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De las palabras a los hechos

Los gentilicios y la norma

Los gentilicios y la norma
29 de septiembre de 2014 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Profesora de redacción y lexicógrafa

Los gentilicios son aquellos adjetivos que sirven para referirnos a las personas o a las cosas oriundas de un determinado lugar. Generalmente, se forman al añadir al topónimo (el nombre del lugar) algunos sufijos, como –ano y –ana (boliviano, colombiana), -ense (costarricense, londinense), -eño y –eña (riobambeño, ambateña), -es y –esa (portugués, holandesa), -ino e –ina (jamaiquino, andina), y otros menos usados como -ico, -eno, -aco, -ejo (con sus respectivos femeninos), etc. No existe una regla específica para su formación, pero la norma suele atender a los nombres preferidos por los habitantes de determinado lugar, y aunque no exista una regla, veremos aquí algunas particularidades.

En primer lugar, los gentilicios pueden funcionar como adjetivos (por ejemplo, ‘turistas griegos’, ‘calles berlinesas’, ‘países africanos’) o como sustantivos (‘los griegos’, ‘las berlinesas’ o ‘los africanos’), y por tener estas funciones siempre se escriben con minúscula inicial, a menos que formen parte de un nombre propio. En general, la formación de gentilicios responde al topónimo (Perú-peruano, Zamora-zamorano, Azuay-azuaya, Europa-europeo); no obstante, en algunas ocasiones puede referirse a otras características del topónimo. Esto se da, por ejemplo, en el caso de los fluminenses, como se conoce a los oriundos de Babahoyo, capital de la provincia de Los Ríos, donde el gentilicio ha derivado del latín flumen (río). En Brasil también utilizan el gentilicio fluminense para referirse a los oriundos de Río de Janeiro (a quienes también se llama cariocas (derivado de los términos guaraníes kari y oca, ‘casa del hombre blanco’). También tenemos el caso de los puertorriqueños, conocidos como boricuas (por Borinquen o Boriquén, como se conocía a la isla de Puerto Rico antes de la llegada de los españoles).

Existen topónimos que tienen varios gentilicios que se usan de manera indistinta, como en el caso de parisino-parisiense, keniano-keniata o jamaiquino-jamaicano. En estos casos, puede usarse el gentilicio que se prefiera, pero es mejor no escribirlos indistintamente dentro del mismo texto. En Ecuador encontramos los gentilicios guayaco y guayaquileño para las personas de Guayaquil. En este caso, la preferencia por uno de los dos gentilicios responde al registro: guayaco se suele usar en el registro coloquial, mientas que guayaquileño corresponde al registro formal.

Hay casos en los que coinciden los nombres de los topónimos, pero estos se encuentran en distintos lugares. Cuando esto ocurre, los gentilicios cambian para diferenciar a los oriundos de determinado lugar. Esto sucede con los cuencanos (de Cuenca, Ecuador) y los conquenses (de Cuenca, España), o con los santiaguinos (de Santiago de Chile), los santiagueños (de Santiago del Estero, Argentina), los santiagueses (Santiago de Compostela, España) y los santiagueros (Santiago, República Dominicana).

El tema de los gentilicios es bastante amplio, la semana que viene veremos cómo escribir algunos gentilicios compuestos y qué debemos hacer con aquellos que proceden de pueblos indígenas. Hasta la próxima.  

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