producto interno bruto recibe un 30% de la renta petrolera y la productividad de esa renta está bajando. Por eso en México se aprobó una ley energética a finales del año pasado para privatizar (la petrolera estatal) Pemex, para atraer más inversiones, que significa también una pérdida de control nacional, eso se hace para profundizar el camino del extractivismo.

¿A más extractivismo, más reprimarización de las economías?

Se puede romper la lógica con esos cambios estructurales que mencioné. La cuestión siempre es usar los recursos, la bonanza, para llegar a un cambio estructural.

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