El modelo teórico de segmentación del mercado de crédito, planteado por el investigador peruano Adolfo Figueroa, en su artículo “La desigualdad del ingreso y los mercados de crédito”, establece que el segmento de ingresos altos y los bancos privados conforman un mercado; el de ingresos medios y las entidades formales o reguladas no bancarias, como las cooperativas de ahorro y crédito, integran otro; y el segmento de ingresos bajos y los prestamistas informales o no regulados, componen el sector informal.
Quienes acceden a este último, generalmente los hogares más pobres que no cuentan con garantías, pagan mayores tasas de interés.
El modelo además explica que los mercados de crédito bancario exigen garantías, funcionan con exceso de demanda y coexisten con otras formas de crédito. La desigualdad del ingreso sería la causa de esta segmentación de la estructura financiera ya que solo los hogares más ricos o pudientes están en capacidad de presentar las garantías requeridas.
En consecuencia, los hogares que no tienen garantías suficientes intentan acceder a un crédito en el sector financiero formal no bancario y quienes no tienen éxito allí, acuden al crédito informal.
Barnerjee y Duflo, en su libro Poor Economics, señalan que en los países en desarrollo existe la necesidad de innovar las tecnologías crediticias y los productos financieros que se ofrecen a los hogares pobres y a las micro, pequeñas y medianas empresas.
Productos como el seguro agrícola, los microseguros, el fondo de garantía, las garantías solidarias, los mecanismos de ahorro, los pagos electrónicos, entre otros, requieren ser transformados y adaptados para contribuir a una inclusión financiera democrática.
Figueroa, en cambio, formula respuestas de carácter más estructural para superar las barreras de acceso a los mercados de crédito. Plantea la importancia de un Estado más desarrollista e innovador para superar la segmentación de los mercados de crédito y propone que las políticas públicas impulsen modalidades novedosas de redistribución de la riqueza y apliquen nuevas normas y formas de organización del conjunto del sistema financiero.
En suma, el sistema de crédito actual no contribuye a disminuir la desigualdad del ingreso y está determinado por ésta. Para romper este círculo vicioso se requiere combinar la redistribución de la riqueza con la inclusión y la innovación financieras.
La redistribución de la tierra y la vivienda de interés social son políticas que proporcionan activos a los hogares pobres.
La banca pública y las finanzas populares y solidarias tienen un enorme potencial para aportar a la construcción de una sociedad más igualitaria, pero requieren reformas institucionales, coordinación y creatividad en el desarrollo de nuevas tecnologías de crédito que fomenten la inclusión, reduzcan la pobreza, impulsen el desarrollo rural y mejoren la productividad de las micro, pequeñas y medianas empresas, así como de las unidades de la economía popular y solidaria.