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DE LAS PALABRAS A LOS HECHOS

‘Ofrecidas’, ‘carishinas’ y la violencia machista en el lenguaje

‘Ofrecidas’, ‘carishinas’ y la violencia machista en el lenguaje
07 de septiembre de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Profesora de redacción y lexicógrafa

Durante esta semana, hemos sido testigos de las declaraciones vergonzosas de un concejal quiteño, que tildó de ‘ofrecida’ a una de sus compañeras en un video que corrió rápidamente por las redes sociales. La ‘confesión’ (como se titula el video) es otra de las declaraciones desafortunadas y desatinadas de este concejal, pero, sobre todo, es una muestra de cómo el machismo se encuentra arraigado en nuestra sociedad y se evidencia en el uso del lenguaje. Como sabemos, el lenguaje es un reflejo de lo que somos, de cómo pensamos, de los motores que nos mueven; nada de lo que decimos o escribimos es dicho o escrito sin una intención, aunque esta se encuentre soterrada. El lenguaje que usamos demuestra cómo hemos sido educados y es un espejo de la sociedad a la que pertenecemos, por eso, decir que una mujer es una ‘ofrecida’ no constituye solo una declaración desubicada, sino que demuestra falta de educación y una violencia de género que ha estado presente en nuestra sociedad desde siempre. 

La violencia de género no solo se manifiesta en los golpes sino también, y de manera latente -y por eso quizá más grave-, en el lenguaje que usamos, en calificar a las mujeres de ‘ofrecidas’, ‘locas’, ‘perras’, ‘zorras’, ‘fáciles’ y tantos epítetos más por ejercer sus derechos y ser ellas mismas. Es un lenguaje violento, que juzga, que descalifica, que convierte a la otra persona en alguien inferior, en alguien ‘sumisa’, como también se calificó una de nuestras asambleístas. Este lenguaje descalificador nos demuestra que, aun en el ‘liberal’ siglo XXI, los patrones machistas y violentos están presentes en todas las esferas, que la educación no es solo cuestión de ‘nivel social’ (otro concepto desafortunado).

Recuerdo que hace algún tiempo me llamó la atención una madre que se refería a su hija como ‘guambra carishina’ porque esta se había demorado un poco más de lo permitido para una ‘señorita de casa’ en una fiesta. Carishina es una palabra kichwa que, literalmente, significa “como hombre” (cari: “hombre” y shina: “como”) y que se usa sobre todo en la Sierra ecuatoriana para referirse a aquellas mujeres que no encajan en aquellos patrones machistas arraigados en nuestra sociedad. Las carishinas son aquellas ‘machonas’ o ‘marimachas’ que toman decisiones por sí mismas, que no saben cocinar ni les importa asumir un papel de mujeres ‘insumisas’ en el mundo. Durante años este ha sido considerado un insulto para las mujeres y todavía lo es para quienes se guían por los patrones machistas; sin embargo, con el paso del tiempo somos más las mujeres orgullosas de la ‘carishinería’. El lenguaje se ha ido acomodando hasta darle un sentido nuevo a esta palabra.

Sin embargo, debemos tomar en cuenta que, como decía al inicio de esta columna, las palabras reflejan lo que somos. El que existan ‘ofrecidas’ o ‘carishinas’ en nuestro imaginario machista es una muestra de esos pensamientos que debemos erradicar, pues no solo son vejatorios y violentos para las mujeres, sino que demuestran nuestra pobreza y nuestra bajeza como seres humanos.

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