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No soy feminista, pero...

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Es 2016 y se supone que vivimos en un tiempo iluminado. Podemos ordenar comida a domicilio a cualquier hora del día o la noche, preguntarle a Siri dónde está el bar más próximo, ver gente del mismo sexo casándose y tenemos leyes que aseguran que los hombres y las mujeres son iguales.

Si pensamos en esto, la década de los cuarenta parece un pasado muy lejado. Y por esa razón me sorprendí hace unos días cuando, luego de hablar sobre feminismo con tres mujeres inteligentes, su primera reacción fue decir: “No soy feminista, pero...”.

Cuando una mujer me dice que no es feminista, suelo pensar en ella como una vaca comiendo una hamburguesa: ¿Por qué razón te harías esto a ti misma?

Les pregunté si ellas creen que los hombres y las mujeres deben ser iguales.

Respondieron que sí. Les pregunté si pensaban que era normal que, en algunas industrias (como la enorme industria cinematográfica, que supuestamente tiene una mentalidad abierta) las mujeres no obtuvieran tantos trabajos como los hombres.

Dijeron que no.

Les pregunté si creían que era normal que en algunas industrias las mujeres ganaran menos que los hombres.

Dijeron que no.

Les pregunté si creían que estaba bien que los hombres pensaran en las mujeres como objetos sexuales a los que pueden tocar, silbar o presionarlas para tener una relación.

Dijeron que no.

Les pregunté si ellas pensaban que la enorme cantidad de dobles estándares que vemos todos los días son justos.

Dijeron que no.

Les pregunté si estaban seguras de que no eran feministas.

Dijeron que sí.

Al parecer, mis tres amigas creen que una feminista es una mujer desnuda, furiosa y agresiva que odia a los hombres y se pasa la vida yendo a protestas.

Según mis amigas, las mujeres que defienden los derechos de las mujeres usualmente son personas espantosas, un poco locas y exageradas, así que no se consideran feministas a sí mismas. Les hablé de otras feministas autoproclamadas, personas que no son espantosas o locas o que van siempre desnudas por la vida (aunque a veces sí lo hacen).

Personas como la artista Petra Collins, Karley Sciortino del blog Slutever, la actriz de cine para adultos Stoya o la escritora Emer O’Toole.

Les hablé de sus ideas, lo que dicen y lo que defienden, y mis tres amigas estuvieron de acuerdo con cada una de estas mujeres.

Después les mostré algunas fotos de estas cuatro chicas, pero de pronto ya no podían pensar en las ideas feministas, porque en las imágenes se podía ver algo de vellos axilares, y “no afeitarse es realmente asqueroso”.

Creo que ellas no están preparadas todavía.

No se trata de afeitarse o no afeitarse —personalmente, yo no me dejaría crecer el vello de las axilas—, se trata de juzgar menos y tener una mente abierta que acepte que ser mujer no necesariamente significa ser lampiña.

Esto no quiere decir que mis amigas piensen que las mujeres pertenecen a la cocina. Al parecer, ellas simplemente creen que está bien tener ideas feministas mientras no hagas nada al respecto y mientras te sigas viendo como una chica correcta en público.

Entonces les pregunté por qué les gustaba tanto El segundo sexo de Simone de Beauvoir, y respondieron que en ese entonces las cosas eran diferentes, porque las mujeres no tenían derechos para nada. Así que en realidad no deberíamos quejarnos mucho actualmente, incluso cuando sabemos que “algunas cosas todavía necesitan cambiar”.

Les pregunté si creían que burlarse de una mujer por su apariencia física y avergonzarse de ser consideradas feministas era la forma de cambiar las cosas para las mujeres.

No respondieron.

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