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The Master y el hombrecillo dorado
Marco Pareja A.
Le cae a patadas al urinario de su celda, ¿era eso parte de la escena? Sí, seguramente estaba todo previsto para que Joaquin Phoenix en su interpretación de Freddie Quell, un veterano de guerra rebosante de ira, le cayera a patadas a un indefenso urinario.
O tal vez no, quizá fue la autenticidad en su actuación, es una pregunta un poco difícil de responder. Todavía más difícil de responder me parece la pregunta: ¿Por qué ni siquiera estuvo nominada “The Master” al Óscar por mejor película? El hombrecillo dorado le fue esquivo a Paul Thomas Anderson, director de este filme; obra de arte rodada en 65mm e inflada a 70mm para su proyección, según su director, porque fue la manera más apropiada de acercar al público a la época del relato (e indudablemente porque la experiencia visual es espectacular).
En su propio país P.T. Anderson propone un cine diferente, un cine norteamericano alejado de convencionalismos narrativos, actorales y visuales.
Sin embargo esta, su última película, fue producida por Harvey Weinstein, anteriormente dueño de la desaparecida Miramax, de quien manifiesta Anderson, es una ventaja tenerlo de su lado. Una vez más aparece Philip Seymour Hoffman, en un papel mucho más protagónico en comparación con otras cintas del mismo director.
Actores reconocidos en el quehacer hollywoodense, un productor de películas ganadoras del Óscar como “The Artist” y “The King’s speech” y además de un trasfondo polémico muy útil a la hora de vender la película. Estos ingredientes nos podrían hacer creer que “The Master” era la segura ganadora de aquella brillante fiesta del cine, pero no fue así. Solamente estuvo nominada a las categorías de Mejor Actor, Mejor Actor de Reparto y Mejor Actriz de Reparto y no recibió ninguno de los premios.
Al OTRO lado del mundo, en el Festival de Venecia, la película se alzó con los premios a Mejor Director y Mejor Interpretación Masculina para ambos actores. Es decir, fuera de su país, en el Viejo Continente, P. T. Anderson y su obra son reconocidos justamente. Pero para la Academia esto no es suficiente, o más bien debería decir, para un país es irrelevante o lo hacen ver irrelevante.
Podría ser que la razón de esto más allá del peculiar estilo de narración del director sea el tema de fondo del relato, que se diferencia y navega por zonas que el ciudadano norteamericano común o las instituciones que legitiman, no están acostumbradas o prefieren soslayar porque no exponen la imagen cliché del norteamericano.
“The Master” es un relato que se desarrolla a través de la relación de Freddy Quell y Lancaster Dodd, el primero un veterano de guerra, con problemas de comportamiento y un gusto por las bebidas creadas por él mismo a partir de fuertes químicos que están al alcance; el segundo, líder de una secta llamada La Causa, quien busca mejorar la vida de las personas a través de un tratamiento que intenta viajar al pasado de cada paciente para encontrar sus males y eliminarlos.
Mucho se habló y se continúa hablando sobre esta película y su relación cercana a la Cienciología, una nueva religión creada por L. Ron Hubbard por allá en los años 50. P.T. Anderson ha manifestado que investigó mucho sobre la Dianética (inicios de la Cienciología) y mucho en su película, en especial el personaje del líder interpretado por Philip Seymour Hoffman, guarda muchas semejanzas con L. Ron Hubbard. Esta religión ha sido durante años, desde su establecimiento, víctima de juicios, calificativos y censuras alrededor del mundo, como Alemania y Francia, donde no se la considera una religión.
Pero es en EE.UU. donde ha encontrado su papayal, son considerados como una organización con fines religiosos y caritativos, exenta del pago de impuestos gracias al IRS (SRI). Este podría ser motivo suficiente para que la película no haya sido acreedora a una estatuilla dorada, pero queda una sensación extraña, el tema creo es más profundo todavía.
La Cienciología aparece en EE.UU. en la época de posguerra, momento en el que la población del país sufría de un vacío espiritual enorme, vacío al que regresaban soldados como Freddie Quell, ansiando reinsertarse en una sociedad que aparentemente les abría los brazos, pero que la secuelas de la guerra hacía de esos brazos puertas cerradas.
Eran seres extraños, desconocidos, ávidos de amor, de esperanza, ¿de fe?. Quizá la película es una invitación a la reflexión, a mirarnos al espejo, no solo a EE.UU. que en estos momentos podríamos decir, vive una etapa de posguerra (Irak y Afganistán), sino más bien a todos, a repensar en nuestra sociedad “globalizada” que vive momentos de vacío espiritual y donde las instituciones religiosas y sus líderes se derrumban por la debilidad de sus propios cimientos.
Necesitamos percibirnos desde lo profundo, como seres humanos, más allá de un líder o una secta. Quizá sea esta la verdadera causa, quizá los “LÍDERES” o “AMOS” no quieren que los norteamericanos se desnuden ante un espejo en busca de su esencia.
Le dice Lancaster Dodd a Freddie en una de las escenas finales de la película: “Si encuentras una manera de vivir sin servir a un amo, cualquier amo, muéstrale al resto como hacerlo, ya que serías la primera persona en la historia del mundo”.