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Palacios o el dulce amorfino manaba
Fue el segundo tema que se escuchó en el Teatro Sucre. Julián Tucumbi, el primer representante de la dinastía de Taitas y mamas, que el ex Ministerio Coordinador de Patrimonio citó junto al compositor Ivis Flies, dejó al público listo para recibir a Mariano Palacios.
En esa noche, del 24 de abril pasado, las miradas de los presentes pasaron del escenario central a uno de los balcones. Ahí, Palacios, ejemplo arquetípico del cantante manaba por excelencia, el “duro” de los amorfinos, baladas, cumbias y vallenatos recibió una tromba de aplausos por parte del distinguido.
El, que toda la vida fue “el acolite”, el “entrador” reinaba en lo alto de un palco. El público fue sorprendido por este montaje durante el concierto y se quedó pasmado, mientras las guitarras del grupo musical que acompañaba a Palacios, se deleitaban con acordes y rasgados.
Esa noche se rompió “la cuerda”, se puso de cabeza el mundo y se hizo justicia, por fin, a todos “los lagarteros” de esta tierra. Palacios se puso en la piel de esos “héroes” que acompañan a los enamorados a sus declaraciones y que luego reciben una exigua paga económica y un “traguito” por horas y horas de acompañamiento y frío.
En el Sucre, todo era distinto. El músico, coherente con el talle de la noche, le puso “sentimiento” al tema más elaborado de su disco Que me eche un gallo riño. Cantó, bajo los reflectores y la mirada de más de 700 presentes, la canción Mujer dedicada a su esposa fallecida. A ella, durante la interpretación, le suplica con ternura “que no se vaya”, “que se quede un poquito más”, como si la muerte fuera una escaramuza, un disgusto solucionable entre la vida y la nada.
Como artista “canchero”, se ganó al público de inmediato y los hizo aplaudir con rabia, con ganas de generar una onda expansiva que llegue hasta el artista de San Jacinto, Manabí, que encantó desde un balcón. Luego, en su segunda interpretación, se puso a bailar con todo el sabor mientras pedía que le “echen un gallo riño”.
Amorfinos en la arena
Ese hombre que camina sobre la arena de las playas de Manta es Mariano Palacios. Mírenlo bien; su largo pantalón de casimir luce arremangado. Sus pies: descalzos y sobre la diestra, su inseparable guitarra. Atrás, medio hundiéndose en la arena están sus músicos. Se detienen. Están listos. El mar revienta con fuerza, mientras sobre la arena mojada, las huellas de pies y manos, desaparecen y reaparecen.
Un acorde y la música se adaptan al ritmo de las mareas. Alguien aplaude al ritmo del tema La jaiba, gracioso y fresco como esta mañana. Luego de una, dos y hasta tres canciones, llega la parte dura… hay que cobrar. Algunos le ponen un dólar, otros pierden su mirada en el confín, hasta que el trío siga su desfile por la playa que conocen desde chicos.
Es ya el mediodía, los músicos se dirigen a los restaurantes del Malecón de Manta y ahí, bajo techo y con el estómago bien lleno, la gente responde mejor al talento de este hombre, que de canción en canción, le hace un amorfino a la serranita linda de “cachetes rojos como el sol” o a la morenita “bella como la noche”. Sonrisas de por medio, la jornada sigue hasta que haga falta un sorbito de agua de coco, a falta de aguardiente.
Llega a su casa. En los bolsillos de su leva, suenan las viejas monedas, que anuncian su presencia. Es hora de un “sequito” de pollo, de un traguito de agua mineral y de separarse al fin de su guitarra. Ambos descansarán satisfechos.
Mariano (1945) aprendió este oficio de su padre, que desde joven amenizaba reuniones y encuentros en San Jacinto. A los 5 años, ya observó de cerca el trabajo de su padre. Pronto empezó a tocar; el siguiente paso sería formar su grupo. Sin embargo, tomó sus recaudos y se dedicó también a la agricultura; es que gracias a una pequeña huerta ubicada en la parte trasera de su casa logra completar su sustento.
El proyecto de Taitas & de mamas”, lo escogió por su trayectoria artística y por su talento, pues así le agregó el complemento necesario a una producción que requería también de un ritmo tropical autóctono, en la propuesta. “Llegar a Mariano costó un poco, pero cuando lo encontramos, estábamos totalmente seguros, de todo lo que él le podría brindar al proyecto”, subrayó el productor Ivis Flies, al hacer referencia al talento de este músico, que cerró su gran noche de concierto con una balada junto a las Tres Marías de El Juncal.